16 may. 2024

Asumir compromiso para sacar adelante al país sin hipotecarlo

La epidemia del coronavirus ha generado fuertes presiones al sistema tributario, tanto por la cuarentena como por la caída del consumo. La caída de las recaudaciones redujo la capacidad de pago del sector público, que hasta ahora no fue capaz de ajustarse como el sector privado. El Ministerio de Hacienda debe con urgencia presentar un plan para racionalizar gastos, especialmente aquellos relacionados con los salariales que tienen un alto peso relativo en los gastos totales, por lo menos para lo que resta del año. Es hora de que todos asumamos el compromiso de sacar al país adelante sin hipotecarlo en el futuro.

Si bien es necesario respetar los derechos laborales del sector público, también es cierto que hay un espacio para racionalizar gastos en materia de remuneraciones y otros beneficios. La otra opción es crear un fondo a partir de una reducción de salarios de los altos cargos, tal como se prometió.

Por un lado, es necesario reducir drásticamente los gastos relativos a bonificaciones de cualquier tipo, horas extras, pagos de vacaciones, alimentación, viáticos, pasajes. El Ministerio de Hacienda debe hacer un buen cálculo y presentar a la ciudadanía los rubros, los montos que representan y los plazos de racionalización. Muchos de estos rubros deberán ser eliminados definitivamente en algunos casos, y en otros deben ser sujetos de profunda reforma.

Por otro lado, los salarios de la alta gerencia deben ser reducidos a los niveles que exige un país que está en crisis, no solo fiscalmente sino toda su población. El 90% de las familias van a vivir con pocos recursos, el 10% restante debe hacer el mismo sacrificio.

La salida de la crisis exige un esfuerzo de todos. Este esfuerzo no puede resolverse con un incremento indefinido de la deuda para financiar a un sector que está siendo privilegiado. Si bien el derecho al salario de los funcionarios públicos debe ser respetado, el ajuste de los cinturones debe ser para todos.

La mayor parte de la ciudadanía está sufriendo los problemas del trabajo informal que no lo tienen los funcionarios públicos. Esto significa casi nulos ingresos durante tres meses y pocos ingresos en cuanto se flexibilice la cuarentena.

Los funcionarios públicos cobrarán los salarios tal como lo venían cobrando. Eso no está mal. Pero así como el resto se sacrifica, el servicio civil también debe poner de su parte reduciendo gastos y si es necesario reduciendo sus ingresos.

No es posible vivir en un país en el que la inmensa mayoría esté sufriendo mientras un sector no menor gana 20 o 30 veces más que el promedio. Estamos en crisis y todos debemos poner de nuestra parte.

Al inicio de la crisis se habían detectado numerosas vías para reducir los gastos en el sector público de manera a crear un fondo que permita financiar en parte la crisis fiscal por la que atraviesa y seguirá atravesando el país.

Es hora de que todos asumamos el compromiso de sacar al país adelante sin hipotecarlo en el futuro. La solución no puede ser seguir endeudándonos para financiar el alto costo que tiene el servicio civil. Ojalá entendamos que es necesario revisar la estructura de gastos y hacerla no solo más racional sino también más justa, de manera que la ciudadanía también sienta que su sacrificio vale la pena en términos de los servicios públicos que recibe.

Hoy, la ciudadanía siente que paga impuestos a cambio de servicios de mala calidad, mal trato por parte de los funcionarios, que en algunos casos también han demostrado desidia y pésima gestión. Solo basta preguntar qué opinan las personas del sistema judicial. Es hora de empezar a hacer los cambios para crear un servicio civil que acompañe las demandas ciudadanas y legitime el rol del Estado.

Más contenido de esta sección
Demasiados episodios grotescos en una semana como para no dedicarles unas líneas.
Tras las impactantes revelaciones que se obtuvieron con la operación Dakovo, que logró exponer tan explícitamente los alcances del crimen organizado en cuanto al tráfico de armas, sobrevino una situación por de más escandalosa: la implicación de altos militares en actividades criminales. Esta fue sin dudas una dolorosa comprobación del elevado nivel de infiltración del poder mafioso dentro de las instituciones del Estado paraguayo. Además de ser profundamente vergonzoso, esto implica un ataque a la democracia.
El Congreso Nacional rompió récord esta semana con el proyecto de la ley de superintendencia; los senadores tardaron 15 minutos para aprobar; los diputados 11 minutos. En una convulsionada jornada, los diputados también aprobaron ley que suaviza penas para corruptos y los senadores salvaron al cartista Hernán Rivas, acusado de tener un título falso de abogado. Y como les quedó tiempo, también mutilaron la ley de puerta giratoria. Este es el espantoso combo navideño que el Parlamento le ofrece al pueblo paraguayo.
Los impactantes resultados de la operación Dakovo lograron exponer en forma explícita los alcances del crimen organizado en cuanto al tráfico de armas. En nuestro país, logró la detención de más de una decena de personas involucradas en un esquema de tráfico internacional de armas y una nota gravísima, entre los detenidos están un militar de alto rango así como ex funcionarios de la Dimabel. Es muy preocupante la manera en que la mafia y el crimen organizado están socavando nuestra soberanía y nuestra democracia.
No fabricamos armas, pero las comercializamos en cantidad industrial. No producimos cocaína, pero el país es depósito, ruta y puerto de embarque de cantidades industriales que llegan a los principales mercados del mundo.
Eduardo Nakayama abandona el PLRA. Solo y apresuradamente, dicen. Quién sabe. Explica que no ve ninguna posibilidad de que su partido pueda desprenderse de la infiltración cartista. Desde adentro ya no hay nada que hacer, sostiene.