20 abr. 2024

Gato por liebre

Es moneda corriente en la sociedad la categorización de la ciudadanía entre quienes acceden a privilegios de pocos y los que deben aguardar mansamente el beneficio de algún servicio estatal. Se siente la inequidad cuando una mayoría padece la deficiencia del sistema, mientras otros gozan de un estatus ganado a base de influencias de todo tipo.

Repasemos casos muy sonados que pusieron los pelos de punta a los siempre estafados por el engaño: un pastor no asegurado al Instituto de Previsión Social (IPS) logró que el Ministerio de Salud consiguiera que la previsional le brinde la posibilidad de una compleja operación.

Esto en tiempo récord, mientras miles de asegurados de la entidad prestadora de servicios aguardan incluso años para ser atendidos, logran tratamientos mediante acciones judiciales o deambulan por pasillos del IPS mendigando favores; gente común sin nexos con el poder o con quienes administran la cosa pública, ciudadanos de a pie que pueblan las consultas, en busca de algún alivio, sin que se les brinde una solución.

Ramón González Daher, tristemente conocido personaje del mundo de la usura y quien utiliza la amenaza contra sus deudores, también logra milagrosamente que jueces sean más que tibios frente al rosario de pruebas en su contra; ante la mirada incrédula de quienes conocen sus esquemas extorsivos y su metodología, compartida de alguna manera con su hermano, el ahora extinto Óscar González Daher, para escalar socialmente.

Este último –condenado por enriquecimiento ilícito y declaración falsa– llegó incluso a ser congresista y pasó también por el mismo Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, pesando sobre él incontables denuncias y hasta calificado por los Estados Unidos como “significativamente corrupto”.

La tragicómica serie continúa con el permanente chantaje aplicado hacia el Gobierno desde el sector del transporte público, ávido de lograr constantes subsidios para continuar con el buen negocio del sector, pero maquillando la situación patrimonial de las empresas prestadoras y presentándose casi al punto de la quiebra empresarial, frente a las variaciones del precio del combustible y la cotización del dólar.

En el ajedrez de los intereses, el éxito siempre llega de la mano de las amenazas de paro, chicaneos varios y la extorsión, con el fin de alcanzar esos nuevos recursos (subsidios) para que el usuario no deba abonar de más por el precio del pasaje urbano. Las autoridades deben hacer magia para conseguir los recursos financieros con el fin de aplacar la ira de este sector, siempre beneficiado y ajeno a buscar una verdadera mejoría en el servicio del transporte de pasajeros.

La lista puede ser enriquecida por otros sectores donde se mueven ciudadanos de primera, mientras el resto de la población debe seguir padeciendo el rigor del sistema que le abandona, y que desde las mismas autoridades le hacen creer que hay preocupación en amainar su drama cotidiano.

A sabiendas de que ya pocos se comen el cuento, frente a los casos mencionados hay gente de carne y hueso que padece las desigualdades, que sufre el intenso calor, incómoda bajo los árboles de algún sanatorio, esperando respuestas sanitarias para recuperar la salud, a quienes se les niega una cama de hospital o un tratamiento adecuado; o víctimas que debieron endeudarse mediante la usura y no duermen tranquilos, sabiendo que hay poderosos amenazándoles para que cumplan con su compromiso; en tanto que también los usuarios de micros asisten al vía crucis diario de subir a verdaderas chatarras y soportar malos tratos, encima con incertidumbre en torno a si subirá o no el precio del pasaje.

Toda vez que la sociedad misma no se organice, no presione ni reclame sus derechos más allá de las redes sociales, continuará el statu quo de deficiencias que perjudican a la mayoría y solo privilegian a un grupo selecto. Al ciudadano común, mientras tanto, el sistema le seguirá vendiendo gato por liebre.

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