18 ene. 2025

Las vueltas de Peña en 80 días

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No hay márketing político que supla la mala gestión política, porque el márketing considera a las personas como consumidores y no como ciudadanos. Quizá este sea el error más grave que viene cometiendo Santiago Peña en sus primeros 80 días al frente del Gobierno. El presidente de la República siempre estuvo cobijado y blindado por su padrino político, Horacio Cartes, primero como ministro de Hacienda, y luego como candidato. Ahora está nadando en las turbulentas aguas del poder, siendo su desafío más importante mostrar independencia y desacople de su mentor. Y eso le lleva a cometer errores porque no todas las decisiones pueden debatirse en el quincho (en un Gobierno se toman decenas de decisiones por día), porque hay doble comando y porque un gobierno bicéfalo genera confusión de lealtades.

Hasta el momento, los mayores dolores de cabeza del presidente fueron provocados por sus propios compañeros de movimiento (crisis penitenciaria, invasores VIP, Hernán Rivas, Petropar, etc.). Pero también hay gestiones desacertadas del Ejecutivo, como la propuesta de auto aumento salarial del Gabinete, que tuvo su pico de escándalo con la suba para los legisladores; o el pésimo manejo de las relaciones internacionales, que ni siquiera están vinculadas a los intereses nacionales como la rispidez con EEUU (por calificar corrupto a Horacio Cartes) o generar tensión innecesaria con la Unión Europea, un conflicto artificial que creó Honor Colorado en plena campaña electoral para estafar al electorado con la mentira de la ideología de género.

RECULAR. Esta palabra, que significa desandar, volver atrás, se va convirtiendo en una marca irritante para Peña. Porque una cosa es marcar distancia para enviar señales políticas a una ciudadanía más allá de la frontera colorada, como el desafuero del senador Erico Galeano o el veto a la escandalosa expropiación de tierras del Ministerio de Defensa propiciada por el líder del cartismo, senador Bachi Núñez, y otra es asumir los costos políticos de algunas decisiones polémicas.

Los retrocesos han seguido esta semana. La primera fue deshacer el pedido de aumento salarial para el Ejecutivo y el Congreso, en medio de contradicciones entre los cartistas. Primero defendieron el aumento, luego retrocedieron, luego dijeron que aprobarían “a libro cerrado”, lo que implicaba aceptar la suba para el presidente y los ministros, luego tuvieron que aclarar que no era así. Se les perdió la pelota.

Pero la más humillante fue sin dudas archivar el intento de derogación del convenio con la Unión Europea, ratificando que fue la estafa electoral más perversa de toda la democracia. Los cartistas mintieron deliberadamente sobre el contenido del convenio de apoyo a la educación, metiendo miedo a la población y así ganar votos con ayuda de las iglesias evangélicas y Iglesia Católica que se prestaron a la farsa, generando una polarización innecesaria en la sociedad. Además, desgastaron la imagen del país por razones puramente electorales por esa mala costumbre paraguaya de llevar a nivel internacional sus asuntos domésticos como muestra clara de la mediterraneidad política.

El cartismo, preso de sus contradicciones, hoy está desatinado porque no tiene forma de explicar semejante estafa. Incluso hubo quiebre en el Senado a la hora de la votación. Esto obligó al presidente Peña a visitar a los obispos católicos el lunes y el viernes el Centro Familiar de Adoración.

Hay que estar alertas sobre la moneda de cambio que exigirán los “estafados” al Gobierno y lo más probable es que sea en el área educativa. El avance de los fundamentalistas religiosos traerá retrocesos preocupantes en la educación pública, donde serán víctimas los niños y niñas vulnerables, los que no tienen capacidad económica para escapar de su destino.

Aunque observando algunas conexiones religiosas con el poder, no hay traición que no se perdone con un buen diezmo.

En este punto, es importante recalcar para el archivo histórico que no todos los colorados acompañaron este desatino. Varios disidentes elevaron su voz de protesta, asumiendo el riesgo de perder votos, así como valientes opositores que también pagaron los costos electorales. Ganó la racionalidad, pero el país pagó un alto precio en un debate que consumió más de un año para volver al punto cero. No hubo modificaciones al convenio con la UE y el intercambio de notas fue otra farsa que escenificaron para seguir mintiendo a sus electores.

Para finalizar la semana, Peña dio marcha atrás en la polémica desvinculación de 187 contratados en Itaipú en la era Abdo. Hace días nada más justificaba los despidos señalando que era una decisión dolorosa pero correcta. Luego de las protestas y los cuestionamientos por la injusta decisión, el viernes anunció que se estudiará caso por caso para que “se haga justicia con la readmisión de quienes por mérito corresponda”.

Quizá la lección más importante para Peña en estos primeros ochenta días sea aprender a gobernar sin la acotada y enceguecida mirada de la revancha política, que el país no es patrimonio del Partido Colorado, y entender que el mundo va mucho más allá de los mezquinos intereses que se tejen en un domicilio particular que pretende dominar al Estado.

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