Hablando de los bomberos... En medio de la desgracia que nos golpeaba, el Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Paraguay tuvo que enviar un SOS por sus dificultades económicas para combatir los incendios forestales, y salieron a pedir al Ministerio de Economía que acelere el proceso para el desembolso de G. 7.000 millones que reciben del Gobierno cada año. En plena crisis, debían enviar móviles con combatientes; el envío de cada móvil tiene un gasto aproximado de G. 5 millones, y ni siquiera era para la subsistencia de los voluntarios, su comida, agua y otros suministros básicos. El pedido de emergencia era para que los bomberos pudieran llegar al lugar a apagar el incendio.
Esto debe ser muy frustrante para gente que ni siquiera cobra por esa labor, y tiene que suplicar que liberen fondos que ya están presupuestados, mientras los parásitos nepobeibis reciben sus millonarios salarios sin demora alguna.
Lo que perdimos en esta semana de incendios que –por ahora– han sido controlados es inconmensurable.
Cientos de hectáreas verdes se convirtieron en árboles calcinados, cenizas y tierra desierta. El incendio forestal arrasó con cerca de 200.000 hectáreas, y más de 3.000 hectáreas del Monumento Nacional Cerro Chovoreca, según datos del Instituto Forestal Nacional (Infona). El Cerro Chovoreca es un área de gran belleza, es único y probablemente no estamos dimensionando los alcances de nuestra pérdida.
En cada temporada de incendios, repetimos el mismo patrón de conductas y nos obligan a escuchar los mismos discursos que intentan culpar al común que quema su basura porque dizque no quiere pagar el servicio de recolección de basura. Claramente ese no fue el detonante de los incendios forestales. Pretenden equiparar la quema alevosa de cientos de hectáreas con quemar la basura en el patio, y eso es falso.
Culpar a la gente no sirve de nada, y las autoridades deben asumir también que la falta de conciencia o solidaridad ambiental (por decirlo de alguna manera) del ciudadano se debe a la ausencia de una política pública que incluya en nuestra educación el cuidado del ambiente.
Por qué si no es que la gente tira sus basuras a los raudales cuando llueve, por qué la gente sigue quemando la basura en el patio, y por qué la gente no valora cada plantita, especialmente esas que crecen en las veredas.
Aquí en el centro, cerca del diario sobre la calle Presidente Franco, un día alguien plantó unos árboles. Las plantas chiquitas fueron creciendo a la buena de Dios, quién sabe cómo lograron sobrevivir sin riego constante ni cuidados, y encima con la agresión cotidiana del humo del combustible de los vehículos. Algunas de esas plantas ya alcanzaban un buen tamaño, cuando el otro día me fijé que alguien había destrozado uno de esos arbolitos.
Los árboles son demasiado importantes para nosotros, absorben los gases contaminantes y mitigan el cambio climático; en nuestras ciudades con tanta contaminación ayudan a mejorar la calidad del aire que respiramos, absorben las partículas de polvo y de humo, y ayudan a enfriar el ambiente.
Las mismas autoridades que nos culpan de los incendios no son capaces de organizar bien la recolección de residuos, mantener limpias las calles ni educar a la gente en la conciencia ambiental. Por eso, no hay conciencia ante la deforestación de nuestros bosques, y aceptamos que llenen la Costanera de palmeras en vez de árboles nativos.
Puedo vernos en pleno diciembre con 48 grados de calor calcinándonos al sol mientras aguardamos ese bus chatarra que nunca llega. Y esa sombra que nos va a faltar será por culpa del energúmeno que destruyó aquel proyecto de árbol que crecía en la vereda.