20 may. 2024

La invitación de Navidad

Gustavo A. Olmedo B.

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En Areguá los artesanos que ofrecen novedosos trabajos y las infaltables piezas para el pesebre tradicional paraguayo.

Foto: Amadeo Rolandi.

“La Navidad no encaja en absoluto con el mundo moderno”, decía el notable G. K. Chesterton, dejando entrever que se trata de una fiesta un tanto “inoportuna”. Y lo argumentaba, entre otros puntos, indicando que presupone “la posibilidad que las familias estén unidas o reunidas”, además de traer a la imaginación “un mundo más amable”.

Y, quizás, muchas veces “no encaja” porque al fin de cuentas toda propuesta positiva conlleva el desafío de un cambio de actitud o comportamiento; una invitación al sacrificio, así como la decisión de salir de nuestra preciada zona de confort.

Son dos factores poco aceptados en la mentalidad actual, pero que conducen al crecimiento tan deseado. Es que todos queremos llegar a la meta y romper récords sin pasar por el arduo y exigente entrenamiento.

Pero ¿cómo gozar de una mesa familiar unida o reunida sin antes asumir el “dolor” de pedir perdón o de perdonar? o ¿cómo lograr sanar una relación herida por las debilidades propias y ajenas sin proponer y trabajar por un trato más amable y respetuoso? Es la invitación al sacrificio “que no encaja” con nuestra mentalidad, pero que siempre apunta a un bien.

Por otro lado, en muchas ocasiones, el ser humano, enfrascado en la burbuja del entretenimiento, prefiere permanecer inmóvil y empotrado en un sillón antes que salir a respirar el necesario aire fresco; le pasa al joven como al adulto. Es casi una obsesión por la comodidad la que absorbemos hoy; una que incluso esconde un cierto temor hacia lo inesperado, hacia esas sorpresas que siempre guarda la realidad cotidiana y que, aunque “molestosas”, son enriquecedoras. Sin ellas no podríamos avanzar.

En este sentido, se tendría que hablar también de la necesidad de un proceso educativo, pues si no se reconoce el valor y la dignidad de aquello que se propone, ¿por qué valdría la pena realizar el sacrificio o salir de la comodidad?

Dando vueltas a la frase del escritor británico, no obstante, habría que reconocer que la Navidad también es un aspecto que “encaja” absolutamente con nuestro tiempo; es una alternativa a la búsqueda humana.

En efecto, el hombre contemporáneo si bien está cada vez más atareado buscando más dinero para sobrevivir, vivir o gozar; o tiene como meta por excelencia el éxito a como dé lugar, o el mantener la apariencia, incluso aceptando introducirse en el cuerpo sustancias extrañas; también es cierto que vive una experiencia de búsqueda cada vez más potente. El hombre revela la necesidad cada vez más evidente de aquello incomprensible que pueda llenar su existencia y su corazón; es una “sed de infinito”, afirman pensadores actuales. Algo parecido a lo que retrata el diálogo entre Helicón y Calígula, en la obra de Albert Camus; donde aquel le explica que está insatisfecho porque en realidad desea algo imposible, desea la Luna.

En otro sentido, en un mundo de posibilidades imposibles, donde aquello inalcanzable se vuelve accesible, y lo inexplicable comienza a tener un viso de claridad, la Navidad plantea la invitación a estar abiertos a la categoría de la posibilidad, de que aquello imposible también podría ser realidad; es la amplitud que la historia y la ciencia van develando.

La Navidad trae consigo una propuesta de humanidad sencilla. Un hecho en la historia que rompe esquemas.

Es reconfortante pensar que por lo menos una vez al año podamos estar de frente a una propuesta como esta del pesebre, siempre desafiante; como también decía Chesterton, una llamada a recuperar “una especie de dignidad en las relaciones humanas”. En este año de pandemia y encierros obligatorios, con tantas experiencias de dolor, preguntas y esperanzas, estamos convocados a mirar lo esencial y descubrir nuestra fragilidad y también dignidad. Es lo que plantea la fiesta que se vive hoy en muchas partes del mundo. Al final de cuentas se trata de la primera invitación del pesebre, descubrir aquello que vale. ¡Feliz Navidad!

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