Esto durante una misa posterior a recibir en la Catedral Metropolitana a los estudiantes de escuelas católicas de la Arquidiócesis que participaron de la Caminata por el Respeto y Buen Trato de Niños, Niñas y Adolescentes para entregar la colorida pandorga que recorre el país con el mensaje ‘‘Cero Violencia 100% Ternura” a la Diócesis de San Lorenzo, en el marco de la campaña promovida por el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam).
El purpurado destacó la preocupante situación de muchos niños en el mundo, tal como lo señaló recientemente el papa Francisco en su mensaje para la primera Jornada Mundial de los Niños, que se celebrará el 24 y 25 de mayo. El pontífice refirió que son numerosos niños enfrentan graves dificultades, desde enfermedades y desnutrición hasta ser víctimas de guerras, hambre y explotación.
En Paraguay –sostuvo el purpurado– la situación no es menos alarmante al mencionar que el índice de desnutrición infantil es bastante alto. Aproximadamente, el 13% de los niños de 0 a 5 años sufren de desnutrición y en las comunidades indígenas, este índice asciende al 22%.
‘‘Hay niños que no pueden ir a la escuela, no tienen escuela, son víctimas de bandas criminales, de las drogas, otra forma de esclavitud y de abusos. Son niños a los que todavía hoy se les roba –dice el Papa–, la infancia. Se les roba la infancia cruelmente. escúchenlo, escuchen a los niños, escuchémosle’’.
También refirió que no hay nada más triste que ver a un niño llorar porque le hicieron del mal o porque sufren por otros motivos y esas ‘‘lágrimas valen oro, hay que recoger esas lágrimas con misericordia y hay que tenerlos en cuenta, para consuelo, para ayuda en el colegio, en las escuelas.
Destacó que ‘‘hay mucho que proteger a los niños, niñas, adolescentes, necesitan ser atendidos integralmente, y eso también pedíamos a la institución del Estado, digamos que hagan una opción fundamental, fundamental por las niñas del Paraguay, que es el presente y el futuro del país’’.
En este sentido, insistió en la necesidad de proporcionarles no solo atención física, sino también espiritual y emocional, garantizando su desarrollo en un entorno seguro y amoroso.