Por Kiara Coronel | @kiaracoronel
Los damnificados que se encuentran sobre la calle 21ª Proyectada de Asunción dijeron sentirse olvidados, no solo por el Gobierno sino por la sociedad misma que, al parecer, perdió la empatía y solo se limita a juzgarlos.
La precariedad forma parte del día a día de muchas familias de la zona, que cada año se instalan en el lugar esperando una solución de vivienda digna. Entre terciadas, braseros y mate caliente, intentan convivir con el frío y el olvido.
“Nos sentimos olvidados, este sitio no es como nuestra casa. Hace demasiado frío. Las criaturas sufren, se enferman a cada rato y el Gobierno ni aparece para ayudarnos con medicamentos al menos”, reclamó Ada Leguizamón, una joven que desde que recuerda vive en las mismas condiciones.
La mujer detalló que el frío se siente con más fuerza en esos improvisados refugios, en donde los más afectados son los menores de edad. Pidió la colaboración de personas solidarias que puedan donar cualquier cosa, “una gorra que ya no usen para nosotros es increíblemente útil”, refirió. Su vivienda se ubica sobre 21ª Proyectada casi Caballero de Asunción.
“Hetáma ore ro’y”
Por su parte, Ña Aurelia, vecina de Ada, comentó que por las noches y las madrugadas no existe terciada ni frazada que los cobije, ya que en esas horas el frío se vuelve “insoportable”.
“Hace muchos años estamos en la misma situación, siempre es lo mismo y no hay solución alguna. Cada vez que crece el nivel del agua tenemos que agarrar nuestras cositas y buscar otro lugar para vivir. somos vulnerados hasta por el frío”, señaló.
“Hetáma ore ro’y”, lamentó la mujer al momento de acercarse al calor de su brasero y rozar sus manos, colocándose un trapo en la cabeza para tapar sus orejas.
La abuela del bloque. Damasia Amarilla Ortiz tiene 88 años, su estado de salud es estable, pero el frío la pone en riesgo cada noche.
“Tengo demasiado frío, pero a pesar de esto pienso pasar más fríos pero al lado de mi familia, esperando, siempre, que bajen las aguas para volver a nuestro hogar que se ubica más abajo de la proyectada número 45 del barrio Santa Ana”, detalló.
Este problema no solo se sufre en el frío, sino también en el calor, aseguró doña Damasia, por la precariedad de las pequeñas casas.
Su familiares aprovecharon para pedir abrigos y al menos un colchón para mejorar la situación en la que se encuentra la mujer de 88 años.
Culpan al Gobierno por falta de previsión. Amadeo Benjamín Leguizamón (54) es el hijo de doña Damasia. Él no escatimó en culpar al Gobierno. “El Gobierno tiene la culpa de esto que pasamos, porque si se veía una salida antes de cada crecida del río todo sería diferente. Hay muchos terrenos que pueden utilizar para brindarnos un mejor lugar para vivir”, sentenció.
El hombre aseguró que si el Estado pone una pequeña cuota mensual a disposición de ellos para que mejoren sus condiciones de vida, van a trabajar más para poder pagarla. “Pero ahora mismo nos piden cuotas demasiado elevadas (...), imposible es que paguemos y si no pagás te vuelven a tirar como un cerdo al barro”, exclamó.
“Nosotros vivimos del reciclado, vendemos frutas o juntamos cajones para revender en el Mercado de Abasto, mientras que el Gobierno pone a disposición casas pidiendo como requisito tener 2 o 3 salarios, ¿cómo vamos a reunir esos requisitos en esta situación”, disparó.
Amadeo explicó que tiene 15 hijos y 20 nietos y que siempre “batallaron” para que “salgan bien” y no estén involucrados en la delincuencia. Explicó que ellos trabajan con él y se levantan a las 2.30 diariamente para comprar las frutas del mercado.
“El que quiere puede salir adelante, la gente muchas veces no procura nomás”, reflexionó.
Ahora es yuyera, pero antes trabajaba como modista. Prisca Gayozo de Ovelar (60), tiene cuatro hijos, uno de ellos es licenciado en contabilidad. Hace seis meses ubicó su vivienda sobre 21ª Proyectada casi Estados Unidos y tuvo que cambiar de rubro: de ser modista pasó a vender remedios yuyos.
“Nunca antes sentimos tanto frío. Nos acurrucamos todos en una piecita y tomamos mate para refugiarnos”, precisó Prisca con una gran sonrisa.
Comentó que todos los días se levanta a las 4.00 y se va al Mercado 4 para comprar los mejores yuyos y desde las 06.00 los vende frente a su casa, colocando una mesa y un cartel.
“Yo no espero luego nada del Gobierno, siempre encontramos una solución por nuestra cuenta”, ilustró señalando a su esposo, quien trabaja como albañil.
“En época de elecciones todos nos prometen muchas cosas pero ninguno cumple. La hora en la que ellos necesitan se pasean por el barro y se sientan en nuestra mesa. Este Mario Ferreiro así mismo hizo”, argumentó.
Quieren pagar una cuota. La ciudadana aseguró que muchos damnificados están de acuerdo con pagar por algo mejor, “tenemos nuestra platita, no todos somos iguales, alguno que otro que viene de otro sector, hace cosas feas y después la gente dice ‘cuidado con los damnificados’”, expresó doña Prisca, precisando que varias veces sus vecinos y ella fueron víctimas de la inseguridad reinante en la zona.