Por Roberto Gómez Palacios
El repertorio elegido, variado y distendido, hizo agradable la noche sinfónica. Los directores españoles, Rafael Sanz Espert y Natalia Montañés, ya habían dirigido antes a la OSN y volvieron a brindar lo mejor de sí en el escenario.
Los jóvenes músicos han demostrado un avance notorio desde su iniciación en esta agrupación, en el 2004, pero todavía falta corrigir algunos pequeños errores, como pudo apreciarse en la segunda parte en la que sonó la Sinfonía Nº 5 en Do menor de Ludwing V. Beethoven.
Faltó un poco más limpieza y precisión en los sonidos, sobre todo en las cuerdas, pues la obra, bella y complicada para su interpretación, así lo requiere. Fuera de este detalle la orquesta da señales de un gran avance.
La obertura de La Italiana en Argel, de Rossini, y el Concierto para piano y orquesta en La menor, Edvar Grieg, son las obras que sonaron en la primera parte, en que hizo su aparición la pianista brasileña Karin Fernandes. Con gran destreza interpretativa se ganó al auditorio e interpretó una obra de Héitor Villa-Lobos como regalo a los presentes.
Y la última obra, El Arca de Noé, fue sin dudas la gran sorpresa. Compuesta por un joven español llamado Óscar Navarro -que no llega a los 30 años de edad-, su creación revela en la sonoridad los pasajes del suceso bíblico. Dinámica, sutil, envolvente, con aires hollywoodenses, el autor revela una belleza increíble en su poema sinfónico, que lo convierte en un gran compositor.
Sábado/20/OCTUBRE/2007