11 nov. 2025

Esa maldición llamada EXILIO (*)

(*) EXILIO: Del diccionario. Separación de una persona de la tierra en que vive. Destierro; desarraigo. Expatriación, generalmente por motivos políticos.

Hekovia techaga’u pore’ÿ puku rire … dicen los versos de Teodoro Salvador Mongelós; los que resumen como ningún otro, la amargura acumulada por cualquiera durante la larga ausencia de la patria. La tragedia del ostracismo, destierro o exilio, nunca fue descrito con más belleza y desoladora tristeza que en estas líneas del malogrado poeta. Él lo sufrió como nadie. Cuentan que el 20 de enero de 1966, faltaron brazos para cargar su féretro hasta su morada final en el Cementerio de Foz de Yguazú.

Este castigo infligido a nuestros coterráneos desde los tiempos coloniales, tuvo para nosotros una significación especial. Siempre; porque somos mediterráneos desde 1616 y nuestra reclusión lejos del mar, nos llevó al ensimismamiento y a la introspección. Hacia el fatalismo; un filosófico abandono parecido a la resignación ante lo inevitable. Por lo que nos apegamos a la tierra natal con la misma actitud de los animales de la floresta a sus madrigueras. Un fenómeno que no tiene parangón en otras latitudes.

El uso del extrañamiento como castigo se reitera desde la presencia jesuítica en la provincia del Paraguay; cuando sus representantes descubrieron –con bíblica maldad– que la peor condena que podría darse a los miembros díscolos de sus reducciones, era llevarlos lejos de sus asentamientos originales. En tales circunstancias, muchos condenados preferían la muerte.

La crueldad fue renovada por Bruno Mauricio de Zavala, gobernador de Buenos Aires, cuando 56 años después de la expulsión de la Orden de Jesús, sentenció al extrañamiento hacia lejanos confines del sur de Chile, a los líderes sobrevivientes del levantamiento comunero. Con el agregado del “silencio perpetuo” a todos los demás habitantes de la provincia, contemporáneos de aquellos hechos.

Los referentes partidarios de nuestro país –devotos de cualquier maldad– apelaron al procedimiento para castigar a sus adversarios desde el poder. Pues muchos hicieron uso de la inhumana medida de manera a evitarse cualquier oposición, es decir, de los que pensaran diferente a ellos. En cuanto a todo. Para que finalmente, quienes se sintieran perseguidos se acogieran prudentemente a la idea de escabullirse; de hacerse invisible, lejos. Hasta poner muchas veces, la frontera nacional entre él y sus perseguidores.

A los castigados políticos se sumó una grey aun más numerosa: La de los castigados económicos. Maldición que todavía hace víctimas del exilio a millares de compatriotas. Aquellos que involuntariamente buscan “aires más propicios” para sobrevivir, fuera de nuestras fronteras.

¿Puede decirse que alguien emigra “voluntariamente” cuando no puede sostenerse en el lugar original? ¿Cuando no tiene posibilidades de darse, o dar a los suyos, una vida digna? Aclarando que tampoco es “digna” la ocupación de algunos que en nuestro país y mediante la firma en una papeleta, canjean su libertad de pensamiento, por un salario que los convierte en clientes de una cofradía partidaria.

Finalmente, ya lejos, por la sinrazón que fuere, aún golpeará el corazón de los que se fueron, el dolor de la ausencia de la patria. Aún sonarán en sus mentes como una maldición, los ecos que les recuerdan lo que fueron. O lo que dejaron de ser en algún recodo de la vida que los llevó lejos de la madriguera original. Sufriendo el lento proceso que los conducirá a “dejar de ser”. Como inevitablemente será cuando sus hijos aprendan otras cosas, a hablar con otras voces, a cantar otros himnos. Haciendo que las distancias con el origen, parezcan aún más lejanas…

¿Bastará pedirles perdón? ¿O, deberíamos enviarles un gesto de solidaridad, de confraternidad? Indicándoles de alguna forma, de alguna manera, que queremos que nuestro cielo los cobije y nuestra tierra los ampare, como nos merecemos todos. Que no deseamos que solo tengan una bandera paraguaya en algún rincón del lugar que habiten. Que no queremos solamente que voten. Que no vengan junto a nosotros, solo para compartir una Navidad…

Y tampoco pretendemos que sufran nuestras angustias sino hacer con ellos y con los hijos que tengan, un Paraguay mejor del que sufrimos. Juntos, a pesar de la distancia.

Y para borrar entre todos el odioso vocablo “exilio”… del diccionario y de nuestros corazones.

En memoria de mis hijos, que están lejos…

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