Sin embargo, si bien es cierto que pueden tomar todas las decisiones de gobierno inconsultamente, pues tienen asegurados los poderes del Estado, el no respetar a las minorías, ignorarlas, subestimarlas o incluso buscar silenciar aquellas voces de grupos minoritarios es precisamente lo que convierte a una democracia totalmente legítima, en una democracia que solamente está al servicio del gobernante; lo que de hecho corrompe el sentido puro de la democracia, la esencia de que se gobierna para todos.
El año pasado, cuando asumió el nuevo Parlamento, en el que se había hecho realidad una mayoría del Partido Colorado en ambas cámaras, habíamos advertido respecto a que ejercer una mayoría como esa, implica un gran poder y al mismo tiempo, una gran responsabilidad. Por eso, proclamábamos el anhelo de que la ANR fuera capaz de gobernar con todos y para todos; y que pudiera asumir a cabalidad el desafío de utilizar esa mayoría como una herramienta para servir al pueblo y no para imponerse en forma arbitraria.
Diez meses después, los presagios se han cumplido y estamos viviendo, lamentablemente, la peor versión de nuestra democracia, tan trabajosamente conquistada hace 35 años, después de haber sobrevivido a los 35 años de dictadura de la ANR de la mano del dictador Alfredo Stroessner.
Las expresiones del presidente Santiago Peña, respecto a la vigente protesta de los universitarios que reclaman la derogación de la Ley Hambre Cero, el proyecto estrella del actual Gobierno, así lo confirman. En un programa televisivo, Peña minimizó la movilización de los universitarios en contra de la Ley Hambre Cero, tratando de “minoría ruidosa” a los críticos, y de paso culpó a los medios de comunicación no alineados a su gobierno. “Es una cuestión de la democracia. Muchas veces, la minoría, y es una minoría que muchas veces es más ruidosa...”
De parte del titular del Poder Ejecutivo no hubo ningún tipo de análisis ni autocrítica de la manera en que su partido, la ANR, está logrando aprobar las leyes, imponiendo su mayoría parlamentaria, pasando por encima de las voces críticas, anulando incluso el debate. Por encima de todo se nota además la arrogancia de quien subestima la opinión de quien carece de votos o representación.
Peña decidió ningunear a los estudiantes de la Universidad Nacional de Asunción. Ignora sus reclamos, se desentiende de sus reivindicaciones y desdeña sus argumentos. Eligió el modelo de democracia que manda con una mayoría que solamente atiende sus propios intereses.
La ceguera le lleva al presidente a subestimar la fuerza del reclamo de un fundamental segmento de la población: los jóvenes, históricamente ignorados por las políticas públicas, a quienes se niegan salud y educación de calidad, seguridad y empleo digno, como al resto de la población.
Es cierto que la democracia supone el gobierno de la mayoría, pero eso no significa que las minorías puedan ser ignoradas en la toma de decisiones, cuando no aniquiladas.
Este Gobierno debe recordar más a menudo las fundamentales tres primeras palabras del preámbulo de la Constitución Nacional: “El pueblo paraguayo...” No es democracia si se ignora la voz del pueblo, y hoy ese puñado de universitarios, esa minoría ruidosa, es el pueblo paraguayo.