29 mar. 2024

CORREO SEMANAL: Homenaje a Emilio Pérez Chaves

En la entrega de esta semana, el Correo Semanal rinde homenaje a Emilio Pérez Chaves, uno de los pensadores que buscaba la renovación estética política y social allá por los años 60.

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Homenaje a Emilio Pérez Chaves

<h2>El intelectual volcado hacia su pueblo, con ética y convicciones</h2>

Trazado breve de un trozo de vida, un momento de la convivencia con uno de los pensadores que derramaron su saber con generosidad.

Antonio V. Pecci

Periodista

apecci@uhora.com.py

Lo conocí en la marea de gente joven que nos integrábamos en una serie de acciones desde distintos lugares, la universidad, el teatro, la canción, la literatura, las movilizaciones a fines de los 60. En el marco de lo que se denominaría el Movimiento Independiente. ¿Independiente de qué? Básicamente de los partidos tradicionales que en el año 1967 habían aceptado el convite del régimen para participar de la Constituyente de ese año y luego de las elecciones, amañadas como siempre, para acceder a algunos curules en el Parlamento. Lo veíamos como una actitud entreguista, legitimadora de un régimen represivo, violador de los derechos humanos. Muy pronto Emilito, Maneco, Carlos Noguera, Line Bareiro, Juan Manuel Marcos, Rudi Torga, Erenia López, Mito Sequera, René Dávalos conformaríamos el ala cultural de ese movimiento. Escribíamos en la revista Criterio, y luego en el periódico Frente. Organizábamos eventos en las facultades, donde surgían los movimientos independientes que luego arrebatarían los centros estudiantiles a los colorados stronistas que contaban con todo el apoyo del aparato del régimen: garroteros, dinero y prebendas.

Aunque de extracción colorada, Emilito se apartó de esas cohortes disciplinadas bajo las órdenes de jefes como Mario Abdo Benítez. Y se unió a ese vasto movimiento joven que buscaba la renovación estética, política y social. Los 60 eran, como dijo Saramago, “la década de la utopía, en que los cambios sociales parecían estar a la vuelta de la esquina”. Años de fervor intenso, producción artística, bohemia e intensas conversaciones sotto voce para escapar de los controles del aparato. Line Bareiro suele afirmar en sus lúcidos análisis que el M.I. fue la única organización sociopolítica que le dio una gran importancia a la cultura. Y, en ese contexto, Emilito fue uno de los puntales de un movimiento que tenía ideales, ética y honestidad. Una militancia que se pagaba caro en el marco de una sociedad hostil a toda innovación progresista. Se pagaba con el rechazo social que recibíamos y con la persecución y los apresamientos que eran moneda corriente.

Y que él como muchos de nosotros lo asumió con estoica firmeza. Pero muchos de nosotros, de un origen social más bajo, y más acostumbrados a esa vida semiclandestina, un poco más curtidos en el oficio de ir presos cuando en julio 1977 la Policía organizó una extensa redada contra la dirigencia del MI que nos llevó a una veintena al tétrico Departamento de Investigaciones, donde ejercía con sadismo Pastor Coronel. Allí durante interminables días fuimos sometidos a torturas físicas y sicológicas, y a interrogatorios interminables. También lo buscaron a Emilito y a Juan Manuel Marcos, que al decir de Basilio Bogado “siempre iban y venían juntos”. Sentí una gran aprehensión al verlo esposado. Él, un joven de una hipersensibilidad en ese ambiente dantesco. Salió a las tres semanas. Y un grupo de unos 12 fuimos objeto de un simulacro de proceso con la fatídica Ley 209 y enviados al Penal de Emboscada por un año.

Al salir me reencontré con él. Estaba alegre, nos dimos un abrazo. Lo veía entero, inclaudicable en su compromiso de seguir luchando. Era ya un entrañable amigo de Elvio Romero, Roa Bastos, el padre César Alonso de las Heras, su maestro; Rubén Bareiro Saguier, Édgar Valdez. Ya en democracia era el conferencista brillante de una gran sabiduría, abierto a todo y a todos.

<h2>Un adiós con silencio atronador</h2>

Mario Casartelli

Poeta

homerobach@hotmail.com

Qué decir después de lo que ya expresaron el habla, la escritura y el silencio? Silencio atronador de tu partida. ¿Cómo evitar estos inevitables versos de Borges, que me fluyen: "¿Dónde estarán? Pregunta la elegía/ de quienes ya no son, como si hubiera/ una región en que el ayer pudiera/ ser el hoy, el aún y el todavía”... ¿Dónde estarás, Emilio? ¿En qué rincón del universo, como si simplemente te hubieras mudado de planeta?

Ah, la elegía. “Tout les Élegiaques sont des canailles (Todos los elegiacos son unos canallas)”, dijo Baudelaire. Y me pregunto, ¿acaso seré yo, señor? Es que esta rara mezcla de contención y aullido convertida casi en estupor, también me resulta inevitable. Indago de este modo, sólo porque los que no creemos en el más allá --y sólo nos importa “el más acá”, como solías repetir-- rehusamos, en circunstancias como estas, aceptar ciertos adioses.

Difícil es pensar que ya no nos juntarán la casual esquina de una calle cualquiera --como hace sólo pocos días, y no supe que era la última vez que conversaba contigo--, o la presentación de algún libro o un acto cultural --o político-- en cuyos discurrir tenías siempre las citas precisas para sintetizar ideas complejísimas.

Todos los libros

Ya Everardo Leitao, tan gran amigo nuestro como también poeta, se refirió en estos días, desde su Brasil recuperado, a tus admirables dotes intelectuales. Y a la envidia que sentirían los otros, los que no te conocieron, si supieran cuánto privilegio sentimos los que hemos compartido esas sobremesas de abundantes palabras con tu ser.

Tenías en la lengua una ironía leve, sutil, pero cortante como cuchillo toledano, y esa crítica mordaz era curiosamente rara, porque no portaba el más mínimo atisbo de maldad.

Leíste todos los libros, como quería Renée Char, y lo sabías todo. Sin embargo, cuando te hablaban de tu poesía te volvías un niño, un mendigo hambriento que busca una migaja de aprobación --o desaprobación-- sincera.

Reflexiono acompañando de algún modo el péndulo que oscila entre la vida y la muerte. Y no llego a conclusiones aceptables para nuestra condición humana. ¿Por qué? Tal vez porque no tengo esa apabullante inteligencia que fue tuya. O porque al nombrarte sólo pienso en la poesía. Y es porque, antes que nada y después de todo, fuiste un poeta.

Hemos hablado tanto de tu único libro, El fénix del recuerdo. Sabías de mis opiniones al respecto, por nuestras charlas y por lo que dejé escrito en la Antología de la poesía paraguaya, publicada en Italia en dos lenguas, en la que el poeta de la isla de Sardegna, Franco Fressi, tradujo con amor a veinte poetas paraguayos.

<h2>Apasionado por su país y su cultura</h2>

Everardo Leitão

Poeta

Charlábamos y, de repente, él sacaba del bolsillo algo de papel y hacía anotaciones en letras pequeñísimas. A veces lo realizaba cuando se mencionaba el nombre de algún libro. A veces cuando escuchaba cosas de su agrado, que la inconfundible risa demostraba. Y, a veces, yo no solía adivinar con exactitud en qué consistiría el contenido de esas anotaciones.

Lo que sí, siempre supe muy bien, es que Emilio registraba la vida a su alrededor, hacia la cual tenía las antenas alertas. ¿Habrá un lugar entre sus cosas donde estén depositadas esas preciosas hojas? No las busquemos, por supuesto, en respeto a su privacidad intelectual y afectiva. Pero ahí se va a hallar, con seguridad, un tesoro.

¿Será que en esos manuscritos se esconde el secreto de la competencia impar con que se manejaba como intelectual, paraguayo y amigo? Quién lo sabrá.

Un pensante completo

Jamás he visto un ser pensante más completo: conocimiento amplio y relevante, agudeza de análisis y creatividad objetiva. Alguien que no ha tenido la felicidad de compartir con Emilio una larga charla sobre arte -en especial literatura- política o historia no me va a entender. De esos temas Emilio lo sabía todo. Lo esencial y lo accidental: hechos, nombres, fechas, palabras, causas y consecuencias. Con la sabiduría de una mente racional y poética a la vez, razonaba como si manejase un bisturí presto a desnudar con sumo entusiasmo la naturaleza de las cosas.

Como paraguayo, era latino por convicción y consistencia ideológica. Apasionado por su país y su cultura, ansiaba igualmente vernos hermanados en un bloque efectivo: un Mercosur de verdad. No por romanticismo anacrónico e ingenuo, sí por la convicción de que no hay mejor camino para la dignidad y el respeto hacia los pueblos de nuestra América. Visión estratégica del experto en relaciones internacionales y humanidad.

Para completar, su amistad era una mezcla de disponibilidad incondicionada, sensibilidad única y camaradería indispensable. Así se convirtió en el amigo precioso y raro que se elige con el corazón y el alma. Y así Emilio seguirá con su presencia imborrable en mi vida, a pesar del evento intrascendente, aunque injusto, de su muerte física. Gracias, socio. Gracias por tan rica convivencia. Me harás mucha falta.

<h2>Emilito y la Época del periodismo literario juvenil</h2>

Jorge García Riart

Periodista y docente

jordiriart@yahoo.com

Ahora que ha llegado la alegría/ como un hierro desteñido volando hacia mis huesos/ Ahora que encontré sobre un cajón de ciruelas transparentes mis ideas olvidadas en la arena/ Ahora que pensaba en los altos claros perdidos la noche del domingo/ Ahora que el crepúsculo invade las fichas de ajedrez que danzan en mis manos/ Busco tu imagen, lenta sonrisa dividida, sueños impares y eléctricos y no te encuentro asomada a mi alma/ Tampoco en la grietas del horizonte”.

Así escribía Emilio Pérez Chaves, con 17 años, en la edición n.º 21 de Época, pág. 7, 1967, del que fungió como secretario de redacción primero y luego como codirector.

Época (1964-1969) era una publicación cultural editada por estudiantes del Colegio San José de Asunción (20 x 29,5 cm, 20 páginas), en un tiempo convertido ya en icono de la producción literaria juvenil. Eran años de la “rebeldía” estudiantil ante el régimen dictatorial de Alfredo Stroessner. La represión permeaba con fuerza en la cultura y en la intelectualidad paraguaya; controlaba la prensa y restringía la libertad de expresión. Sin embargo, de las entrañas de la academia surgía una rica producción literaria encarnada en folletines, boletines, revistas y periódicos de una manufactura envidiable.

La siguiente relación de publicaciones aparecidas en la década del 60 es testimonio de la realización literaria en el que se insumieron muchos secundarios: Amanecer, del Liceo Nacional Pedro P. Peña de Coronel Oviedo, bajo la dirección de Julio César Barreto; Argos, de la Academia Literaria del Colegio San José, dirigida por Marcelino Gauto Bejarano; El Rinoceronte, del Colegio Goethe, dirigida por René Dávalos; y Despertar Estudiantil, a cargo de alumnos del Colegio Nacional de la Capital, bajo la dirección de Juan de Dios Coronel. También en el ámbito universitario aparecieron otros medios emblemáticos: Avanzada, dirigido por Nelson García Ramírez; Criterio, dirigido por Basilio Bogado Gondra; El Búho, dirigido por Miguel Fretes; Mural, órgano de un movimiento estudiantil de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción; Péndulo, editado por Juan Carlos Da Costa y Nelson Roura, y Alcor, a cargo de Rubén Bareiro Saguier.

En conclusión, el periodismo estudiantil literario y crítico consiguió internalizar en sus páginas la vida cultural de los años 60, con cierto grado de dramatismo. Se convirtió en proceso productivo de la sociedad y de una juventud sensibilizada con el drama social. Llegó a impregnar en las gráficas no solo el valor de la estética narrativa sino la crítica al régimen. Por ello, muchos de estos medios escritos sufrieron lamentablemente la censura y la quema.

<h2>Compartiendo con Emilio</h2>

Juan Manuel Marcos

Escritor

Compartimos el San José, la academia, el pa’i Noutz, el pa’i Coundou y el pa’i Alonso, la redacción de Opinión, Época, La Estrella, Criterio, Comunidad, Frente, Sendero, El Radical, El Pueblo, Discurso literario, radio Cáritas, radio Chaco Boreal, el canal 9, las seccionaleras facultades de Derecho y de Filosofía, la hipócrita Católica, México, Washington, Nueva York, Lima, Santiago y el presidente Allende, las tertulias hasta la madrugada con Maneco y la indulgencia de Cristina, la música, los poemas y las redadas policiacas por los perros, Criterio, los perros, el TPV, los perros, Joven Alianza, el Nuevo Cancionero, las noches con Mercedes Sosa, Argentino Luna, Cafrune, Quilapayún, Zitarroza, Édgar Valdez, Elvio Romero, los estrenos de Ñandejára Rekove y de López, y de nuevo las redadas, los suspiros por las primeras pendejas, el Granados, el Victoria, el Roma, el Guaraní, el Splendid con Godard, Visconti, ¿Arde París?, Anna Karina, Claudia Cardinale, Morir en Madrid, Z en Clorinda, el deslumbramiento por Víctor Hugo, Vallejo, Neruda, el 27, Borges, el cómplice Cortázar, la amistad de Laco y Elva, el llanto por René y Juan Carlos, la vida por Flores, por la República, por De Gaulle, la tortura en Investigaciones con Cantero y Eusebio Torres, el exilio de afuera y de adentro, la lejanía y la nostalgia, la soñada caída del sátrapa, los lanzamientos de El Fénix y de Gunter, las clases a las bases del partido del pueblo cuando era todavía el partido del pueblo, las clases en UniNorte como un pedacito de futuro, la confianza en la juventud, los asados llenos de recuerdos, las anécdotas reales e inventadas, los juegos de palabras, las charlas infinitas, los planes inacabados, los poemas sin terminar, el hastío diplomático, el hastío social, el hastío del mediopelo cultural y provinciano, el asco colorado, el asco por la mierda judicial interminable, el asco por la mierda legislativa interminable, el asco por la mierda ejecutiva interminable, la desilusión de la “izquierda”, la desilusión “liberal”, sin perder ni dejar que se pierda la esperanza. Y el odio a lo mediocre. Todo eso compartimos. Y el amor por Camus, la libertad, esa belleza, y un vaso de buen vino.

Pronto compartiremos la eternidad. Y seguirá valiendo la pena.

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