18 may. 2025

La famosa línea del Papa

Hay que reconocer que la elección del papa León XIV fue una sorpresa cubierta en baño de humildad para los todólogos universales.

Ya antes de la elección se hablaba mucho de la “línea” del papa Francisco y de “las reformas”, dándole cada uno el peso, el valor y el significado que quisiera a estas expresiones de moda.

Mucho se hablaba del progresismo y del conservadurismo, incluso de un supuesto cisma inminente.

La globalización tecnológica e informativa dio lugar a un espectáculo cuyas sensaciones dérmicas se alimentaban con todo tipo de especulaciones políticas, sociológicas, teológicas, morales, inmorales y también escépticas.

Las más de las veces la famosa línea del Papa estaba desdibujada por sesgos de los analistas de turno, quienes, a su vez, en preocupante mayoría, mostraban desconocimiento enorme de la naturaleza y condición de su objeto de estudio. Llámese Iglesia, misión, papado, Escrituras, magisterio, legados anteriores, contextos pastorales, etc., etc.

Lo cierto es que, una vez más la realidad se ha presentado más atractiva y creativa que el miedo o la ansiedad disfrazados de supuesto control que se dieron en los días previos.

Por lo que pude verificar revisando historias de papados anteriores, el Papa es siempre un reformista y un conservador a la vez. Solo revisar desde el periodo de Pío X hasta Francisco, y estoy segura que antes y también después, y no hay forma de negar este curioso hecho. No creo que León XIV sea distinto a ese perfil general, aunque tenga su estilo y su era con desafíos propios. Eso sí, cada Papa en su forma de conservar los arcanos de la Iglesia y de reformar con libertad lo que cree necesario en los métodos para cumplir su misión en un contexto histórico dado, no suele ser del gusto de los que buscan solo pan materialista, ni del paladar exquisito de los que apuestan por una suerte de gnosticismo purista alejado de la carnalidad de este mundo.

No digo que en cuestiones terrenales el Papa de turno le dé siempre al blanco, pero es notable que incluso los más pintorescos de la historia acertaban en lo esencial y promovían obras de bien perdurables, incluso en los momentos más complicados de la historia.

La Iglesia es un fenómeno excepcional, sin duda. Es una economía difícil de comprender porque su materia prima es eso que denominamos gracia, pero sus operarios y gerenciadores son de naturaleza y condición humanísima. En esa conjunción carnal y espiritual peregrina en el tiempo y no se puede marcar una línea sin tener estos puntos de referencia, es decente reconocerlo.

Sobre Francisco y su legado hay bastante que revisar aún, así como sobre toda la riqueza espiritual e intelectual que heredó Benedicto XVI, y ni qué hablar del gran personalista que fue el Papa Juan Pablo II.

Siendo sinceros, es de lo más interesante que hay para analizar, si pretendemos entender antes de hablar por hablar sobre los cambios constructivos y deconstructivos que se están dando hoy, no solo a nivel cultural, sino incluso civilizatorio.

Anochece y se enfrían las relaciones personales más esenciales, se percibe una crisis de lo humano y tendencias francamente autodestructivas en el mundo, por ello, es de agradecer vislumbrar una línea más luminosa en el horizonte. No para idolatrar el papado, ni tampoco para tirarlo a la basura, como algunos quisieran, sino para redescubrir su aporte sustancial.

En general, creo que Francisco siempre intuyó e incluso tuvo certeza de que, de estas grandes cuestiones de la vida, los pobres y los “desechables” de las periferias existenciales son los que mejor entienden. Son los conservadores por excelencia y los reformadores por antonomasia.

San Lorenzo, ante el tirano de su época, los llamaba el verdadero “tesoro de la Iglesia”.

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