18 nov. 2025

El carácter destructivo de la inflación

Hemos intentado filiar en artículos anteriores el origen y la dinámica del proceso inflacionario, y discutido a grandes rasgos las consecuencias nefastas que trae aparejado. Es menester ahora, describir con mayor detalle los efectos destructivos que este proceso provoca en la sociedad.

La inflación es un proceso eminentemente monetario, provocado por la falsificación fraudulenta de la moneda por parte del Estado. Es importante recalcar este hecho, pues las consecuencias funestas que provocan en la sociedad estos actos, están directamente ligados a sus intereses políticos. La emisión monetaria tiene el objetivo de procurar al Estado recursos financieros ilegales y subrepticios. Es nada más que un impuesto encubierto. En otras palabras, la inflación es un recurso político que sirve los intereses del Estado y la casta política en detrimento de la mayoría de la población.

El primer y más importante perjuicio de la inflación es la pérdida del poder adquisitivo del dinero, y esa pérdida es la causa y no la consecuencia de la inflación. Cuando el dinero pierde valor, comandará menor poder sobre las mercaderías y en consecuencia, el individuo podrá adquirir en el mercado, menor cantidad de bienes con la misma cantidad de dinero.

Naturalmente, el trabajo marginal del trabajador valdrá menos y se empobrecerá paulativamente. El caso del guaraní es significativo. En 10 años un billete de 100.000 ya compra el equivalente de solo 70.000. El que quiera comprar igual cantidad de mercaderías se verá obligado a trabajar un 30% más. El resultado será naturalmente mayor pobreza generalizada.

El segundo gran daño que produce la inflación es la disrupción completa del proceso de cómputo de costos en la economía. Todo proceso productivo necesita realizar un adecuado cálculo de ganancias y pérdidas. Si en una economía libre el empresario obtiene ganancias, esto significa que ha sabido alocar correctamente los siempre escasos factores de producción a la elaboración de bienes que satisfacen al consumidor. El cómputo económico naturalmente se realiza en dinero. Para ese menester, el dinero debe ser lo más estable y confiable que sea posible. Si su valor no puede anticiparse en el futuro o si el mismo no se preserva, no será posible para el empresario juzgar si en el proceso productivo ha obtenido ganancias o sufrido pérdidas. En otras palabras, el proceso de cómputo se verá viciado. El resultado será que no podrá determinar si está ganando o perdiendo capital. Esto provocará el descalabro de todo el sistema de cálculo económico y la descapitalización de la sociedad.

El tercer gran daño que la inflación provoca en las relaciones humanas tiene que ver con el concepto de la preferencia temporal. La actitud del ser humano con relación al consumo es de radical importancia para el mecanismo productivo y el crecimiento económico. Una persona con alta preferencia temporal querrá consumir la mayor cantidad de bienes en el presente y postergar el ahorro. Una persona con baja preferencia temporal tendrá la tendencia a postergar el consumo presente, ahorrar y destinar este ahorro a la inversión, es decir a elección de procesos productivos que demanden más tiempo y que produzcan mayores y mejores bienes económicos. La baja preferencia temporal es fundamental en la creación y acumulación de capital necesario para el progreso económico.

El gran daño que provoca la inflación en este contexto es la de fomentar la alta preferencia temporal y desalentar la baja preferencia temporal. En otras palabras, promueve el gasto y castiga el ahorro. La inflación, al menoscabar el valor del dinero (su valor adquisitivo) desalienta los proyectos a largo plazo, pues el ahorrista al perder la confianza y la certeza de la futura condición de la situación monetaria, tendrá la tendencia a no guardar el dinero presente, sino gastarlo. El efecto de la falta de ahorro, es naturalmente la disminución del capital existente y la imposibilidad de creación de nuevo capital para aumentar la producción y el bienestar general de la nación. La sociedad tenderá a descapitalizarse y a empobrecerse.

Otro gran desarreglo económico que provoca la inflación tiene que ver con la recurrencia de los ciclos económicos de auge y depresión. Este es un tema más técnico que requerirá de por sí un artículo entero. Basta recalcar aquí algunos de sus puntos fundamentales. La inflación, especialmente la creada por expansión crediticia de la banca fraccionaria y sustentada por la banca central, provoca la distorsión de las señales del mercado –especialmente la de los precios y de la tasa de interés– de tal manera a hacer creer a los empresarios que existe mayor capital disponible que el que realmente existe. Luego del auge expansionista necesariamente tendrá que venir una contracción deflacionista y el retorno a los valores reales. Es lo que conocemos como depresión y todas sus consecuencias negativas.

Finalmente, y como consecuencia del último estado que llamamos hiperinflacionario, el sistema monetario entra en un colapso. El Estado en quiebra no puede ya sostener sus deudas y recurre a la impresión de moneda en forma descontrolada. El resultado: la disgregación completa del sistema monetario, la pérdida de confianza del individuo en la moneda producida por el Estado y la vuelta a los valores reales, es decir: al trueque primitivo.

La inflación es el peor de los métodos destruccionistas de la sociedad moderna. Muchas de las cuestiones aquí esbozadas requerirán naturalmente mayor análisis. Es menester, sin embargo, refutar las fantasías keynesianas y sus nefastas consecuencias. Para concluir, recalquemos una y mil veces que la inflación es un fenómeno monetario resultado de la política deliberada del Estado, y cuyo fin es procurarse fuentes ilegítimas de financiamiento para aumentar su poder a expensas de la destrucción del sistema monetario y el empobrecimiento de la mayoría de la gente.

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