Por otro lado, en la Basílica de Caacupé el obispo Ricardo Valenzuela advirtió sobre la hipocresía en el poder y el uso de la fe con fines personales y alertó sobre ‘‘lobos vestidos de corderos en el poder’’. También criticó el uso de la fe como herramienta de enriquecimiento personal: “No se puede predicar el Evangelio para enriquecerse ni servirse de la fe para buscar privilegios”, afirmó.
Críticos. Con un mensaje espiritual y, al mismo tiempo, crítico, el rector y canciller del Arzobispado, Aldo Bernal habló de la dignidad humana, la responsabilidad social y la urgencia de construir una sociedad más justa. “La paz es el dinamismo de Dios en nosotros”, expresó.
“Cuando nosotros ofrecemos el signo de la paz y la santocracia, nos estamos diciendo que Dios viene a tu vida. Que Dios es el único corazón que no es dueño de sí, y que pueda compartir Dios con los demás”.
El sacerdote reflexionó sobre el rol del cristiano en un país marcado por la desigualdad y el desencanto con la dirigencia. Invitó a los fieles a no dejarse arrastrar por el mal, aunque reconozcan sus propias debilidades.
En ese sentido, insistió en que cada persona tiene el deber de “iluminar la oscuridad” y actuar con rectitud en su entorno, empezando por su familia y comunidad.
Además, dirigió su mensaje a quienes ocupan cargos de poder. “Es importante saber también a los gobernantes: A mí me consigue el pueblo”.
Además, reconoció que el pueblo se calla, el pueblo acepta, el pueblo no se mueve, ‘‘pero una vez que se mueva, ya nada más”, afirmó. El cura rector destacó que el pueblo paraguayo sigue teniendo fe y esperanza, pero advirtió que la paciencia ciudadana no es infinita.
“El pueblo ahora sigue siendo demasiado bueno, creyendo y con esperanza, porque cree en Dios, que el corazón de los que nos gobiernan cambiará. Pero recordemos también que no tiene una gota más que un vaso porque si se viene ya no hay nada que hacer”.
El sacerdote planteó que el cambio social debe comenzar desde dentro, con acciones concretas, tanto materiales como espirituales y que no se trata solo de pensar en un ideal, sino de construirlo juntos.
En Caacupé, Valenzuela también se refirió al apego al dinero y recordó que “nadie se animaría a decir hoy que la Iglesia ha sido siempre irreprensible en ese punto”. Señaló que incluso los ministros de Dios cayeron en la tentación de la riqueza. “No se puede predicar el Evangelio para ganar dinero y enriquecerse. Sería traicionarlo en su esencia misma”.
Recordó que la verdadera misión de la Iglesia es atender, curar, levantar y liberar.