29 abr. 2024

¿Es Nakayama un lobo estepario?

Eduardo Nakayama abandona el PLRA. Solo y apresuradamente, dicen. Quién sabe. Explica que no ve ninguna posibilidad de que su partido pueda desprenderse de la infiltración cartista. Desde adentro ya no hay nada que hacer, sostiene.

Lo que había comenzado hace años con el cada vez más sospechoso acercamiento de Blas Llano y sus seguidores a Horacio Cartes se fue confirmando con la actuación crecientemente indisimulada de los parlamentarios “llano-cartistas”. Luego se sumó el movimiento encabezado por Dionisio Amarilla y, últimamente, asegura hasta ex efrainistas como Pakova Ledezma y Édgar López votan de acuerdo con lo que le dicta la bancada de Honor Colorado.

Antes de seguir, hay que darle algo de razón. Lo que hasta hace poco parecía increíble, hoy es una realidad: El principal partido opositor del Paraguay está sometido a Cartes. El término liberocartista dejó de ser un epíteto despectivo para pasar a definir una amplia corriente interna. La que incluso tiene mayoría en el directorio partidario. El reciente episodio del atropellado –por decir lo menos– nombramiento de la doctora Alicia Pucheta como representante del Poder Ejecutivo ante el Consejo de la Magistratura con el voto de varios de esos parlamentarios liberocartistas es prueba fehaciente de lo que sostengo. El presidente del PLRA, Hugo Fleitas, anunció que esos senadores serían denunciados al Tribunal de Conducta del Partido. Lo dijo con muy poca convicción, porque sabía que mentía, que no sucederá nada, que no lo dejarán castigar a nadie. De hecho, desde entonces, como era de esperar, Fleitas no volvió a hablar del tema.

Siendo así, empecemos por admitir que, en estas condiciones, el PLRA es un partido sin futuro. Todo lo demás es discutible. Si se puede o no arreglar desde adentro; si es posible erradicar o no a los dirigentes que se vendieron al oro cartista; si se puede recuperar o no la histórica decencia liberal son cuestiones que sus afiliados tendrán por resolver.

Del mismo modo, solo el tiempo dirá cómo le irá a Nakayama en el futuro. ¿Es precipitada su decisión? ¿Se le sumarán otros dirigentes? ¿Tendrá la suficiente envergadura política como para armar otro partido? ¿Es un visionario o un solitario lobo estepario?

En 1977 Domingo Laíno, Tito Saguier, Paco Martínez Yaryes, Papi Benítez Florentín, Beto González, Coca Lara Castro, Juan Carlos Zaldívar, José Félix Fernández, Pancho de Vargas y muchos otros hicieron el mismo diagnóstico que hace hoy Nakayama, abandonaron el liberalismo subyugado a Stroessner y crearon el PLRA, que pasó a actuar en la semiclandestinidad. Tardaron 22 años en demostrar que la dignidad liberal estaba con ellos. En 1989, en las primeras elecciones libres los partiditos azules obsecuentes fueron borrados de la historia.

¿Hará Nakayama el camino inverso? ¿Pasar de un partido con una sigla de cuatro letras al original PL, de dos letras? Escribiría así una página más de la interminable y circular historia de las divisiones liberales. Tarea difícil, sobre todo, si se tiene en cuenta que los separatistas de 1977, que eran muchos y muy importantes tardaron más de dos décadas en imponer su razón.

Pero, igual, hay mucho paralelismo entre ambas historias. Antes, un partido atrapado por el stronismo, ahora, por el cartismo. Antes en dictadura, ahora, en democracia. El proyecto hegemónico actual tiene muchas diferencias históricas y metodológicas con aquel, pero demasiadas coincidencias. Empezando porque se trata de los mismos partido e ideología, siguiendo por un nuevo culto a la personalidad y terminando por la reformulación del viejo pacto entre la burguesía fraudulenta y la ANR. Uno de los actores de antaño salió –las Fuerzas Armadas–, pero fue reemplazado por el crimen organizado.

Frente a esto, la República necesita potenciar contrapesos democráticos que frenen los excesos hegemónicos. Una oposición fuerte es uno de los principales. Y, justo, viene Nakayama a recordarnos cómo se encuentra el PLRA. ¡Dios nos guarde!

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