03 oct. 2025

Los padres de Z

Desde que se estila poner nombres especiales a las generaciones humanas, según su año de nacimiento, una gran esperanza se ha puesto en la Generación Z o “centennials”, nacidos entre 1997 y 2012. Son los primeros “nativos digitales”, criados con internet, smartphones y redes sociales. Esperanza por sus grandes posibilidades de acceso a información, posibilidades autodidactas, por su creciente interés en causas sociales, su versatilidad y sus aspiraciones de progreso. Pero también preocupación porque, sin duda, son de los más afectados por los cambios sociales relacionados a la crisis de la familia y la vida comunitaria, que son célula básica y fuentes de estabilidad para toda sociedad.

Recordemos que, por ejemplo, en 1997, la tasa de natalidad en Paraguay era de 29,56‰ (nacimientos por cada mil habitantes) y la tasa de fecundidad era de 3,9 hijos por mujer. Éramos familias en las que se crecía con hermanos y amigos del barrio a los que conocíamos y tratábamos cara a cara. Para 2025, la tasa de natalidad ha descendido a 15,85 por mil y la tasa de fecundidad ha llegado al bajísimo porcentaje de 2,4 hijos por mujer. No es extraño ver niños solos en este tiempo. Y digo solos, no únicos, con toda su connotación.

No hay datos de divorcios entre 1997 y 2012, pero sí sabemos que se reportaron cerca de 15.000 juicios de divorcio entre 2022 y 2023, es evidente la tendencia al alza en los procesos de disolución matrimonial. Esto no es un dato menor si hablamos del colchón familiar para estos chicos.

En cuanto a la tecnología, no hacen falta muchas estadísticas, sino simple convivencia con ellos y nos damos cuenta de que son la generación nativa digital. Para nosotros el acceso a internet desde el año 1996 y la aparición de las redes sociales en el siglo XXI fue una novedad, algo significativo que ligábamos en sus inicios a oficinas políticas internacionales y universidades como OEA, UNA, UCA, desde donde vimos su expansión. Para la Generación Z ya es pan nuestro de cada día.

En lo que sí hay estadísticas es que, en 2024, casi el 85% de los paraguayos que ingresan a internet lo hacen para usar redes sociales, mensajería instantánea (97,5%) y comunicaciones telefónicas (91,8%).

En las redes sociales los chicos Z se encuentran, desarrollan identidades, comparten problemas y visiones del mundo, acceden a todo tipo de perfiles mediáticos que influyen en su forma de comunicarse, de estar en el tiempo y en el espacio, y de proyectarse para el futuro. Lo que no es fijo es que esa conectividad creciente vaya en paralelo a la profundidad y estabilidad que las relaciones humanas más bellas necesitan.

Pero la realidad, que como sabemos es testaruda, suele querer sacarlos de a ratos de su mundo tecnológico y atraerlos de nuevo a las vivencias personales y al contacto con la naturaleza y los demás en el mundo. No siempre lo logra, lastimosamente. Y la alienación, así como la falta de consistencia no son poco comunes entre ellos.

Tanto los padres X, nacidos entre 1965 y 1980, como los abuelos, nacidos entre 1946 y 1964, hemos tenido mejor suerte con los procesos guiados de introducción a la realidad por la vía del sacrificio que nuestras circunstancias requerían. Muchos nos adaptamos a su mundo lo mejor posible, pero hemos adoptado una posición muy pragmática, a veces cínica y, sin duda, demasiado materialista. Hemos sido testigos de varios cambios culturales e innovación tecnológica, pero también somos responsables de mucha de la inestabilidad familiar y social que les afecta, tanto por exceso, como por defecto.

Sobre este punto, hemos de decir que los adultos tenemos que hacer un autoanálisis e incluso mea culpa, para ello, podemos llamarnos también Z, pero por Mazinger Z o que. Aquel personaje de serie japonesa de anime que se popularizó tanto entre los años 70 y 80, y cuyo protagonista recogió la herencia moral de su abuelo científico, junto con el acceso tecnológico, ambos tesoros se le dieron nada menos que para salvar al mundo de los malos y corrompidos ex colegas racionalistas y ambiciosos del abuelo… Una simbología que podríamos considerar, dadas las circunstancias del mundo de hoy.

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