La promesa electoral de crear 500.000 empleos empieza a preocupar después de un año de gobierno en el que los indicadores se mantienen en los mismos niveles, lo cual significa pésimas condiciones laborales para la gran mayoría de la población adulta. Altos niveles de informalidad, bajos ingresos y en el caso de las mujeres y la juventud importantes niveles de desempleo y subempleo. A pesar del discurso sobre la relevancia del trabajo, la política laboral, de educación y de formación para el trabajo son casi inexistentes en el país.
Las autoridades económicas esperan que el grado de inversión contribuya a generar empleos; sin embargo, no hay evidencia empírica que señale sobre la relación directa entre ambas variables.
La experiencia internacional indica que para que el grado de inversión genere empleos de calidad hay precondiciones intermedias entre las que se encuentran la entrada de inversión extranjera directa, la demanda interna, la infraestructura y el capital humano.
Nuestra realidad es de altos niveles de informalidad, bajos ingresos y en el caso de las mujeres y la juventud importantes niveles de desempleo y subempleo, aspectos que deberán ser considerados más allá de la cantidad de empleos. A pesar de los discursos de los políticos sobre la importancia del trabajo, la política laboral, la educación y la formación para el trabajo son casi inexistentes en el país.
En primer lugar, la inversión extranjera directa no llega a un país solo porque tenga grado de inversión. Además de esta condición se requiere seguridad jurídica, infraestructura y servicios de calidad, tres importantes deficiencias en Paraguay.
Cualquier informe nacional o internacional da cuenta de los graves problemas que enfrenta el país en el cumplimiento de las normas.
Cotidianamente somos testigos de la arbitrariedad, la impunidad, los conflictos de intereses, la primacía de los intereses particulares frente al bien común. Si bien en los últimos años hubo un significativo esfuerzo en la infraestructura, los servicios básicos continúan siendo un obstáculo para la productividad, desincentivando la inversión.
En segundo lugar, aunque llegue la inversión del exterior, esta no garantiza la generación de empleos y menos de calidad.
Las noticias sobre las nuevas inversiones en Paraguay dadas a conocer por los ministerios encargados coinciden con algunos estudios que demuestran el bajo impacto relativo en el empleo.
La instalación de nuevas empresas, sean nacionales o internacionales, exige trabajadores con suficiente capital humano. Eso implica un mayor esfuerzo público en la educación formal y educación para el trabajo.
En Paraguay, la educación media no está universalizada y quienes logran llegar a esta y finalizarla no cuentan con las competencias mínimas según varias evaluaciones realizadas en el país. La población ocupada apenas cuenta con 10 años promedio de estudio.
A pesar de estos pésimos resultados, Paraguay invierte la mitad de lo que debiera, tanto en salud como en educación, los dos componentes más importantes de la acumulación en capital humano.
En ningún país del mundo, la generación de empleos de calidad, es decir bien remunerados y con seguridad social, se dio de manera automática o gracias al sector privado, interno o externo.
En todos los casos exigió esfuerzos en deliberados en todos los ámbitos señalados en los párrafos anteriores. Incluso Paraguay es un buen ejemplo con más de una década de crecimiento económico sin mejoras en el mercado laboral.
No hay países que hayan pasado a un estadio del desarrollo más alto sin un Poder Ejecutivo que funcione implementando las políticas sociales con efectividad, un Poder Judicial que penalice el incumplimiento de la ley y un Poder Legislativo que desarrolle el marco legal basado en el bien común.
Si el Gobierno quiere cumplir su promesa electoral debe implementar las políticas necesarias. No hay milagros ni sector privado que puedan crear empleos sin el contexto adecuado para el desarrollo de los negocios.