14 dic. 2025

Destruccionismo

Los seres humanos coinciden en la apreciación de los fines últimos de la vida. La gran mayoría está de acuerdo que el progreso económico es el camino a seguirse en la búsqueda de la felicidad. Si bien místicos y anacoretas podrán disentir, y sin soslayar el aspecto espiritual de la vida, podemos asegurar sin temor a equivocarnos que, para gran parte de los habitantes del planeta, el aumento de los bienes materiales a su disposición es el objetivo principal en la lucha por la supervivencia.

La controversia surge, sin embargo, cuando queremos determinar cuáles deben ser los medios que debemos adoptar para lograr estos fines. Los libertarios sostenemos que el mejor medio radica en dejar al individuo la mayor libertad posible para que este desarrolle su potencial productivo. Creemos que la protección a la propiedad privada es fundamental para el sostén de la sociedad libre sustentada en la división del trabajo y el intercambio. Sostenemos que el Estado no contribuye a la riqueza de la nación y debería ser reducido a un mínimo.

Los socialistas e intervencionistas, sin embargo, piensan lo contrario. En su mundo, el Estado es supremo para lograr el bienestar. La propiedad debe estar bajo control del Estado y toda la actividad económica sujeta a sus designios. El individuo es un peón al servicio del “colectivo”.

Esta controversia ha permeado toda la historia de la ciencia económica. ¿Cómo determinar quién tiene razón? Para responder esta pregunta es necesario analizar lo que llamamos capital.

El capital no es una cosa física. Es un concepto, una idea, que surge de la acción humana dirigida al mejoramiento de la condición económica del actor. Desde tiempo inmemorial, el ser humano se ha dado cuenta que preservando cierta parte de su producción total podía utilizar ese excedente para ponerlo al servicio de la creación de nuevos bienes y herramientas necesarias para aumentar su mecanismo productivo y lograr el incremento de dicha producción total. Asimismo, le permitió enfrascarse en métodos de producción más extensos que le demandasen mayor tiempo de espera y que al mismo tiempo le brindasen un mayor rendimiento productivo. El concepto abstracto de capital daría lugar finalmente al concepto material de bienes de capital.

La ciencia económica llama a este proceso ahorro, acumulación de capital e inversión. El crecimiento económico y tecnológico del ser humano dependen de este proceso. Cuánto más capital el hombre ha tenido a su disposición, mayor ha sido su bienestar económico y su progreso material y espiritual. La constante acumulación de capital a través de la historia del ser humano es lo que en último término llamamos civilización: La conquista de la barbarie.

Si el capital es tan importante para la civilización, debemos entonces velar por su preservación. Toda acción humana que lo menoscabe o ponga en riesgo su preservación es pues, inherentemente destructiva.

El profesor Ludwig von Mises llamó destruccionismo a todo proceso tendiente a consumir o reducir el volumen de capital disponible en la sociedad. En ese sentido identificó como particularmente nocivos los siguientes métodos de consumición de capital, a saber:

1) La socialización completa de los factores de producción, es decir, la instauración del socialismo, en el cual toda la propiedad del individuo pasa a ser propiedad del Estado y el individuo deja de tomar decisiones económicas;

2) la legislación laboral, en la cual se otorgan beneficios compulsivos al trabajador por medio de la fuerza del Estado y en detrimento de las leyes naturales del mercado;

3) el seguro social obligatorio, en el cual se asegura a todo ciudadano el cuidado adecuado y el mejor tratamiento médico en caso de incapacidad laboral, accidente, enfermedad o vejez, es decir obligando a un sector de la sociedad a hacerse responsable del bienestar de otro sector de la sociedad;

4) seguro de desempleo, donde el Estado asegura un ingreso a cualquier persona que se encuentre en estado de desempleo, y como mencionábamos en el ejemplo anterior, obliga a un grupo a hacerse cargo de la manutención de otro grupo. La creación de un grupo de beneficiados a costa de otro obligado a proporcionar el beneficio;

5) los sindicatos, donde se otorga a ciertos grupos de trabajadores asociados, el derecho y el poder de intervenir en las decisiones económicas del los productores y empresarios, e incluso de utilizar la fuerza aun por encima del poder del Estado;

6) los impuestos, es decir, la confiscación obligatoria de una parte de la producción del ciudadano bajo pretexto de la provisión de “servicios” para la sociedad y la manutención del Estado; y finalmente,

7) la inflación, que representa la peor forma de destruccionismo, y la que mayor daño causa a la sociedad: La destrucción del poder adquisitivo de la moneda por medio de la producción fraudulenta de papel moneda por parte del Estado.

Todos estos procesos requerirán un análisis profundo naturalmente, e iremos en entregas sucesivas demostrando el daño que causan al capital de la nación. Basta decir ahora que la tendencia de los Estados modernos en las últimas épocas ha sido el incremento sistemático del destruccionismo social y el aumento del totalitarismo político y económico. Nuestro país es una prueba fehaciente de ello. Si queremos revertir este proceso, debemos comprender que las políticas socialistas, demagógicas y populistas que nuestro país ha venido implementando sistemáticamente desde los años 40, han afectado seriamente la preservación y acumulación del capital necesario para el crecimiento económico y lo han sumido en la pobreza. La adopción de la libertad económica es la única vía para lograrlo.

Más contenido de esta sección