El festejo original se realizó en la mañana de este jueves frente a la Casa Ayala Talavera, donde un tajy se levanta majestuoso, ofreciendo sombra y flores a todo el barrio.
No faltó la torta de cumpleaños, los aplausos ni las canciones en honor al árbol, que recientemente entró en su etapa de floración, pintando de amarillo las calles de Villarrica.
Los alumnos del Colegio Salesiano Don Bosco y de la Escuela Ramón Indalecio Cardozo participaron del homenaje con dibujos y alegorías.
La profesora María Concepción Gómez, docente de Don Bosco, resaltó que es fundamental que los niños comprendan la importancia de estar rodeados de naturaleza, de valorar los árboles nativos como este tajy al que celebran con tanto cariño.
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El tajy amarillo, también conocido como lapacho, ha resistido más de 65 años a múltiples amenazas, desde intentos de tala y podas hasta proyectos de asfaltado que pudieron costarle la vida.
Un árbol con historia
La escribana Teresita Ayala, propietaria de la casona donde crece el árbol, recordó un episodio ocurrido hace dos décadas que la llenan de orgullo.
“Cuando la Municipalidad iba a asfaltar la calle, un camión con piedra llegó hasta aquí. Trajeron un machete para cortar las ramas del tajy, pero mi hija, que era pequeña, salió con un palo a defenderlo. Los obreros tuvieron que detenerse y hasta el concejal José Farías apoyó la resistencia. Finalmente, el camión se fue y el asfalto se hizo rodeando al árbol”, relató emocionada.
En otra ocasión, comentó, circularon rumores sobre supuestas propiedades curativas de la corteza, lo que derivó en intentos de extraerle capas, poniendo en riesgo su salud. Sin embargo, la familia y vecinos siempre estuvieron atentos para protegerlo.
Según la escribana, el árbol ya estaba en el lugar cuando sus padres, Andrés Ayala Velázquez y Gladys Talavera Franco, adquirieron la propiedad en 1982. Con el paso de los años, se convirtió en testigo de tertulias, serenatas y momentos familiares.
“En el año 1994 mis padres me donaron la casa y, con ella, lo más valioso que tenía: el tajy. Desde entonces lo cuidamos como a un miembro de la familia. Del 2003 al 2017 fue nuestro hogar, y bajo su sombra crecieron mis hijos. Este año, más que nunca, se vistió de gala para recordarnos que la vida es bella y que debemos seguir adelante”, expresó.
Su hija, María Sol Arrúa Ayala, coincidió en que el árbol es mucho más que un ornamento urbano, es un emblema de la ciudad, siendo el primer canto de primavera en Villarrica, y es un símbolo de resiliencia.
“Lo defendimos cada vez que quisieron podarlo o sacarlo porque sus ramas ‘molestaban’. Para mí, es un recuerdo vivo de mi papá, que me inculcó el amor por la naturaleza”, expresó emocionada.
Reconocimiento y proyección
El tajy amarillo de Villarrica también obtuvo reconocimiento a nivel nacional.
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Este año fue finalista en la categoría “Árbol de mi Comunidad” del concurso Colosos de la Tierra, impulsado por la oenegé A Todo Pulmón Paraguay Respira, que premia y visibiliza a los árboles más emblemáticos del país.
Además de su valor ambiental y cultural, este tajy se convirtió en un símbolo de identidad para los guaireños. Pasar frente a él invita inevitablemente a detenerse, a sacar una fotografía o simplemente a contemplar la belleza de sus flores amarillas que anuncian la primavera.
Villarrica demostró así que los árboles no son simples elementos del paisaje, sino protagonistas de la historia comunitaria. Y este tajy, con sus flores doradas que iluminan las calles, seguirá siendo un símbolo de resistencia, amor y esperanza para las generaciones presentes y futuras.