He tenido un dilema para ponerle el título a mi artículo semanal, luego de un paréntesis del lunes pasado por estar de viaje. En una espectacular entrevista de ÚH, realizada por la periodista Brigitte Colmán, logré la inspiración: la necropolítica. Es una referencia citada por el Dr. Agustín Barúa, el entrevistado, que me pareció oportuna. Esta consiste, dice, en una política que define en una sociedad determinada quiénes son los que deben morir –aunque algunos vivan muertos y otros mueran de verdad– y quiénes son los que “van a estar mejor”, en una adaptación de la falacia narrativa del Gobierno actual.
La definición ampliada del Dr. Barúa, psiquiatra –quien afirma que necropolítica se la tomó prestada del filósofo africano Achile Membé– explora el concepto del Paraguay como una fábrica de tristeza, donde la desesperación es por un momento de alegría, aunque sea fugaz, poniendo como ejemplo el caso Alfaro, entrenador deportivo, quien se ha convertido en un salvador colectivo, de aquel país del infortunio que solo se levanta con alguna victoria de su selección de fútbol.
Ross Douthat, en su libro La sociedad decadente, afirma que una nación puede ser decadente sin, necesariamente, estar todavía en un estado de colapso. El Paraguay es una de ellas, porque sus élites están viviendo una era de rampante hedonismo y de decadencia moral extraordinaria. La gran mayoría del pueblo, en sentido inverso, está con la heladera vacía. Punto, como dice CFV. Pero todavía sin conflictos sociales crudamente emergentes. Aunque ya existen síntomas: los resultados de las elecciones en Ciudad del Este y algunos diagnósticos participativos del Plan de Desarrollo 2050 del propio Gobierno nacional, que señalan al país como una nación de corruptos.
Delante de eso, qué es lo que tenemos. En mi modo de ver al Paraguay, incluyendo a las élites económicas y políticas, con la oposición adentro, hay un exceso de voluntarismo por cambiar el mundo, pero una escasez de capacidades reales para mover la aguja. Todos tenemos un umbral para entrar en acción. Y casi todos forman, formamos, parte del problema. Al mismo tiempo, existe un abismo entre los ideales que se proclaman y lo que la gente con ideales hace todos los días. Como dice Rutger Bregman: “La gente no es buena y por eso hace cosas buenas y virtuosas. No. La gente que hace cosas buenas es buena”. Esto es bíblico, es la historia de la humanidad caída. Veamos. La gente, buena en origen, pero, aunque se haya vuelto mala, porque comienza a practicar cosas buenas y virtuosas, es que al final se vuelve definitivamente buena. Y transforma la realidad, aunque uno ande solo por el mundo (sal y luz dicen los creyentes), aparentemente, o por ahora, en contra de la corriente. Es un estilo de vida, en modo predicador de la heladera vacía. Veamos nuestras maldades.
En las últimas dos semanas que estuve ausente, las noticias que me llegaban eran estremecedoras. Por ejemplo, surgió un proyecto de ley para socializar las pérdidas de las víctimas de la mafia de los pagarés, en modo soviético. Como nos callamos ante un tipo sin diploma manejando el JEM cualquier cosa podíamos esperar. La idea era que el Estado, garante de los derechos de los ciudadanos, dice el proyecto de ley, debería indemnizar a sus propias víctimas, damnificadas por agentes del mismo Estado. “We the people”, iríamos a pagar el daño causado por jueces corruptos y oficiales de Justicia bandidos, en complicidad con abogados y empresarios de cobranzas atorrantes. Ellos no pagan nada. Una especie de comunismo que socializa las pérdidas. Y después, los empresarios conservadores tienen miedo a la alternancia para que “la izquierda no llegue al poder para destruir las instituciones en el Paraguay”. Qué tal. La necropolítica, de nuevo, a punto de escoger quiénes deben vivir y quiénes deben morir.
Otra de las noticias que me llamaron la atención fue el tratamiento de las deudas del Estado queriéndose maquillar un déficit fiscal ficticio para el 2025, de 1,9% sobre el PIB, en vez de la verdad, alrededor del 4% sobre el PIB, sumando las deudas de más de dos años, algunas, de proveedores del Estado. Siguiendo el modelo diseñado por el Dr. Carlos Fernández Valdovinos, quien en el 2023 afirmó que las deudas morosas del presidente saliente Mario Abdo Benítez con las empresas constructoras y proveedoras de medicamentos debían sumarse, elevando el déficit fiscal real de aquel año al 4,1% sobre el PIB. Punto.
Esto puso en contradicción a Cavialpa versus Capaco. Los primeros, seguramente por millones de razones, no se solidarizaron con los segundos, quienes reclamaban sus deudas impagas que, según dicen, suman más de 400 millones de dólares incluyendo intereses por mora. Ni los empresarios se ponen de acuerdo con relación a sus negocios como proveedores del Estado. Otros dicen que la empresa Comepar cobra lo suyo y las demás empresas proveedoras de Hambre Cero no reciben lo adeudado. Esto suma 240 millones de dólares. En esta sociedad decadente, los empresarios no hacen causa común con sus congéneres proveedores del Estado, una anomalía típica del capitalismo de secuaces. Entretanto, el Gobierno los divide en modo necropolítica, definiendo quiénes mueren y quiénes viven. Luego, los emprendedores en cuestión, ni para disfrutar de los privilegios estatales se ponen de acuerdo, cero capital social. Sociedad decadente.
A renglón seguido, el uso de deuda soberana para pagar subsidios del transporte público salta a los titulares, una herejía del Gobierno nacional, que yo había advertido hace casi ya dos años en mis redes sociales. Lo que se descubre es que, aparentemente, también se usaron recursos provenientes de multilaterales.
La desesperación por la alegría, de la que habla Barúa en su entrevista, también se contagió al propio Gobierno, en este caso, por justificar el crecimiento sin bienestar, representado por la heladera vacía, una teoría comprobada empíricamente por el estómago de la gente, algo que es sencillamente incontestable. En contradicción con Peña (quien afirmó que “la gente ya no llega a fin de mes y que no puede comprar ni carne”, cuando en julio pedía que bajen los precios de los alimentos), se ensayaron noticias falaces de prosperidad y alegría en más de diez tapas en un diario que funciona como newsletter del movimiento HC que maneja el partido oficialista, y sendos programas de radio y TV, todos estériles, a juzgar por los 40 puntos porcentuales de diferencia en la victoria opositora del Este. Fue la derrota del vaca’i colorado ante el poder popular de la heladera vacía. Y ahora, surge la noticia rebuscada de que el empleo formal crece al doble del incremento de este en el gobierno anterior, con pandemia (plop), presentada como la “teoría del efecto derrame y punto”. Exagerada preocupación: “Dime de qué te ufanas y te diré de qué careces”.
El problema de las demandas sociales que van más allá de la estabilidad económica ya mueve hasta a los estratos sociales más privilegiados y, por supuesto, conservadores. Supongo que esto debe ser preocupación para el Gobierno. La queja del Partido Patria Querida, en un comunicado público, con los doctores de la economía y el problema matemático en modo libreta de almacén, apunta a un dubitativo ministro que dice no saber con exactitud cuánto debe a sus proveedores y que, parecería, no sabe por qué no se obliga lo que se debe y mucho menos se ejecuta lo que se obliga. Parece que falta un sello, me corrigieron mis colegas economistas, y me quedé tranquilo. Hay esperanzas necropolíticas, el default selectivo elige quiénes pueden recibir sus sellos y quiénes no.
Para apoyar la tesis necro, saltan feroces denuncias en contra del ministro Enrique Riera por parte de Carlos Núñez, ex policía, senador nacional, quien renuncia al movimiento del quincho, explicando cómo se elige quiénes ascienden y quiénes no en la PN, y pone a funcionar un ventilador de supuestas informaciones secretas, afirmando que el folclórico ajakã se puede convertir en Fintech para el manejo del dinero en el sector público.
Mientras tanto, amenazándonos con los tradicionales cortes de energía del próximo verano, aparece la crisis financiera de la ANDE por la disminución de los ingresos de Itaipú creando a la empresa estatal severos problemas de flujo de caja. Con menos -3,82% de rentabilidad negativa, esta es la peor en los últimos 20 años en la ANDE. Los ingresos ajenos a la explotación –léase fondos especiales de Itaipú cuyo anuncio pomposo como ingresos adicionales aparentemente fueron en estilo “papo furado” (pura bola)– caen en números índices, simples, de 330 a 270. Hay una crisis potencial de colapso energético para el aparato productivo nacional, afirma un ex presidente de la empresa Pedro Ferreira, mostrando un informe del estado de resultados con enormes pérdidas de la ANDE en el 2024.
Al igual que en el Gobierno central, en la ANDE, dice Ferreira, a los proveedores no se les permite, por ahora, que hagan facturas por productos entregados y servicios prestados para evitar que surjan nuevas obligaciones a pagar y el déficit se agudice. Este país está quebrado, debería estar en Informconf.
Al volver de mi segundo viaje al futuro que funciona, del presente año, visitando ciudades del interior europeo, mi reflexión final es la siguiente: Qué pensarán las élites económicas y políticas del Paraguay que pasean a menudo por los grandes centros del desarrollo capitalista y socialdemócrata (all over the world), con espacios públicos ordenados, autopistas y calles sin baches, transporte público de altísima calidad, salud, educación, mano de obra calificada con alta productividad y jubilación asegurada, etc. Con una calidad institucional bastante superior al Paraguay, una clase política mucho más preparada para la labor pública, más sofisticada (acá eligen a Bachi, Chaqueñito, Lalo y Lizarella), y con una carga tributaria más elevada, pero mejor administrada, con mejor calidad del gasto, para lo cual siempre aparece la alternancia democrática en las elecciones.
Mi dilema existencial, ser o no ser, es: ¿Será que quieren emular esa misma calidad de vida en el Paraguay, que tanto alaban cuando van a Europa, visitando París, Londres, Roma, los lagos italianos, hasta para asistir al encendido de las luces de Navidad londinenses van; antes, claro, de pasar sus vacaciones en Punta del Este, y luego volver a San Bernardino, soportando el caos urbano en Asunción y su área metropolitana, los asentamientos empobrecidos que nos rodean, el agua que viene marrón y la luz que se corta, los baches de Luque y el olor nauseabundo del lago de Ypacaraí, a un punto tal que ahora están haciendo nuevos lagos artificiales, no sin antes destruir la maravilla lacustre que les regaló la naturaleza?
Quizá las élites económicas y políticas opositoras están compuestas por gente idealista como proyecto país. Pero son poco ambiciosas, incluso en lo económico y en lo moral, porque tienden a priorizar la toma de conciencia por encima de la acción, como seres de impacto social, que también lo son. Hacer comunicados a la opinión pública, como los de los proveedores del Estado, por ahora los más afectados por la necropolítica, los del PPQ, PLRA, etc., no producen cambios reales. Se necesita mucho más. Tomar conciencia de los hechos no pone la comida en la mesa y la heladera sigue vacía. Saludos cordiales.