07 dic. 2025

La esencia de la paz

Como es sabido, el diccionario de la lengua, en cada palabra recoge el concepto y significado o significados que subyacen en la cultura del habla del pueblo.

Si buscamos la palabra “paz” en el diccionario de la Real Academia Española, vamos a encontrar que recoge solamente dos acepciones breves y, en mi opinión, muy superficiales, lo cual refleja el bajo nivel de nuestra cultura sobre el extraordinario valor de la paz. Las dos acepciones son: PAZ ES AUSENCIA DE CONFLICTO ARMADO, y la otra acepción es ARMONÍA EN LAS RELACIONES.

Ninguna de las dos acepciones recoge la realidad de la paz vivida, aun siendo agredido con armas y sin que se dé la armonía de relaciones por parte del agresor.

Jesús de Nazaret fue cruelmente torturado en la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión y en ningún momento perdió la paz y tuvo serenidad, lucidez para perdonar y pedir a Dios Padre misericordia para sus verdugos, acoger al buen ladrón y hacerse cargo y resolver la soledad de su Madre con la extraordinaria confianza en san Juan. En el mismo Calvario, su Madre y Juan vivieron con paz el dolor de la terrible agresión.

Esto significa que la paz personal no es solo “ausencia de conflicto con armas” y “armonía en las relaciones”, porque también se da la paz en situación de conflictos con armas y en relaciones humanas sin armonía. Y es que el concepto de paz que manejamos mundialmente no es el concepto definitivo de la paz profunda, verdaderamente auténtica e integral.

¿Qué es, entonces, la paz? ¿Cuál es su esencia?

La esencia de la paz personal es “la conjunción armónica de todas las energías personales, consolidada en el ejercicio fiel de la justicia y el amor, que se percibe íntimamente como estado de ánimo sereno, con gozo, esperanza y fecundidad, y se refleja en todas las relaciones y acciones de la persona pacífica”. Para más claridad explicito los términos de esta definición: Conjunción armónica significa agrupación equilibrada y proporcional en un todo unitario de todas las energías personales. Y me refiero a las energías que tenemos todas las personas: Las energías biológicas corporales, como, por ejemplo, las energías del cerebro y el sistema nervioso, la del corazón, etc. Se suman las energías psicológicas como las energías del pensamiento, la voluntad, las de nuestra psicología dinámica (las necesidades sentidas, los deseos) y, sobre todo, la mayor de todas las energías, la energía del amor. Hay que añadir las energías de la sociabilidad y las energías trascendentales de nuestra dimensión y potencialidad espiritual natural y religiosa.

Esta conjunción armónica de todas nuestras energías personales tiene que estar “consolidada” con el ejercicio de la justicia y el amor.

Sin justicia, el amor no es creíble y sin amor al prójimo como a uno mismo, no hay paz, porque estamos hechos para amar. “Hechos a imagen y semejanza de Dios” (Gen 1,26) y “DIOS ES AMOR” (1In 4,8); y donde no hay justicia ni amor, hay estado de tensión y conflicto y es imposible la paz.

En los otros ámbitos de la paz: Interpersonal, familiar, social, nacional e internacional, si no se da la conjunción armónica entre sus componentes ni el ejercicio de la justicia y el amor, aunque no haya conflicto con armas ni agresión física violenta, no hay paz. Por eso dijo Jesucristo: “Mi paz os dejo, mi paz os doy, no como la da el mundo” (Jn 14,27). Y es que Jesús encarnó la paz de Dios, que brota de su amor y trasciende todas las circunstancias y es concomitante con la plena felicidad. Es bienaventuranza y característica del Reino de Dios.

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