La Semana Santa que viene es una nueva invitación que se nos da para hacer una especial reflexión sobre nuestra vida y estoy segura de que es una de las fechas más especiales del calendario. Aprovechar para analizar el sacrificio y, de paso, disfrutar de la familia.
Después de meses, nuevamente logré ver a algunos familiares que llegaron desde más de 500 km de lejanía. No les explico la emoción y sé que muchos están en las mismas, ya que a la mayoría nos tocó pasar difícil en esta pandemia, y lo que queremos ahora es pasar bien.
Por todo eso, estos días no deberían ser más que de celebración, celebrar el sacrificio y resurrección de Jesucristo por nosotros, porque en esa cruz nos demostró su amor inagotable, que hoy nos invita a disfrutar.
Además, nos enseña que todo ese dolor que Él padeció, hoy no es en vano y él no está a distancia más larga que una oración.
Esteban Larrosa, un uruguayo, escribió una reflexión que la tituló: “¿Moriría por alguien?”, recordando lo que otra persona le dijo, que no creía posible que alguien muriera por él, mostrando cierto escepticismo al significado de la cruz.
Concordó que no es fácil que alguien se deje morir en lugar de otro, porque sí nada más. Es medio ilógico, pero sobre esto hay ejemplos muy buenos todos los días.
Vemos personas que se enfrentan a todo por sus ideales, sin importar qué les pueda pasar. Lo mismo padres, quienes se sacrifican por los hijos a diario. Eso es una muestra de amor.
Imaginate dar todo por alguien que te traiciona, que te hace mal, eso es justamente lo que recordamos esta Semana Santa, que Jesucristo se haya entregado, pese a cómo le dimos o seguimos dando la espalda. Yo valoro esa prueba de amor y sé que muchos respetan esa convicción, como yo respeto a los que deciden no creer.
De igual manera, estos tiempos me enseñan mucho y estoy segura de que a más de uno le invita a hacer una reconciliación necesaria.
A todos nos tocó vivir unos años realmente difíciles y seguimos viviendo momentos duros, tratando de acoplarnos a la vida normal nuevamente. Por eso, pasemos también a dar vida a la alegría y a renacer de vuelta, porque para eso siempre hay una gran oportunidad.
Si estás distanciado de alguien, pudiendo no estar, que este momento lo aproveches para cambiar eso.
No dejemos de lado las tradiciones como estas festividades y sé que muchos no lo hacen, porque a pesar de todo lo malo, creemos que Dios puede hacer algo bueno.
Más allá de disfrutar de las buenas tradicionales comidas que estoy más que segura de que las madres o abuelas elaboran para consentirnos, aprovechemos para aumentar nuestra fe, nuestro amor y valorar a la familia.
Además, que reflexionemos que nuestra vida es una existencia de impacto constante, por eso más en este tiempo, podemos aprovechar y analizar mejor todo lo que hacemos, que busquemos ser edificadores de cosas buenas y buenos ejemplos.
Y más que otra cosa, que este tiempo nos invite a confiar, porque —como dice un versículo—, “en el mundo tendrán aflicción, pero confíen, yo he vencido al mundo”.
Eso nos enseña el sacrificio de Jesús.