10 sept. 2025

La Asunción de “Tabaco” Argüello

Miguel Argüello. Foto Gentileza.jpg

Miguel Argüello

Foto Gentileza

Quiero volver a la esquina de los gritos,
a la esquina de las lejanas travesuras.
Respirar su aire antiguo, su perfume de azahar
y que un tranvía rechinante de memorias cruce las vías
rumbo al Puerto, Villa Morra o Belvedere.

(Del poemario Isla de fuego, MEBA)

Lunes 18 de agosto. Leía los cuentos de Manuel E. B. Argüello (Caazapá, 1925) para equilibrar cósmicamente el olvido y la ingratitud de nuestro pacato mundillo cultural. Pensaba que en pleno día de su centenario al menos por unos momentos revive cuando sus escritos se leen otra vez y un poco de justicia se hace a su legado literario. El libro que tenía en mis manos se titula Más allá de un retrato y otros cuentos. Está fechado en diciembre de 1983 y fue el primer libro de cuentos publicado por Argüello, bajo su propio sello editorial, MEBA, palabra formada de las primeras letras de su nombre y que usaba también como pseudónimo para firmar sus textos.

Osvaldo González Real, en el prólogo al libro, adelanta que nos encontraremos con temáticas de misterio que en puridad responden a una atávica predisposición de nuestra especie por los “terrores primigenios”. Décadas después, Armando Almada Roche escribe un artículo en memoria de Argüello y complementa la opinión de González Real diciendo que MEBA fue un pionero de la narrativa de misterio y terror en Paraguay. Almada Roche en ese momento había leído también el segundo libro de cuentos del autor, titulado Las letras del diablo y otros cuentos (1988, editorial MEBA). Cuando terminé de leer los diecisiete cuentos de Mas allá de un retrato y algunos de Las letras del diablo y otros cuentos (encontrados en el imprescindible Portal Guaraní) no pude menos que refrendar las descripciones de González Real y Almada Roche. Es más, había ciencia ficción también, como ya no adelanta González Real (que de eso sabe mucho) y el mismo autor en su epílogo. Pero había más, como siempre, que decir de esos cuentos. A mi me llamó la presencia de Asunción en ellos.

En efecto, casi todos los cuentos ocurren en nuestra capital o de lo contrario, en el caso de que transcurran las acciones en el interior, igualmente es referenciada directa o indirectamente. Resulta de este modo que las calles asuncenas son el escenario de apariciones fantasmagórica y otros “casos” que evidentemente Argüello los escuchó y luego los arropó en el formato cuentístico. La esquina de la iglesia de la Recoleta es uno los sitios favoritos de nuestro autor, porque el cementerio le provee de las criaturas que necesita. Por ahí pasaba una de las líneas del tranvía y siempre algún incauto personaje tiene algún encuentro de ultratumba esperando ser transportado a su casa. En este sentido, el Parque Carlos Antonio López también tiene su lugar destacado, porque antes estuvo ahí el cementerio de El mangrullo.

Pero los tranvías (los buses brillan por su ausencia), y a veces los taxis, nos llevan por otras calles, barrios o paradas asuncenas. Aparecen la iglesia de San Roque, la Chacarita, el colegio La Providencia, la Catedral, el Deportivo Sajonia, Campogrande, Trinidad, el Parque Caballero, entre otros. Sin embargo, es la plaza Uruguaya la más ubicua. Es la que aparece más veces mencionada y sin duda ocupa un lugar destacada dentro del imaginario urbano de Argüello. En ella no ocurren propiamente ninguno de los eventos de sus cuentos, pero los personajes la atraviesan o pasan cerca de ella o la mencionan por alguna u otra razón.

La decisión de darle presencia geográfica a sus cuentos (ya sea en Asunción o fuera de ella) le da a lo narrado un aire realista. Son casi hechos ocurridos en la vida real (y algunos sin duda lo fueron), y el autor sin duda quiere que los presintamos de esa manera. Antes de publicar sus cuentos en un libro, MEBA ya había publicado textos de teoría literaria, fruto de sus clases en instituciones donde fue docente; uno de ellos (Cuento y novela, 1960) lo firmó en coautoría con Ruben Bareiro Saguier y explica que el “cuento contemporáneo ha ido dejando de lado la fantasía, lo mágico, lo poético para tratar de dar una reproducción del medio social”. Argüello está a caballo de estas características porque sus cuentos no abandonan lo mágico ni la fantasía, más aún siendo el mismo un gran poeta, pero su precupación por describir el entorno social es patente en sus personajes con Asunción en el centro de todo. Y en este sentido hay que mencionar algo clave en su vida: el teatro fue su corazón, fue gestor, actor y director en primer lugar, y sin duda su vena de teatrero lo lleva a retratar el medio de sus cuentos con tal materialidad. Curiosamente no conocemos obra teatral suya, pero sus cuentos es lo más cercano a la dramaturgia que pudo habernos dejado.

A Asunción se la ama tanto como se la odia. Es la forma de ser asunceno y Argüello lo encarnó a la perfección. Sus personajes pueden decir: “Da gusto en Asunción… Allí es otra cosa la vida…allí uno se divierte”, o bien: “Si la guerra sigue dos o tres años más, tendré lo suficiente para alejarme de ese gran rancherío que es Asunción”. “Tabaco” Argüello (tal el apodo que le daban sus amigos) no hay duda de que amó a su manera a Asunción, ciudad que adoptó como suya y en la que vivió y trabajó hasta su muerte.

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