Nuestros padres y abuelos nos dejaron este regalo de los lapachos florecidos que agradecemos profundamente y son un recordatorio de la maravillosa creación divina y también de la gente que piensa más allá. Emocionado agradecimiento y fuerte reconocimiento para todos ellos. El reciente Rally del Paraguay nos mostró la impactante tierra roja de la maravillosa Itapuá y la profusión de tonos de verde sumados a estos maravillosos árboles que en abundancia acrecentaron la belleza del espectáculo deportivo.
Supongo que en Finlandia y otros países conocidos por su abundancia de vegetación hace décadas también hubo personas que hicieron su parte y también dejaron un presente que esta generación y las siguientes deben preservar y acrecentar. Hace más de 60 años mi padre organizó un evento familiar para llenar de lapachos la vereda permitiéndonos resolver una de las tareas de “tener un hijo, escribir un libro, plantar un árbol” que son algunos elementos que pueden agregar valor a nuestra existencia.
Por supuesto, esas simples semillitas y los cuidados posteriores nos regalaron años después mucho tiempo de distintos beneficios. Evidentemente muchas personas hicieron lo mismo y la naturaleza seguramente contribuyó para que regularmente al darse los primeros “fríos” empiece esta fiesta de colores.
Se han dado y se siguen dando distintas acciones para cuidar nuestro ambiente más allá de lo estético y debemos perseverar porque los beneficios y resultados justifican todos los esfuerzos y tareas. Sobre todo, es un recordatorio de que estamos temporalmente de paso y nuestro legado puede ser mas significativo y trascendental que un ejemplo, o una herencia, cuando nuestros afanes y las circunstancias lo permitan.
A menudo la cotidianeidad nos arrastra, las distracciones llenan nuestra agenda y nos inquietan todo tipo de pensamientos y olvidamos trabajar en nuestro propósito o simplemente en buscar formas de ser agradecidos o servir mejor. Por ello, es gratificante ver cerca de Caacupé, supongo que en algún predio vinculado al Ministerio de Agricultura, al costado de la ruta, lo que pronto podría ser una espectacular hilera de lapachos blancos y amarillos. Alguien está haciendo bien su trabajo y a la vez dando una caricia al alma sumando al Departamento de Cordillera otro espacio de belleza.
Estas acciones sirven para evocar que una tarea doméstica de regar una plantita, visitar a un enfermo, paliar la soledad de alguien, escuchar una queja o abrazar son algunas de las muchas formas de hacer que nuestro día valga la pena, nos agradezcan o no.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para seguir sembrando y tener el discernimiento de que acciones nuestras tendrán mejor impacto. No somos dueños de nada, solo administradores temporales que debemos velar por dar igual o más de lo que recibimos.