09 may. 2024

El conflicto Israel-Irán: Un desafío político y estratégico

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Las causas profundas que pueden llevar a una guerra abierta entre Israel e Irán, siguen presentes.

Jorge Daniel Codas Thompson

El día 1 de abril, el planeta fue testigo de un hecho sin precedentes. La Fuerza Aérea Israelí bombardeó el complejo diplomático de Irán en Damasco, capital de Siria, y mató a dos generales de la Guardia Islámica Revolucionaria de Irán y a otros cinco oficiales. El oficial de más alto rango, Mohammed Reza Zahedi, encargado de las operaciones encubiertas de la Guardia Islámica en Siria y contacto con las entidades subsidiarias de Irán en la región (principalmente Hezbollah, Hamás, Jihad Islámica, el movimiento Hutí en Yemen), se encontraba reunido con altos exponentes de la organización terrorista palestina Jihad Islámica, la cual opera en la Franja de Gaza. Los altos líderes de Irán prometieron venganza.

El día 13 de abril, el mundo observó con gran preocupación otro evento nunca antes visto: la República Islámica de Irán lanzó un ataque directo a Israel, compuesto por más de 130 misiles balísticos, unos 30 misiles crucero y aproximadamente 170 drones. Si bien Irán había avisado de antemano a Estados Unidos y otras potencias occidentales del ataque, enfatizando que sería limitado y sin afectar a la población civil, no fue hasta que se confirmó que Israel –con la ayuda de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Jordania– había derribado con un 99% de efectividad a dichas armas que la calma volvió, al menos temporalmente, a la región.

Los aliados de Israel se apresuraron en apaciguar a este último, enfatizando el gran logro en la defensa de su territorio. Sin embargo, los principales líderes del gobierno israelí, encabezado por Benjamin Netanyahu, anunciaron que su país respondería en la forma y en el momento que estimaran más conveniente. El día 19, Israel llevó a cabo un ataque limitado a la ciudad iraní de Isfahan, sin mayores daños materiales. Irán declaró que había derribado unos drones, sin mayores consecuencias, y que daba por zanjado el diferendo con Israel.

Más allá de la tranquilidad momentánea que implicó el hecho de que ni Irán ni Israel demostraran voluntad real de ir a una guerra abierta, existen aún factores que pudieran provocarla. También se observan factores que indican que una guerra abierta es aún posible. Desde el lado israelí, varios analistas coinciden en señalar que el mayor peligro de una guerra abierta con Irán viene del propio Primer Ministro. Esta tendencia a la conflictividad vendría dada por dos variables. La primera es su caída en popularidad tras el ataque de Hamás el 7 de octubre del año pasado, dejándolo vulnerable ante el electorado israelí. La segunda tiene relación con varios juicios por corrupción que afronta Netahyahu, y los cuales le podrían representar ir a prisión al perder su inmunidad como Primer Ministro. El 21 de noviembre de 2019, Netanyahu fue acusado oficialmente de abuso de confianza, aceptación de sobornos y fraude, lo que le llevó a renunciar legalmente a otras carteras ministeriales distintas a las de Primer Ministro.

Luego del ataque de Irán a Israel, en una entrevista con CNN, el ex Consejero de Seguridad Nacional de los Estados Unidos durante el gobierno de Donald Trump, afirmó que la Doctrina de la Disuasión aplicada por los Estados Unidos e Israel había fallado por completo ante el ataque de Irán. Bolton planteó que, para restablecer la disuasión, ambos países no tenían más alternativa que responder de forma no proporcional, sino desproporcional, a la ofensiva iraní. Examinando la historia de otras respuestas que podrían calificarse como desproporcionadas, Israel no ha tenido mucho éxito. En particular, no ha logrado asestar un golpe mortal a Hamás, a pesar de numerosos enfrentamientos, y lleva seis meses intentando derrotar a la organización terrorista, aún sin resultados definitivos.

Si la respuesta desproporcional no ha funcionado con una organización relativamente pequeña como Hamás, no se vislumbra que Israel pueda realizar un ataque demoledor contra un país geográficamente inmenso, con 90 millones de habitantes, medio millón de efectivos militares, 3000 misiles balísticos (el mayor arsenal de Medio Oriente) y una sofisticada defensa antiaérea. Además, Israel e Irán no comparten fronteras, por lo que la conducción de ataques aéreos y con misiles implicarían la violación del espacio aéreo de terceros países. La única manera de lanzar misiles crucero contra Irán sin violar espacio aéreo de terceros países sería posicionando los cinco submarinos de las Fuerzas de Defensa de Israel en el Océano Índico, y disparando desde los mismos, pero esta elección estratégica limita la capacidad de ataque israelí. Estos factores actúan como contrapeso a la intención de algunos líderes israelíes de responder de forma más contundente al ataque de Irán.

Analizando el conflicto desde la perspectiva iraní, una guerra abierta con Israel presenta también desafíos estratégicos significativos, haciendo más improbable que el gobierno teocrático emprenda acciones bélicas masivas contra territorio israelí. El poderoso arsenal miilístico de Irán se toparía con el potente sistema de defensa antimisiles multinivel de Israel. En primer lugar, el sistema cubre contra misiles ballísticos por fuera de la atmósfera con los misiles Arrow. En segundo lugar, el sistema Honda de David protege contra aviones de combate enemigos, misiles balísticos tácticos y misiles crucero a nivel atmosférico. En tercer lugar, el sistema Domo de Hierro está diseñado para destruir misiles de corto alcance y municiones. En su conjunto, y tal como quedó demostrado durante el ataque iraní el 13 de abril, el sistema de defensa aérea de Israel constituye una barrera prácticamente inexpugnable.

Más allá de su poderoso sistema antiaéreo, Israel cuenta con una poderosa Fuerza Aérea, considerada entre las mejores del mundo, que inluye no solo cazas F-16, sino los F-15, nunca vencidos en combate aéreo, y los cazas F-35, aviones furtivos de última generación, invisibles para los sistemas antiaéreos de Irán. La flota de aviones de combate de la Fuerza Aérea de Irán, compuesta mayormente de obsoletos cazas americanos F-4, F-5 y F-14 de la década de 1970, no tendría ninguna oportunidad de victoria contra la Fuerza Aérea Israelí.

Sin embargo, respecto a una posible guerra abierta, el mayor factor de disuasión que posee Israel es su arsenal nuclear, nunca oficialmente reconocido ni exhibido, pero aceptado como existente. Irán, si bien se considera una potencia en el umbral nuclear, no ha llegado aún a desarrollar armas atómicas, lo que coloca al país en marcada desventaja en el caso de un conflicto bélico abierto.

Al no compartir fronteras, Irán no podría proyectar el poder militar de su Ejército. Sólo podría valerse de sus entidades subsidiarias, de las cuales Hezbollah es la mejor entrenada, armada y financiada, pero no le ha ido bien enfrentando a Israel cuando este país combate con todos sus recursos, principalmente en la guerra librada en 2006, en la cual Israel abrumó a Hezbollah en el campo de batalla luego de que esta matara a varios soldados israelíes y secuestrara a otros.

Queda por verse si Irán hace honor a las declaraciones de sus líderes respecto a que dan por zanjado el conflicto que comenzó con el ataque al complejo diplomático iraní en Damasco. Si, efectivamente, el liderazgo iraní se da por satisfecho, estaríamos ante una disminución significativa de la conflictividad entre ambas potencias, al menos por el momento. No obstante, en la medida que Irán siga coordinando la ayuda, formación y provisión de armamento a sus entidades subsidiarias, Israel tendrá la motivación para atacar a dichas entidades, así como a los comandantes militares iraníes a cargo de la coordinación militar con las mismas.

En la medida en que Israel e Irán estén atacándose mutuamente, incluso a baja intensidad, la posibilidad de una escalada estará siempre presente, aunque los líderes de ambas naciones sigan renuentes a embarcarse en una guerra abierta. La histórica desconfianza entre ambas potencias regionales, así como la posibilidad de que el escenario estratégico cambie ante la obtención por parte de Irán de armas nucleares potenciará esta dinámica. Israel tenderá a potenciar su estrategia de disuasión, posiblemente continuando su programa de eliminación selectiva de líderes militares y científicos nucleares iraníes, arriesgando otra respuesta iraní similar a la del 13 de abril, pero posiblemente mucho más intensa. Al mismo tiempo, a medida que avance el programa nuclear iraní, la posibilidad de un ataque masivo de Israel al complejo militar de Irán se hará cada vez mayor.

En definitiva, las causas profundas que pueden llevar a una guerra abierta entre Israel e Irán, e incluso a un conflicto regional, siguen presentes. Por ende, Occidente, liderado por Estados Unidos, deberá ejercer presión a Irán para que no prosiga con su programa nuclear con fines militares, así como para que descontinúe el financiamiento, entrenamiento y provisión de armamento a sus entidades subsidiarias terroristas. Al mismo tiempo, los aliados occidentales de Israel precisarán ejercer toda la influencia posible sobre Israel para evitar una respuesta militar total a las provocaciones de Irán.

Política

Una tensa calma se vive entre Israel e Irán, tras los recientes ataques mutuos. Si bien ningún actor involucrado en la región ha demostrado voluntad de una guerra, aún existen factores que pudieran desencadenarla.

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