Paulatinamente, y por influjo de viralizaciones en redes y reportes en medios internacionales, Paraguay se va convirtiendo en esa suerte de bíblica tierra prometida.
En los últimos años, pasó de ser la “joya mejor guardada” al ecosistema ideal para radicarse, disfrutar de una vida comparativamente mejor respecto de otras latitudes, y polo para mayor flujo de inversiones, debido a los atractivos que se replican en todos los mensajes.
Se multiplican las loas y alabanzas de extranjeros admirados por algunas facilidades para desarrollar labores que brinden ingresos. También se coincide en las ventajas comparativas en cuanto a costo de vida relacionado con lo que el bolsillo debe responder en otros países (Europa, Latinoamérica), y parece elevarse el ánimo entre quienes desean fijar residencia permanente.
Desde el entorno fiscal (impuestos bajos), hasta los índices de IPC relativamente moderados, una inflación controlada, energía eléctrica barata, costos sociales llevaderos e incentivos a la inversión mediante los que no se deben pagar las astronómicas cifras de naciones vecinas, la ventaja que encuentran muchos foráneos es una ecuación que les conviene; por ende, crece el número de quienes se animan a vivir bajo el cielo guaraní.
No se puede obviar que la seguridad también cala hondo a la hora de hacer los cálculos pertinentes, y la mayoría de los que viralizan mensajes en redes coinciden en la relativa tranquilidad existente en las calles, con relación a otras capitales cercanas, donde uno debe transitar más que en alerta.
Hay comunidades específicas que aumentan su número y la propia Dirección de Migraciones da cuenta de la cantidad de solicitudes de radicación permanente que en los últimos tiempos ubica a los brasileños en primer lugar, pero también hay de Argentina, Alemania y otras naciones europeas cuyo contexto atraviesa complejos problemas de gestión pública.
Muchos de los creadores de contenido que exponen sus razones para venir a vivir a Paraguay, brindan además la contracara, puntualizando la insuficiente infraestructura, el calamitoso estado de las calles y veredas, el pésimo transporte público, la informalidad y el ínfimo desarrollo real.
Últimamente, también se replicó un video comparativo entre los impuestos abonados en Argentina versus los de Paraguay, notándose una diferencia abismal y explicándose el motivo de la conveniencia en arriesgarse a emprender en la tierra de Erico y Mangoré. Los internautas se dividen entre los que coinciden con esta visión y quienes relativizan tales ventajas, al citar la salud y educación paraguayas, atravesadas por dramas estructurales insalvables.
No obstante, el nombre Paraguay suena cada vez más a la hora de hacer notar dónde podría estar ese vergel en que los beneficios se notasen más, por el bajo costo de vida y por el factor humano, ya que es el punto neurálgico que cautiva al visitante: esa calidez de la gente y el fervor del bono demográfico deseoso de contar con oportunidades laborales.
La estabilidad macro de las últimas dos décadas pudo lograr, en general, un ámbito atractivo y que invita al desafío de conocer mejor y de primera fuente la idiosincrasia que acompaña a los paraguayos; no obstante aparecer en el horizonte también otro déficit que hace pensar más de dos veces al inversor: La poca seguridad jurídica, piedra en el zapato de todas las administraciones.
La mejor manera de seguir seduciendo a propios y extraños es mediante las aún inexistentes políticas públicas que prioricen cabalmente la atención a franjas muy vulnerables, ubicadas ya casi fuera del “sistema”, además de que los jóvenes tengan mejores oportunidades de empleo y que se reduzcan los niveles de corrupción en todas las esferas, especialmente en la clase política.
Es lindo ver un futuro de oportunidades para el extranjero, pero lo es más si visualizamos un entorno de mejoría para la población local, atávicamente postergada y aún sin gozar de ese vergel prometedor.