En su homilía, el obispo Marcelo Benítez fustigó duramente el deficiente sistema sanitario del país, la falta de medicamentos, la falta de centros de salud y de profesionales médicos. Además cuestionó con vehemencia que la ayuda al hermano sea solo “de boca” y no con acciones concretas.
“No olvidemos a los marginados, a los descartados por su situación social, económica y cultural. No son respetados ni tomados en cuenta en su dignidad como personas. A veces, incluso, no solo son ignorados sino despreciados”, lamentó.
Instó a mirar a Jesús: “El amor de Jesús se manifiesta de manera poderosa en su relación con los marginados de la sociedad... Su mensaje de amor y comprensión resuena especialmente entre aquellos que se sienten solos y abandonados. Tenemos ejemplo en su amor inclusivo: los leprosos, la mujer samaritana, los pecadores”.
Llamó a que como Iglesia seamos un lugar de acogida. “No amemos de palabra ni de boca sino de verdad y con obras” (Jn 3, 18)"Supongamos que a algún hermano o hermana le faltan la ropa y la comida necesaria para el día, y que uno de ustedes le dice: “Que te vaya bien, tápate del frío y come”, pero no le da lo que necesita para el cuerpo; ¿De qué le sirve eso?”, cuestionó.
Pidió mostrar compasión y solidaridad con los que viven en la pobreza, la marginación y la exclusión. Escuchar sus historias, comprender sus necesidades y ofrecerles apoyo y ayuda.
Recordó al papa Francisco invitando a que este tiempo del Jubileo “nos ayude también a recuperar la confianza necesaria tanto en la Iglesia como en la sociedad, en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda la persona y en el respeto de la creación”.