24 abr. 2024

Las abuelas que revitalizan la lengua guaná para preservar la identidad de su pueblo

Son cuatro abuelas de la comunidad indígena Río Apa del pueblo Guaná, distrito de San Lázaro, Concepción. Estas mujeres y los miembros de la comunidad superaron las dificultades y articularon acciones para evitar que la lengua caiga en el olvido ante el peligro inminente de extinción.

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Y solo cuatro abuelas hablan guaná, en la comunidad indígena Río Apa.

Foto: Secretaría de Políticas Lingüisticas.

Esta comunidad está compuesta por 120 personas y se encuentra a siete kilómetros de la planta cementera de Vallemí. La historia de este pueblo se pierde en el tiempo. Sus originarios provienen de la zona del Chaco (Puerto Sastre) y hace 40 años están asentados en el Departamento de Concepción.

La lengua guaná es hablada solamente por estas cuatro abuelas: Lucía Martínez, Vicenta Sánchez, Azucena Portillo y Modesta Sosa. Sin ellas, muere una forma de ver el mundo desde la cultura y realidad de este pueblo indígena.

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Hace cinco años nació la idea de enseñar a los niños, jóvenes, mujeres y varones para revitalizar esta tradición que se fue perdiendo con el paso del tiempo, el contacto con el idioma guaraní y la diáspora que obligó al pueblo a abandonar sus tierras en la Región Occidental.

La tarea no fue fácil, pero se encaminó con la acción de la Secretaría de Políticas Lingüísticas y el apoyo del cacique Miguel Cuellar. Se fortaleció la idea de preservar y fomentar la identidad de esta familia lingüística de los Maskoy. En Paraguay hay 19 etnias y cada una tiene su propio idioma. Hoy la cita con las abuelas forma parte de la rutina de esta comunidad.

Los sábados se hacen los encuentros con los niños y jóvenes (en horas de la mañana). Luego con las mujeres. Los domingos se repite con los varones. Una escuela abierta donde las vivencias y el encuentro ayudan a recuperar la memoria del pueblo.

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Foto: Secretaría de Políticas Lingüisticas.

Dramatizar la vida cotidiana como estrategia

Ramón Barboza, de la Dirección General de Documentación y Promoción de la Lengua Guaraní (Secretaría de Políticas Lingüísticas), es uno de los colaboradores que acompaña el proceso de esta comunidad. Rescata que al inicio avanzaron principalmente con los niños y jóvenes que fueron aprendiendo algunas palabras sueltas como los nombres de animales, los cubiertos así como el saludo.

Para motivar más a la comunidad, sumaron algunos cantos infantiles que fueron estructurando al traducir algunas palabras del guaraní. Lo sorprendente es que la idea de dramatizar algunas escenas de la cotidianeidad de ellos tuvo una aceptación principalmente en los jóvenes y mujeres.

“Se trató de dramatizar la vida cotidiana de ellos en su idioma. Funcionó. Aprendieron más rápido cuando ensayaban porque todos vienen a mirar, repiten las palabras y así van memorizando la lengua entre todos los miembros de la comunidad. Les gusta a los niños, a los jóvenes. Y muchos se prestaron para la actuación. Sin miedo y temor”, afirmó Barboza.

“Superaron la timidez para actuar”, agregó. Hoy en las conversaciones mezclan el guaraní con el guaná. El desafío ahora es formular oraciones para que puedan decir completamente en la lengua originaria.

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Una actividad que ayudó a levantar la autoestima de la comunidad fue un conversatorio que se realizó en el 2017 en la Gobernación de Concepción. Allí analizaron el impacto y la importancia de conservar la lengua. Esto motivó a que sigan trabajando y abriendo camino.

Para el líder cacique hubo avances significativos y desafíos para seguir trabajando por conservar la lengua. Es consciente de las limitaciones que pueden surgir el entorno.

“Hicimos una reunión con las abuelas y siempre pensamos cómo recuperar nuestro idioma. Entendemos lo que dicen, pero no podemos hablar. Hay que recuperarla, ya nadie habla. Que va pasar cuando todas mueran”, significó.

Además de la lengua, las abuelas enseñan a los jóvenes algunos trabajos de artesanía para hacer pantallas, sombreros, canastos diferentes, el kyha de caraguata.

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Foto: Secretaría de Políticas Lingüisticas.

Documentación

La idea de recuperar la lengua guaná se conjugó con el trabajo del lingüista estadounidense Shaw Nicholas Gynam, luego de que se haya logrado un acuerdo de trabajo con la Secretaría de Políticas Lingüísticas para iniciar un proceso de documentación de la lengua.

El trabajo consiste en el diseño de recomendaciones para la grabación, caracterización del alfabeto guaná y más adelante de un diccionario del idioma que será utilizado para la alfabetización del pueblo.

Ante algunas dificultades que se presentaron, más adelante contactaron con otro lingüista alemán que vive hace 30 años en el Chaco y está casado con una mujer nativa. Conoce a fondo la lengua, hasta conversa con las abuelas. Hizo un trabajo de investigación con algunas publicaciones. Están trabajando y dando forma.

Si todo avanza, para el 2020 podrán presentar el diccionario que estará en cuatro idiomas: el guaraní, el guaná, el castellano y el inglés.

Una acción que servirá para afianzar el trabajo es que el próximo año se implementará en la educación indígena, en cada escuela de cada una de las comunidades, el que puedan dedicar media hora para conversación entre docentes y alumnos. La pérdida de la lengua no solamente se da con el guaná, sino también en otras comunidades.

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Foto: Secretaría de Políticas Lingüisticas.

La Diáspora

Los originarios del pueblo Guaná vivían en la zona del Chaco, específicamente en Puerto Sastre, departamento de Alto Paraguay. Las grandes empresas tanineras compraron todas las tierras para la instalación de fábricas cuando se vendieron todas las tierras públicas en la década de los 70.

Fueron obligados prácticamente a trabajar con los paraguayos en las tanineras, los quebrachales y en el arado con bueyes.

Comenzaron a aprender a utilizar el guaraní debido al contacto con los trabajadores. De a poco fueron perdiendo su lengua. En 1962, Puerto Sastre se vende con unas 330.000 hectáreas a una empresa italiana y ellos son expulsados de sus tierras.

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Comienza la diáspora del pueblo Guaná. Primero se ubicaron en un puerto, en un lugar llamado Cerrito. Un tiempo subsistieron con víveres gracias a la ayuda de los religiosos. Lograban trasladarse hasta una estancia de la familia Casado, y cruzaban a Vallemí en canoa para hacer changas (lavar ropas, barrer y los hombres limpiaban patios).

Pasaron algunos años así hasta que se empezaron a instalar en los alrededores de la cementera. Hacían ranchos de cartón y tambor para su techo. De a poco se fueron quedando en el lugar, ante el peligro de cruzar diariamente el río. Luego, se dispersaron.

Algunos fueron nuevamente al Chaco para trabajar con los menonitas y otros fueron a Asunción. Los integrantes de esta comunidad asentados cerca del río Apá actualmente se dedican a vender hierbas medicinales y escobas de karanday.

Cuentan con una huerta de proyecto Proders y producen tomate y locote en Vallemí. Algunas mujeres trabajan de empleadas domésticas; mientras que los varones, algunos tienen trabajo en el INC en forma temporal. Luego van a las estancias para hacer limpiezas y cuidar el alambrado.

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