17 may. 2025

La corrupción y el narcotráfico amenazan nuestra independencia

A 214 años de la gesta que nos dio la independencia, seguimos enfrentando el mismo desafío, aunque hoy el adversario es otro y muy diferente. La independencia y la soberanía se ven amenazadas en este siglo XXI por la debilidad de un Estado paraguayo permeado por la corrupción y el crimen organizado. Más que nunca necesitamos unión e igualdad, pero también nos hacen falta autoridades, funcionarios y una clase política que sea capaz de trabajar por un país con desarrollo, justicia, libertad y bienestar para toda la población.

Cuenta la historia que, en la madrugada del 14 y 15 de mayo de 1811, los patriotas salieron desde la casa de los Martínez Sáenz, conocida como la Casa de la Independencia, a través de un callejón que todavía existe y se dirigieron hacia los cuarteles de la Ribera y la Plaza de Armas, a luchar por la libertad y para dar nacimiento a un país, libre del dominio de la Corona española.
Quedaron en la historia los nombres de quienes aquella noche asumieron el desafío: Pedro Juan Caballero, Vicente Ignacio Iturbe, Fulgencio Yegros, Mauricio José Troche, José Gaspar Rodríguez de Francia, Manuel Atanasio Cabañas, Mariano Antonio Molas, Fernando de la Mora, Francisco Javier Bogarín, fray Fernando Caballero, Juana María de Lara, Facunda Speratti, Juan Bautista Rivarola, Juan Manuel Gamarra, Antonio Tomás Yegros, mujeres y hombres que asumieron el desafío de conquistar una patria libre.

Aquella memorable gesta de hace 214 años fue acompañada por el entusiasmo del pueblo en la plaza. La independencia de un país, no obstante, es algo que se sigue construyendo todos los días para enfrentar los nuevos desafíos, y uno de ellos es sin duda la participación ciudadana activa en la vida del país. En las jornadas de celebración es importante volver a ver a paraguayos y paraguayas, niños, jóvenes y adultos, familias enteras, disfrutando de las ferias y actividades en el centro de Asunción, aprovechando el tiempo libre de descanso y visitando lugares históricos. Ese es un primer paso, pues la participación real se ejerce cada día y no solo eligiendo autoridades.

La ciudadanía debe estar atenta, pues la nación enfrenta un nuevo tipo de amenaza, una amenaza que ya se encuentra instalada: la corrupción pública que se ha extendido como un cáncer. Para vencerla, precisamos de personas honestas que sean capaces de renunciar a sus propios intereses y se comprometan a trabajar por el bien común, por darle calidad de vida al pueblo que los vota y los sostiene con sus impuestos.

La gente necesita que quienes conforman los poderes del Estado trabajen más y mejor, considerando la situación de gran necesidad que vive la población. La falta de empleo digno, el elevado costo de vida para las familias, la inseguridad y la violencia urbana que golpea, sobre todo a los trabajadores, así también el difícil acceso a salud y educación pública de calidad y servicios públicos eficientes. La gente necesita ver que sus autoridades también son capaces de convertirse en patriotas y honestos servidores públicos.

Independencia y soberanía están amenazadas también por el narcotráfico, que ha inficionado en diversos ámbitos de la sociedad, como la política y los negocios en general para el lavado de dinero. La debacle moral se observa cuando los involucrados se muestran a la luz del día infiltrados en el Estado, en clubes sociales, en instituciones como cooperativas; financian campañas, se presentan como candidatos y hasta llegan al Congreso.

La corrupción de cada día se muestra como políticas públicas direccionadas hacia sectores que imponen sus intereses muchas veces en contra de los intereses nacionales y del bien común. Recordemos que la corrupción empobrece al pueblo y está detrás de los graves problemas como la desigualdad y el contrabando.

Es cada vez más difícil hablar de unión e igualdad , pero no debemos cejar en el intento, rechazando proyectos de odio y apostando al dialogo y a la democracia, cuyo fundamento fue tan bien definido por el recientemente fallecido ex presidente del Uruguay José Pepe Mujica: “Es fácil tener respeto para los que piensan parecido a uno, pero hay que aprender que el fundamento de la democracia es el respeto a los que piensan distinto”.

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