15 sept. 2025

Alegría ciudadana y lecciones que nos deja la Albirroja

Nuestro país, muy aficionado al fútbol, estuvo ausente en los últimos tres Mundiales. Es por eso que el regreso –después de 16 años– al torneo más importante de este deporte desató un bullicio pocas veces visto. La alegría desatada en las calles, y la multitud celebrando bajo una misma bandera habla de unidad, pero también deja otras lecciones, como la necesidad de tener liderazgos positivos que sean capaces de conducir y valorar las capacidades. Para superar los obstáculos, se necesita algo más que garra guaraní; los albirrojos nos mostraron eso.

La clasificación de la Selección Paraguaya de Fútbol al Mundial 2026 desató la euforia nacional. Este logro deja resultados positivos a nivel económico, colabora con el humor social colectivo y nos deja una serie de aprendizajes.

La clasificación deja un saldo positivo para sectores de la economía, como el de los bares y restaurantes, patios de comida de centros comerciales, plataformas de viaje, venta de artículos deportivos e incluso la venta informal de banderas, camisetas, alimentos y bebidas. Se debe tener en cuenta que este sector equivale al 35,1% del producto interno bruto (PIB), y según el Informe 2024, el tamaño de la economía subterránea en Paraguay se encuentra en USD 15.777 millones. Por esto, no se puede subestimar el impacto positivo para miles de paraguayos que sostienen a sus familias con estas labores.

El presidente de la Asociación de Bares del Paraguay, Augusto Insfrán, había señalado que aumentó mucho el movimiento, especialmente el día del partido jugado el jueves 4 de setiembre, contra Ecuador, en el estadio Defensores del Chaco. “Durante todo este periodo, en que la Selección empezó a levantar vuelo, se notó una mejora significativa en nuestras ventas, sobre todo al transmitir los partidos. Eso no solo benefició a los bares, sino también a toda la cadena de proveedores”. Resaltó que la noche de la clasificación, prácticamente todos los locales trabajaron a casa llena y las facturaciones se incrementaron en un 100%, e incluso se generaron más puestos laborales temporales, porque todos tuvieron que reforzar el servicio para responder a la demanda.

En otro ámbito, también es importante hacer la reflexión sobre el significado de un esfuerzo que se proyecta más allá del campo deportivo. No caben dudas de que esta Selección Nacional es un modelo de resiliencia, sacrificio y tenacidad. Recordemos las últimas tres eliminatorias y la frustración que supuso cada vez que el equipo quedó fuera del torneo. Y, aunque mucho se ha repetido, es notorio el rol que ha cumplido el actual director técnico, Gustavo Alfaro, quien logró rescatar a una Albirroja que estaba desmotivada y desilusionada. El técnico, conocido por un estilo didáctico, logró infundir nuevos ánimos a los integrantes de la Selección.

Este es uno de los aprendizajes que deja la clasificación, la necesidad de tener liderazgos positivos, contar con personas que sepan potenciar las capacidades, y valoren la identidad del grupo, o en todo caso de la sociedad. Que, reconociendo la realidad dura que vivimos a diario, a nivel social, económico y político, es posible superar obstáculos y avanzar, pero para eso es imprescindible contar con líderes positivos e inteligentes, que sean íntegros y honestos.

Considerando los graves problemas y las carencias que nos aquejan como país, y que afectan a la población, en cuanto al acceso a derechos básicos como salud, empleo y educación, más que nunca el pueblo necesitaba una inyección de buenas noticias, porque esta clasificación al Mundial es algo más que panem et circenses.

Importa mucho el sentir del pueblo, porque como escribía en las redes sociales el jugador de la Selección Ángel Romero: “Ser paraguayo es mucho más que nacer en una tierra delimitada por fronteras: es heredar la fuerza de un pueblo que resistió guerras, dictaduras y silencios impuestos, pero que nunca perdió la capacidad de levantarse. Es crecer con raíces profundas, sostenidas en la resiliencia, en la memoria y en la fe de que siempre se puede volver a empezar. En definitiva, ser paraguayo es ser esperanza hecha persona: es mirar la vida con cicatrices, pero también con la certeza de que, mientras haya unión, dignidad, trabajo y sacrificio, siempre habrá motivos para celebrar y soñar”.

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