Hoy, ese espacio ya no existe. Cabe preguntarnos por qué.
Esta semana, el Tribunal de Sentencia condenó a nueve meses de cárcel, con la suspensión de la ejecución de la condena por el plazo de dos años a Juan Sebastián Coronel, encargado del Centro Cultural La Chispa, tras hallarlo culpable de contaminación de aire y ruidos dañinos.
Los jueces de sentencia, Héctor Capurro, Juan Carlos Zárate señalaron hubo violación de una ordenanza respecto a la medición de los decibeles, en dos ocasiones: el 21 de abril del 2024, a las 00.30, cuando se registró un máximo de 85 y en el 1 de marzo del 2024 un máximo de 86 decibeles. Hasta ahí, se entiende el caso, pero acá mismo empieza lo que nadie entiende. La defensa argumentó que no era posible.
Vacío legal. En términos legales, que no existía tipicidad, ya que la Ordenanza 183/2004, en el momento de los hechos, en el 2023 y 2024, ya no estaba vigente, debido a que reglamentaba una ley derogada, por lo que existía un vacío legal por lo que no existía un hecho punible, postura respaldada por la jueza Yolanda Portillo. ¿Por qué entonces el tribunal falló en contra del acusado?
La estética de la represión. Hace unas semanas en esta misma sección analizamos la estética de la represión, en donde nos cuestionamos la obsesión por la pureza visual y la imposición de un canon estético homogéneo que, en realidad, se convierte en una herramienta de control y disciplinamiento desde el arte, que es justo el espacio en donde pareciera que la gente debería sentirse más libre.
Lo que está en juego es el derecho a la diferencia. Ya sea en la forma en que se produce arte, en la manera en que se vive colectivamente la cultura o en cómo se ocupa la ciudad, lo “distinto” es constantemente asfixiado por un aparato de poder que se viste de “orden”, “limpieza”, “decoro” o “ruido permitido” –Palmear si, La Chispa no–.
Tanto la condena a La Chispa como la imposición de un canon estético responden a la misma matriz: disciplinar la disidencia cultural y limitar los espacios de libertad creativa y comunitaria.
Disciplinar. Lo que pasó con La Chispa no es un hecho aislado, sino la confirmación de un patrón: El mismo afán de disciplinar que se observa en la imposición de un canon estético homogéneo aparece aquí en forma de sanciones y condenas.
En ambos casos, se trata de expulsar lo distinto, lo incómodo, lo que no encaja en la idea que se nos quiere imponer. Y, sin embargo, es en esos espacios y en esas expresiones donde la cultura realmente respira, donde se ensayan otras formas de estar juntos.
Tal vez por eso resultan tan amenazantes.