Justiniano Riveros
CONCEPCIÓN
Dos instituciones educativas con trayectorias y capacidades distintas comparten una misma realidad: El abandono estructural del Estado.
Mientras el emblemático Colegio Nacional Carlos Antonio López, de la ciudad de Belén, arrastra graves problemas de infraestructura y empieza a caerse a pedazos, en un asentamiento –ubicado al sur de la ciudad– una escuela hecha con madera terciada se quedó mirando al cielo, luego de que durante el temporal volaran las chapas de cinco de las siete aulas; además del techo y paredes del sanitario.
Los padres temen enviar a sus hijos en estas condiciones, más aún con el pronóstico de temporales para lo que resta del año.
En el caso de Belén, la institución tiene varios pabellones inaugurados en 1981 y, tras 42 años de funcionamiento, la infraestructura ya está totalmente arruinada.
El maderamen está carcomido, la estructura y paredes presentan grietas pronunciadas; en tanto que el techado se cae a pedazos y los sanitarios se encuentran en pésimo e insalubre estado.
Así también, el pabellón del taller del señalado colegio nacional ya se dejó de usarse hace años y se ha convertido en un depósito de desechos. Tampoco funciona el laboratorio de física y química.
INDIFERENTES. Según el Lic. Luis Adalberto Rojas, director de la institución, el pedido se viene reiterando desde hace cinco años, a través de micro-planificación como corresponde y que se ha reiterado cada año; pero nunca hubo respuesta positiva.
“En 2018, el ministro de aquel entonces, Raúl Aguilera, había habilitado un nuevo pabellón, cuando eso ya presentamos el pedido de refacción de los demás pabellones; lastimosamente de ahí en más seguimos pidiendo sin resultado”, manifestó el director.
José Giménez, padre de familia, indicó que los padres ya tienen miedo para enviar a sus hijos en época de amenaza de mal tiempo, ya que la infraestructura ya no ofrece ninguna garantía para los estudiantes. “Necesitamos que las autoridades del Ministerio de Educación y Ciencias atiendan nuestros pedidos, así para evitar cualquier hecho que se podría lamentar”, refirió.
En el asentamiento San Miguel, la precaria escuela fue construida por los padres de familia. Con esfuerzo lograron hacer que funcione el turno mañana, donde asisten 60 alumnos del 1° al 6° grado.
Tras la reciente tormenta, la estructura que es de madera terciada y techo de chapa se vio afectada casi en su totalidad, quedando cinco de las siete aulas sin techo; más el sanitario que perdió sus paredes. También algunos ventiladores se descompusieron.