El Banco Mundial mejoró la perspectiva de crecimiento de Paraguay al 3,7% del producto interno bruto (PIB). Esta estimación aumentó en 0,2 puntos porcentuales con respecto a la última estimación de crecimiento del país. Paraguay viene creciendo desde 2003, lo que hizo que en 2014 pasara de ser un país de ingreso medio-bajo a un país de ingreso medio-alto. En la región, Chile, Panamá y Uruguay son países de ingreso alto, mientras que Honduras y Bolivia son de ingreso bajo. Sin embargo, esta evolución positiva no ha significado mejoras sustanciales en la calidad de vida ni una trayectoria hacia el desarrollo.
Parte del problema está en que este crecimiento no modificó estructuralmente el mercado laboral. Este persiste caracterizado por la informalidad, los bajos niveles de ingresos, la exclusión de mujeres y jóvenes, la mala calidad del trabajo, ya que la mayoría de las personas ocupadas quedan fuera de los beneficios de la seguridad social y con organizaciones sindicales débiles, lo que genera asimetrías de poder en las negociaciones y escaso capital social para integrarse a mercados de manera más competitiva y en igualdad de condiciones.
Lastimosamente, Paraguay figura entre los países con alta proporción de trabajo infantil y adolescente. El criadazgo persiste, haciendo de las niñas y adolescentes un blanco perfecto de la explotación laboral y de todos los tipos de violencia posibles. El trabajo forzoso y servidumbre por deuda en Paraguay está presente en las comunidades indígenas quienes además fueron excluidos legalmente del acceso a la seguridad social del IPS en el Chaco, generando una discriminación posiblemente inconstitucional. Los trabajadores de establecimientos ganaderos, siendo la ganadería uno de los rubros más importantes en Paraguay, no tienen derecho al salario mínimo general.
Todos estos grupos nunca podrán dejar la pobreza aunque trabajen 12 horas diarias, ya que sus remuneraciones no superan el monto de la línea de pobreza. Esto de hecho se verifica en las estadísticas nacionales, ya que son grupos cuyos niveles de pobreza se encuentran muy por encima del promedio nacional.
Es inconcebible que ramas de actividad de alta productividad y competitividad no solo no paguen salario mínimo ni garanticen la seguridad social, sino que además sean los sectores de trabajo más precarizados.
Una situación similar ocurre con los trabajadores de la construcción. A pesar de que esta rama fue una de las más dinámicas en los últimos años gracias al financiamiento público que significó un enorme aumento de la deuda, su tasa de informalidad llega al 87,5%. Es decir, este sector lidera el porcentaje de informalidad y casi la totalidad de los trabajadores se encuentran en esa situación.
El desafío del crecimiento económico es crear empleos de calidad, es decir, por lo menos con salarios mínimos y seguridad social. La ciudadanía ni el Gobierno deben conformarse con malos empleos, ya que ello afecta a la calidad de vida, a la posibilidad de reducir la pobreza y, sobre todo, a la construcción de un país desarrollado en el mediano y largo plazo.
En 1972, un informe del Instituto Tecnológico de Massachusetts y el Club de Roma, se anticipó que el crecimiento no es suficiente para garantizar el desarrollo. Después de este reporte, otros cinco documentos provenientes de comisiones formadas especialmente para analizar el rol del crecimiento económico en el desarrollo, con la participación de premios nobeles como Amartya Sen y Joseph Stiglitz alertaron que el PIB no es un buen indicador de éxito económico. Sin embargo, Paraguay, detrás de algunos organismos internacionales, sigue utilizando este indicador para mostrar algún tipo de logro económico. Estos reportes nos señalan la necesidad de ir más allá del PIB para festejar avances económicos.