09 may. 2024

Cuando a nadie le conviene levantar la piedra

No fabricamos armas, pero las comercializamos en cantidad industrial. No producimos cocaína, pero el país es depósito, ruta y puerto de embarque de cantidades industriales que llegan a los principales mercados del mundo.

Faltan médicos en el Paraguay, pero en el pequeño país tenemos más de 40 facultades de Medicina, varias de ellas, de dudosa calidad académica, de donde egresan cientos de hombres y mujeres, principalmente ciudadanos brasileños. Pero para las autoridades de turno el problema no es problema. Es un negocio más.

Adrede, no contamos con radares, pero sí con numerosas pistas clandestinas en distintos puntos del país, utilizadas para todo tipo de tráficos.

Pero el Partido que gobierna el país hace 7 décadas no admite que el Paraguay sea un narcoestado, aunque todos los días salta a la luz pública, particularmente gracias a investigaciones periodísticas, las estrechas, directas y alevosas, colaboraciones y complicidades entre las instituciones del Estado y grupos del crimen organizado transnacional que operan en el país. Principalmente vinculados al narcotráfico, aunque no solo eso.

El mecanismo descubierto en el aeropuerto Internacional Silvio Pettirossi, comandado nada más y nada menos que por el gerente de seguridad de la principal terminal aérea, para “facilitar” el envío de una carga de droga a Europa, demuestra claramente hasta qué punto están infisionadas las instituciones. En este caso, al ver que tan abiertamente y coordinadamente trabajaban para el hecho ilícito desde el jefe hasta los funcionarios subalternos, la conclusión clara es que se trataba de un esquema “normalizado” en el que todos ganaban algo. Lo que garantiza el encubrimiento y la impunidad. Y si no se crea un mejor sistema de control de quienes deben controlar, pasado unos meses, otros incursionarán en el mismo esquema, lo más probable, con mayor perfección.

Cuando apenas estamos tratando de curarnos del espanto, por el lamentable y patético caso de los funcionarios de la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil (Dinac), salta otro escándalo: Una estructura de tráfico de armas que involucra a militares retirados y activos, policías, empresarios (¿?) funcionarios públicos y facciones criminales. Al quedar al descubierto, el Paraguay se gana un nuevo estigma: Es un centro logístico de tráfico internacional de armas. Una especie de hub del crimen.Y no olvidemos lo que hace apenas unos días también saltó como una preocupante muestra de cuán permeable son las instituciones paraguayas, que hasta en un organismo como la Interpol, pero en Paraguay, los oficiales que trabajan allí accedieron, pago de por medio, a levantar el código rojo que pesaba sobre Gianina García Troche y José Estigarribia, esposa y secretario del capo narco uruguayo prófugo, Sebastián Marset. A propósito de este, en esta suerte de baño de realidad que en un lapso de pocos días nos están dando hechos demasiados densos, qué mal han quedado los organismos de seguridad paraguayos al admitir que desconocen que este personaje haya concedido una entrevista desde Paraguay a un medio uruguayo que, por cierto, presentó al hombre como si de una estrella de cine se tratara.

Hallar corrupción en Paraguay es tan simple como levantar la piedra. Al hacerlo salen huyendo diferentes tipos de insectos. Lo que debería seguir preocupándonos es el hecho de que quienes deben hacer esta aparentemente sencillo acto no se animan, no se sienten respaldados, se desentienden, o están profundamente involucrados en la actividad ilícita, criminal y corrupta.

Hay un proceso de podredumbre demasiado grande en el Estado paraguayo. Y ni una señal de genuina voluntad de empezar a afrontarlo Quienes deben vigilar, controlar, supervisar, investigar y penalizar son los primeros en caer. Abundan los polibandis, fiscales y jueces corruptos. Todos tienen un precio, y con el dinero del narcotráfico corromper y comprar voluntades es fácil.

Pero acá no pasa nada.

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