15 may. 2024

De violeta pero sin barbas en remojo

Dice un refrán español que “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas en remojo”, lo que significa que hay que estar atentos porque algo similar puede ocurrirnos.

Y justamente de España viene una noticia hoy, Día de la Mujer, sobre la división de las feministas de ese país, con posturas contrapuestas, especialmente en lo relacionado con la tan polémica “Ley trans” y a la prostitución. Aunque el 8M suele tener como lema la lucha por la igualdad, con las interpretaciones más variopintas sobre lo que ese concepto encierra, en la actualidad, y luego de años de lobby, leyes especiales, inversiones millonarias en secretarías, programas políticos transversales, folletería, instructivos escolares con la perspectiva de género, la verdad es que las ciudadanas del “feminismo clásico” están disgustadísimas con el Ministerio de la Igualdad, donde dejó su impronta la socialista y progresista Irene Montero, que abogaba, por ejemplo, para que se dejara en paz a los niños para tener relaciones con adultos, siempre que fueran “consentidas”. De hecho, las “clásicas” pidieron la dimisión de la ministra, hasta entonces aliada, que, entre otras, promovió la inaceptable Ley del “Solo sí es sí”, que permitió la excarcelación y rebaja de penas de muchos agresores sexuales. ¡Y todo en nombre de la igualdad!

Fiel a su itinerario ideológico, desde el Ministerio de la Igualdad se usa este año el lema: “Patriarcado, Genocidios, Privilegios #SeAcabó” que asocia al varón todos los males del mundo, incluyendo la guerra. Mientras que las del grupo de “feminismo clásico” tienen como lema “La prostitución no es un trabajo. ¡Abolición ya!”, criticando a las progres por justificar la prostitución... En fin.

En algunos temas sí están de acuerdo, como, por ejemplo, en la inmoralidad de los vientres de alquiler. Pero es evidente que la ley trans es un punto de inflexión, sobre todo considerando la gran cantidad de varones que se están acogiendo a ella para adquirir los privilegios que las mujeres tienen en su sociedad, a través de las leyes y programas de asimetrías, que intentaron a la fuerza compensar lo que llaman las “desigualdades históricas”, desnivelando la balanza de la igualdad ante la ley, en favor de las mujeres.

Pero hecha la ley ideológica, hecha la trampa, porque dicha ley permite a los españoles cambiar de identidad en el registro civil, desde los 16 años, sin necesidad de hormonizarse para verse del sexo opuesto, sin proceso judicial, sin reporte sicológico, con el único requisito de invocar una “autopercepción”. De repente, hasta guardias civiles con cuerpo masculino y atlético, muchas veces con barba y que, hasta antes de la ley trans, no mostraban disgusto con su cuerpo, se registran en masa como “mujeres” para jubilarse antes y gozar de otros privilegios femeninos; no solo eso, exigen que los medios de comunicación y afines no cuestionen su cambio repentino de identidad legal, ateniéndose a las mismas leyes antidiscriminatorias defendidas por las feministas que promovían la censura.

Las radicales violetas no lo vieron venir. Siempre se sintieron superiores al resto de las mujeres a las que consideran incapaces de pensar por sí mismas y “sometidas” por el solo hecho de no sentirse representadas por el feminismo y sus posturas sobre la maternidad, la familia, las libertades básicas y otras cuestiones.

Como mujer, veo con preocupación la falta de sinceridad en estos movimientos feministas que, en su afán supremasista, se arrogan una representación que no tienen. Da vergüenza ajena la ignorancia, petulancia y crueldad que muestran muchas de ellas en temas como la promoción del aborto, la hedonización de los niños o la imposición de la anticientífica ideología de género. Creo que desde nuestro país tenemos una vía propia a transitar para la dignificación de las mujeres, sin estos irrealismos patológicos.

Salud a todas las mujeres que habitan el mundo, desde el vientre materno hasta el último tramo de su valiosa vida.

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