El porfiado plan reeleccionista produce roturas en todos lados. Divisiones siempre hubo, pero no recuerdo otro momento con pugnas internas tan variadas y simultáneas.
Los límites de las bancadas parlamentarias se vuelven movedizos e inestables. Nadie puede garantizar los votos seguros ante una votación. Los leales de anoche amanecen hoy con vocación de trashumancia, aunque solo son tránsfugas transitorios, pues en unas horas pueden retornar al redil. Nuestros políticos parecen desorientados y torpes, pero solo son esclavos de una coyuntura inesperada.
Tienen experiencia, conocen el arte de otear el horizonte y detectar el sentido de los vientos. No tienen una pizca de ingenuos y respetan escrupulosamente los códigos de prioridades del gremio: primero los intereses propios, luego los del movimiento, después los del partido y finalmente los de la ciudadanía. Solo que, para no equivocarse, necesitan acopiar datos, chequear apoyos, evaluar ofertas, medir riesgos y beneficios. Un proceso que lleva su tiempo. Eso es lo que la ambición de Cartes desordenó. Lo que debía ocurrir gradualmente en el 2017 se precipitó y obliga a tomar decisiones inseguras que, con frecuencia deben ser rectificadas sobre la marcha.
Por eso la puja en la ANR es tan confusa. Oficialismo y disidencia son etiquetas provisorias, sujetas a la resolución de la incógnita clave: ¿podrá el patrón del partido candidatarse de nuevo? Por eso en el PLRA, efrainistas y llanistas se acusan mutuamente de traidores. No estarían tan nerviosos si pudieran tener más datos sobre sus chances de integrar una lista parlamentaria. Es peor en los partidos de izquierda. Son pocos, pero se las arreglan para fragmentarse. La división no solo es entre Frente Guasu y Avanza País, sino que esta pequeña bancada también se fracturó en dos minipedazos. Todo sería más fácil si tuvieran en claro su tema central: ¿podrá el único líder ganador del sector candidatarse de nuevo?
Así que, cuando vea a los políticos paraguayos actuando como tahýi tarova, esas hormigas de comportamiento alocado e imprevisible, no los culpe. La culpa es de Cartes y su obsesión por reelegirse. Los pobres están desesperados por su propia sobrevivencia, es decir, por su reelección. Elegir al candidato perdedor puede ser fatal. Pero es una joda decidir el rumbo a tomar cuando todavía se discute si hay o no tiempo para hacer una reforma constitucional. Y Cartes los obliga a definirse ahora, antes de los plazos tradicionales. Recién recobrarán la compostura cuando eso se sepa. Mientras, solo les queda el método del tanteo y error. Eso explica que parezcan erráticos. Todo debido al tozudo e improbable camino elegido por Cartes. Ya lo verá, será una pesadilla para él. Pero, mientras, provoca insomnio a los demás.