04 oct. 2025

La guerra entre Israel y Hamás, ¿una luz al final del túnel?

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha presentado un plan de paz para el conflicto entre Israel y Hamás e Israel que se proyecta como una posible solución a la guerra y, de ser exitoso, a la creación de un Estado palestino.

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Jorge Daniel Codas Thompson
Analista de política internacional

El pasado 29 de setiembre, Donald Trump anunció un plan de paz para el conflicto entre Israel y Hamás que podría cambiar la dinámica de la guerra, llevar a la paz, e incluso a la creación de un Estado palestino. El presidente estadounidense aparentemente convenció a Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, de las bondades del plan, y este último afirmó apoyar, en principio, el mismo, si bien hay disposiciones dentro de la lista de veinte puntos de la propuesta que Israel difícilmente aceptaría. Asimismo, Trump consiguió que la gran mayoría de líderes de naciones musulmanas y árabes expresaran su apoyo al plan, fortaleciendo la posibilidad de que el mismo avance y pueda ser implementado en su totalidad. Las interrogantes más importantes, sin embargo, giran en torno a la aceptación o no del plan por parte de Hamás y, eventualmente, de Israel.

Para entender estas reticencias de los dos principales actores del actual conflicto bélico, es necesario abordar varios de los puntos del plan de paz. En primer lugar, el plan contempla la entrega por parte de Hamás de los cuarenta y ocho rehenes aún en su poder (entre vivos y fallecidos) en las primeras setenta y dos horas de implementado el plan. Asimismo, se contempla que Hamás abandone el poder y entregue todas sus armas. La pregunta se centra entonces en por qué motivo Hamás entregaría a los rehenes, que constituyen su mayor instrumento de negociación, y si verdaderamente estarían dispuestos a abandonar el poder, sin posibilidad de continuar activando en política, al margen de entregar todo su armamento.

Si bien aún no se conocen todos los detalles, algunas disposiciones del plan parecen ser muy difíciles de aceptar por parte de Israel también. Entre ellas, se incluye la liberación por parte del Gobierno israelí de mil novecientos cincuenta prisioneros palestinos, incluyendo a doscientos cincuenta condenados a cadena perpetua por haber asesinado ciudadanos israelíes. Del mismo modo, la propuesta contempla la retirada progresiva de las Fuerzas de Defensa de Israel de territorio gazatí, siendo reemplazadas por fuerzas militares de países involucrados en el proceso de paz, y que sería conocida como Fuerza Internacional de Estabilización. Asimismo, el plan de paz contempla, a más largo plazo, la creación de un Estado palestino, algo que Netanyahu, y aún más sus socios políticos en el Gobierno, han afirmado que nunca aceptarían. Dado que el plan incluye también una institución que gobernaría Gaza, conocida como Junta de Paz, y que sería liderada por Donald Trump, queda por ver si el presidente norteamericano estaría realmente decidido a llevar adelante el proyecto, lo cual podría implicar significativas tensiones con el gobierno de Israel.

Luego del desarme de Hamás, las tropas israelíes se retirarán gradualmente. Según el plan, controlarán únicamente el perímetro de la franja, incluida la frontera con Egipto, hasta que Israel estime que Gaza esté definitivamente libre de toda amenaza terrorista. La seguridad dentro de Gaza estará a cargo de la Fuerza Internacional de Estabilización. Israel ha insistido hasta el anuncio de la propuesta en que conservará la responsabilidad de la seguridad en Gaza. Respecto al abandono del control político y burocrático por parte de Hamás, se prevé que un “comité palestino tecnocrático y apolítico” asuma la administración civil, incluidos todos los servicios públicos y sociales. Se establece la implementación de ayuda humanitaria para la población de Gaza. Un grupo de conocidos líderes internacionales, entre ellos el ex primer ministro de Gran Bretaña Anthony Blair, acompañarán a Trump en la Junta de Paz.

A pesar de las altas expectativas por el plan esbozado por Trump, el mismo se enfrenta a grandes desafíos. En primer lugar, existe incertidumbre respecto a la reacción de los líderes militares de las fuerzas remanentes de Hamás en Gaza, cuyo acuerdo se necesita para la implementación de la propuesta. A diferencia de los dirigentes políticos de la organización, que viven en el exterior y quienes tienen una actitud más pragmática respecto a la interacción con Israel, los jefes militares son de línea mucho más radical y, a pesar de la pérdida de decenas de miles de efectivos, aún conservan varios miles más en armas. Además, la facción militar considerará a la liberación de los rehenes al inicio de la implementación de la propuesta como un punto de difícil concesión, pues los mismos constituyen el principal instrumento de negociación con Israel. Además, el grupo ya está afirmando que no puede localizar a todos los rehenes, poniendo en duda la posible entrega de los cuarenta y ocho secuestrados. El plan no especifica qué garantías recibirá de que Israel no volverá a atacarlos después de la entrega de los mismos. Respecto a la entrega de sus armas, Hamás se autoidentifica como un movimiento de resistencia, por lo que presentarán posiblemente una significativa resistencia a entregar todo su arsenal.

Aún asumiendo la retirada de Israel y el desarme de Hamás, la Fuerza Internacional de Estabilización asumirá el estratégico rol de garante de la seguridad en Gaza. Sin embargo, con la excepción de Egipto, vecino de Israel, ninguna nación se ha comprometido públicamente en enviar tropas para integrar dicha fuerza. Dado que Hamás no ha sido eliminado, el éxito de la misión de la Fuerza Internacional de Estabilización dependerá, al menos en parte, de la colaboración de Hamás, quien podría sabotear el proceso por medio de estrategias de insurgencia, sobre todo teniendo en cuenta que la vasta red de túneles del grupo a lo largo y ancho de Gaza sigue parcialmente intacta. Adicionalmente, la prohibición de Hamás de volver a actuar en política dentro de Gaza presenta dificultades logíticas para el gobierno tecnocrático y apolítico que administrará provisionalmente la franja. En particular, surgen dudas de cómo se caracterizará a los funcionarios civiles que trabajaron para el gobierno de Gaza durante todos los años que el territorio estuvo políticamente dominado por Hamás. Si no se acepta la presencia de dichos funcionarios, la iniciativa de paz podría tropezar con dificultades para llenar los cargos necesarios para la administración territorial. Al margen de este desafío, prevenir que miembros de Hamás intenten influenciar el proceso político dentro de la franja constituirá enfrentará asimismo significativas dificultades.

El plan de paz presenta además dificultades relacionadas con la actitud de Israel respecto al acuerdo. En principio, la iniciativa permite al gobierno israelí alcanzar sus objetivos estratégico-militares y políticos (devolución de los rehenes, salida de Hamás del gobierno gazatí y desarme del grupo). Sin embargo, si bien el primer ministro Benjamin Netanyahu ha aceptado la propuesta esbozada por Trump, es conocida su oposición a que la Autoridad Palestina (AP), con sede en Ramala, Cisjordania, vuelva a Gaza. Según el premier de Israel, si bien la AP no es parte oficial de ningún grupo político palestino, apoya sistemáticamente el terrorismo. De todos modos, la AP fue incluida en la propuesta de paz a petición de los países árabes, para que vuelva a la Franja de Gaza una vez que el gobierno tecnocrático haya implementado las reformas necesarias para asegurar la gobernabilidad del territorio gazatí. Asimismo, dichas naciones estimaron indispensables la presencia de la AP si el plan de paz cumple con todos los pasos previos y puede llegarse a la etapa de creación de un Estado palestino. Respecto del primer ministro Netanyahu, el mismo tiene un gran dilema entre manos, pues necesita convencer a los miembros más nacionalistas de su coalición de gobierno de aceptar la iniciativa de paz. Si estos no aceptan, Netanyahu corre el riesgo de disolución de su gobierno y un llamado a elecciones parlamentarias que se presentan como muy difíciles de ganar. El académico de Harvard Robert Putman (1988) concibe a la diplomacia como un “juego de dos niveles”, pues los líderes deben lidiar tanto con la dimensión internacional como la doméstica para tener resultados positivos en sus iniciativas, y este es el escenario estratégico que enfrenta Netanyahu. Al margen de este desafío, el primer ministro israelí, en caso de perder las elecciones, deberá enfrentar cargos de corrupción ante la justicia de su país, una perspectiva que ciertamente desea evitar.

Donald Trump ha presentado un plan de paz tanto audaz como innovador, y que ha tenido, en principio, la aceptación de Israel y los Estados árabes y musulmanes. Asumiendo que Hamás acepte la iniciativa, el plan se proyecta como la mejor alternativa a una paz permanente entre las partes en conflicto y, eventualmente, tras cerca de ochenta años de esfuerzos infructuosos, a la creación de un Estado palestino.

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