El monseñor Ricardo Valenzuela, obispo de Caacupé, recordó este domingo en su homilía a dos santos mártires “que compartieron el mismo destino”, al perder la vida en el campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial.
Mencionó los campos de concentración como ejemplo de fe y esperanza en medio del sufrimiento extremo, y evocó así a Edith Stein (santa Teresa Benedicta de la Cruz) y a san Maximiliano María Kolbe.
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Para Valenzuela, ambos santos atravesaron tiempos oscuros sin perder de vista la esperanza en Dios y representan ejemplos vivos de cómo el amor y la fe pueden sostener al ser humano, incluso en los peores escenarios de mal y sufrimiento. “Nunca tenemos que perder la esperanza”, mencionó el obispo.
Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) murió el 9 de agosto de 1942 en una cámara de gas. Ella era una filósofa alemana de origen judío, que pasó luego por una etapa de agnosticismo. Finalmente, se convirtió al catolicismo en 1922, haciéndose carmelita descalza en 1933.
Se la recuerda por su fe firme y testimonio en medio del horror, sin perder la esperanza. A pesar de su conversión, nunca negó su origen judío. El papa Juan Pablo II la beatificó en 1987 y la canonizó en 1998, reconociéndola como “una hija eminente de Israel y una hija fiel de la Iglesia”.
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Asimismo, san Maximiliano María Kolbe también fue recordado por Valenzuela en su homilía. Él falleció el 14 de agosto de 1941, en el mismo campo de concentración. Fue un fraile franciscano polaco, sacerdote y misionero, recordado por su heroico acto en el que se ofreció como voluntario para morir en lugar de otro prisionero que rogaba no ser asesinado, ya que tenía familia.
Luego de pasar dos semanas de hambre por castigo, san Maximiliano María Kolbe fue asesinado con una inyección letal.
Fundó una organización religiosa llamada Milicia de la Inmaculada, un “ejército espiritual” al servicio de la Inmaculada para la salvación de las almas.
Este movimiento se extendió y, a lo largo de los años, se convirtió en una asociación de fieles presente en muchos países del mundo.
“Los dos atravesaron el oscuro tiempo de la Segunda Guerra Mundial sin perder nunca de vista la importancia de la esperanza por el Dios de la vida y el Dios del amor”, concluyó el obispo.