Esta semana, sin embargo, durante dos días seguidos su habitual locuacidad fue reemplazada por incómodos titubeos y respuestas nerviosas que no parecían convencer ni a él mismo.
La primera vez fue cuando el equipo político de Honor Colorado tomó la pésima decisión de seguir apoyando la permanencia de Hernán Rivas en el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados. Mientras se acumulaban evidencias de que el mismo no había pisado jamás un aula universitaria, un grupo de parlamentarios tuvo que salir a defenderlo. ¡Qué imagen patética! Un Rivas que pretendía quedarse callado aparecía rodeado por Bachi Núñez y Beto Ovelar, mientras Nano Galaverna posaba una mano sobre su hombro, con un simbolismo mitad protector, mitad mafioso.
El discurso de Beto fue muy poco convincente. Un hombre formado como él sabía que estaba defendiendo lo imposible. Pero las lealtades partidarias obligan a este tipo de cosas. Cuando la prensa forzó a Rivas a decir algunas palabras, las miradas de Núñez y Ovelar trasuntaban lo mismo: La sensación de catástrofe inminente. Que fue exactamente lo que ocurrió. Rivas dijo una incoherencia tras otra, involucró a Beto en una incomprensible comparación sobre su sexo y terminó ratificando lo obvio: No está preparado para el cargo.
Horas después, Rivas presentó su renuncia. Beto se hubiera ahorrado la incomodidad si en el Quincho no existiera tanta soberbia. Imponer a toda costa a Rivas en el Jurado de Enjuiciamiento –¡Como si en Honor Colorado no existieran otros abogados!– fue exactamente eso: Un acto de caprichosa arrogancia.
Al día siguiente, Beto se topó con un enjambre de periodistas al acecho en los pasillos del Congreso. Es que se supo que Santiago Peña planteó un aumento salarial de cinco millones de guaraníes para los legisladores, con lo cual pasarían a ganar 37 millones de guaraníes mensuales. Por donde se la mire, la medida es irracional, impopular e indefendible ante la ciudadanía. Además, ni buscando con lupa se podría encontrar un peor momento para impulsar una iniciativa de este tipo. Justo cuando el Parlamento está en la boca de todos por su escandalosa procacidad e ignorancia.
¡Vaya coyuntura la elegida por Peña para elevarles la dieta! Al parecer era una exigencia de los parlamentarios para aprobar el aumento que Peña quiere darle al Ejecutivo. En cualquier caso, es un mensaje totalmente contradictorio con el presupuesto austero y sin aumentos salariales para nadie que había prometido el ministro de Economía, Carlos Fernández Valdovinos. Si hay excepciones, ¿por qué comenzar justamente por los que menos necesitan, por los que menos merecen?
Supongo que el presidente del Congreso sabía que era más fácil justificar a Hernán Rivas que justificar este engorde de dieta. Se habrá dado cuenta de que el argumento del aumento es “una estrategia para combatir la corrupción”, como lo sostuvieron el presidente de la Cámara de Diputados, Raúl Latorre, y el senador Bachi Núñez, es una barbaridad moral y jurídica. Con este criterio, la Policía Municipal de Tránsito, que no tuvo aumento de sueldo, estaría habilitada a coimear.
Pero, una vez más, tuvo que salir al frente por algo que él no hizo. Y lo tomaron desprevenido. Por eso, cuando quiso minimizar el monto del “aumentazo” de las dietas parlamentarias se le ocurrió decir que no era para tanto, que él “solo percibe 7 millones al mes por los descuentos”. ¡Para qué! Le recordaron que Santiago Peña le devolvió a su esposa su cargo de directora jurídica de Itaipú, con un salario de más de cien millones de guaraníes mensuales, y que sus familiares políticos ubicados en puestos públicos le cuestan al Estado 2.600 millones anualmente.
Él sabía que de esos temas no le convenía hablar. Él no pidió el aumento. Pero le pillaron por sorpresa. Definitivamente, al senador Ovelar le viene mejor discurrir sobre filosofía que tener que dar la cara por lo que deciden otros.