Un día como hoy, pero hace 37 años, una multitud coreaba el clásico “que los cumplas feliz” en honor al papa Juan Pablo II que presidía una misa en el santuario de Caacupé, en el día que cumplía 68 años.
La diócesis de Caacupé le regaló una torta gigante, con una réplica del santuario como adorno, gesto que fue recibido con emoción por el pontífice.
“Quiero agradecer a los dones ofrecidos para mí. Este don (apuntando hacia la torta) es demasiado grande para mí. Por eso, quiero ofrecer a los niños más necesitados de nuestro país, porque a ellos les gusta más lo dulce y la torta también”, expresó en un perfecto español.
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El polaco Karol Józef Wojtyla se convirtió en el primer Sumo Pontífice en pisar tierra paraguaya en una gira pastoral que se dio entre el 16 y 18 de mayo de 1988, pasando por Asunción, Caacupé, Encarnación, Villarrica y el Chaco.
En un día lluvioso, el avión que lo traía de Perú aterrizó en suelo paraguayo para iniciar una breve pero esperada visita de tres días para un pueblo que soportaba la atroz dictadura del general Alfredo Stroessner.
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Pese a la torrencial lluvia, unas 400.000 personas se reunieron en el campo de Ñu Guasu para la primera misa que ofició en nuestro país, en el que canonizó al primer santo paraguayo: San Roque González de Santa Cruz. Luego, se trasladó al Palacio de Gobierno para la cita de rigor con el dictador.
Siguiendo con su agenda, el 17 de mayo de 1988, el Papa recorrió 524 kilómetros para llegar hasta la Misión Santa Teresita, en Mariscal Estigarribia, Chaco Paraguayo, donde protagonizó un histórico encuentro con los pueblos originarios de la región.
La breve estadía del Papa produjo ásperos roces entre la jerarquía eclesiástica y las autoridades de la dictadura stronista.
Pese a todo, la presencia del Sumo Pontífice dejó en el Paraguay huellas imborrables. Pocos meses pasaron para que llegara la democracia.