19 sept. 2025

Nuevos aires, 3%

La política argentina tiene una habilidad fascinante: La de la eterna sorpresa.

Eso es lo que pasa ahora con Javier Milei, el autodenominado “león libertario” que rugía contra la casta, pero parece que tenía un zoológico entero en la cocina de su casa. El escándalo no es menor: Su hermana, Karina Milei, “el jefe” como él la bautizó –sí, en masculino– supuestamente pedía un tres por ciento de comisión en licitaciones públicas.

3%.Tres por ciento, no más, para que no se note tanto, como si la corrupción fuera dieta keto.

El tema es que al final el “que se vayan todos” –cof, cof, consigna apropiada de las protestas del 2001– no se fue a ningún lado y el cambio que prometían los Milei se parece bastante al vuelto que nunca aparece en los redondeos del súper: Redondeado a favor del mismo de siempre.

A esto se le suma el golpe electoral en la provincia, con una derrota de 13 puntos frente al peronismo, dejó al gobierno libertario como estudiante que llega con discurso revolucionario y se copia en el examen del que siempre criticó.

Las licitaciones. Los libertarios se creían Napoleón en Waterloo, pero terminaron más parecidos a un jugador de Cerro que promete campeonato y se queda en mitad de tabla y puedo decirlo como buena cerrista que soy.

Ahora, una desde Paraguay mira y se ríe para no llorar. Porque si los argentinos están indignados con un 3% de coima, ¿qué nos queda a nosotros que vivimos en el país del porcentaje infinito?

Acá sique las licitaciones no arrancan sin padrino político, las coimas no se piden en voz baja sino en altavoz, y la bronca ciudadana parece quedarse siempre en el mismo estribillo que son todos iguales, que nada va a cambiar o peor, que vamos a estar mejor con los mismos de siempre al poder.

La comparación duele porque en Argentina, con todos sus quilombos, la gente todavía le pega cachetadas electorales a los gobiernos que se pasan de vivos.

Milei perdió con 13 puntos de diferencia, y eso, en mi barrio, es goleada.

En Paraguay, en cambio, la corrupción no solo no te saca votos, a veces hasta te asegura la victoria.

Acá el “castigo” en las urnas brilla por su ausencia y el fraude electoral ya es una noticia sabida, ni se tienen que esconder.

El outsider. Lo tragicómico del caso Milei es que se vendía como el outsider que venía a prender fuego todo lo viejo, y resulta que en el asado del poder también pidió su porción de chorizo. La diferencia con Paraguay es que, por lo menos, allá todavía se genera escándalo. Acá, cuando se descubre un negociado, la reacción dura lo que un suspiro y un titular en la tele. El “¿Y qué esperabas?” nos anestesia.

Hurras libertarias. Quizás la lección sea que la casta no tiene ideología: Puede vestirse de libertarismo o de rojo y rugir como un león o decir “hip, hip, ¡hurra!” el 13 de setiembre. Y mientras tanto, los pueblos seguimos repitiendo el libreto.

En Argentina, indignados. En Paraguay, resignados. El cambio, parece, sigue sin aparecer en la góndola. Y nuestra democracia –en eterna transición– al final, se parece a esa promo de descuentos donde suben el precio para poner el cartelito del 30% off que al final es siempre el mismo precio.

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