ITAPÚA
Durante la Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, desde 1932 a 1935, los hombres fueron los protagonistas principales. Pero la contienda también ha mostrado el heroísmo femenino en el desarrollo del conflicto. Por ejemplo, las maestras que enseñaban en las escuelas a los niños no solamente el plan de estudio, sino a cultivar huertas para enviar alimentos al Chaco.
Se plantaba tabaco para mandar cigarros al frente, también maíz y poroto. Los niños iban a la escuela todo el día en un turno para estudiar y en el otro para trabajar en la huerta. También se crearon juntas de aprovisionamiento del campo como comisiones vecinales presididas por mujeres que se encargaban de la forma de administrar.
El rol femenino en la guerra también tenía que ver con las enfermeras y madrinas, sobre todo las primeras enfermeras que viajaron al Chaco después de la Batalla de Boquerón a finales de 1932. Es que la historia cuenta que en la Batalla de Boquerón se tenían solo camilleros y enfermeros mal instruidos, lo que fue uno de los graves problemas, ya que poseían poca formación. Hubo otros roles que las mujeres paraguayas cumplieron durante el conflicto bélico de manera destacada.
Pero la historia de Ramona Catalina González rompió todos los esquemas. Se disfrazó de hombre y acompañó a dos de sus hermanos al Chaco, donde peleó durante dos años hasta que fue descubierta que era mujer. Es que ni en la Guerra Grande ni en la Guerra del Chaco se permitía el enrolamiento de mujeres.
Catalina González se hacía llamar Ramón el Toro en la guerra. Ramón Rojas González, odontólogo y músico que vive en Bella Vista, Itapúa, es sobrino de la guerrera y días pasados le visitó a su tía Alejandrina de 104 años de edad que vive en Tavaí, Caazapá. La anciana con notable memoria relató lo que hizo su hermana mayor, causando un hecho de heroísmo femenino extraordinario.
“Catalina se presenta con su hermano, se corta el cabello y se viste de hombre. Se va a la inspección médica. La inspección no exigía desvestirse, era solo a vista por el médico, se les entregan los pertrechos y se les enseñaba a manejar las armas para luego ir en barco rumbo a Puerto Casado”, recordó la anciana mujer a su sobrino.
Alejandrina dijo que en el año 1932 Ramona Catalina trabajaba con el coronel Rafael Franco cuando su hermano Miguel se alistó en el ejército para ir a la guerra. Entonces ella pidió autorización al coronel para acompañar a su hermano, pero la petición le fue negada, pero ella siguió firme en su postura y no le quedó otra alternativa que disfrazarse de hombre para ir al Chaco.
“La única persona que conocía su secreto era el pa’i Pérez. Ella después de dos años ascendió a sargento primero y un día por problemas menstruales se le comunicó al comando que el sargento y un soldado estaban desertando. El coronel Luis Irrazábal ordenó el fusilamiento de ambos, ante esta situación Ramón Toro pidió que se lo mate a él, pero no al soldado, confesando que era mujer. Irrazábal pidió un médico de sanidad que le revisara, descubriendo que era cierto, era mujer”, comenta Ramón Rojas González.
Tras este hecho, Catalina fue enviada a Asunción, con honores. Era la hermana de Bernardo, Francisco, Pascual, Miguel, Froilán, Alberto, Evangelista, Gerónima, Dolores, Natividad y Brígida, quien fue la madre de Ramón, fallecida en Bella Vista hace 27 años. Miguel murió en la guerra.
Varios de los hermanos de Catalina aún viven entre Encarnación, Tavaí, Argentina, Pirapó, Bella Vista y en otros puntos del país. Todos tienen encima de los 100 años. Son oriundos de Caraguatay, Cordillera, y sus padres fueron Norberto González y Filomena Espínola.
En 1995, el entonces presidente de la República, Juan Carlos Wasmosy, le entregó una distinción en honor al mérito a excombatiente y la medalla honorífica de las Fuerzas Armadas de la Nación. Tenía entonces 94 años y poco después había fallecido.