27 abr. 2024

¿Es viable la imprescindible reforma del Estado?

Desde la creación de Dende hace ya casi 20 años, la frase que más hemos repetido en nuestros numerosos informes y conferencias fue: el Paraguay es un país ordenado y estable en lo macroeconómico, pero con uno de los menores niveles de desarrollo de la región.

Con un producto interno bruto (PIB) por habitante de apenas 5.891 dólares, nuestro país está muy lejos de los 17.312 dólares del Uruguay y ni qué decir de los 70.248 dólares de los Estados Unidos.

Si bien nuestra posición actual en la carrera hacia al desarrollo es mala, tenemos que reconocer que arrancamos de muy atrás, producto de nuestra historia de dos grandes guerras internacionales y de numerosas revoluciones internas que tuvieron un efecto devastador en nuestra economía.

Recordemos que en el año 2003 nuestro PIB por habitante era de apenas 1.361 dólares y desde ese año, impulsado por el boom de los commodities, nuestro crecimiento económico se aceleró al 5% anual llevando nuestro PIB por habitante a 6.629 dólares en el 2014. Una vez terminado el “viento a favor” que venía del Asia nuestro crecimiento se redujo al 2,75% y nuestro PIB por habitante disminuyó a los valores antes mencionados.

Siempre debemos tener en cuenta que el crecimiento de los últimos años se debió en gran parte al sector privado, que triplicó el área agrícola sembrada y que construyó silos, puertos y barcazas para transportar esa mayor producción.

Mientras eso hizo el sector privado, el sector público no acompañó el crecimiento con mayor inversión en infraestructura física, ocasionando “cuellos de botella” en las rutas, en el campo y en las calles en la ciudad.

Tampoco acompañó con mayor inversión social en educación, salud y vivienda, ocasionando problemas económicos por la falta de recursos humanos capacitados y problemas sociales por la desigualdad de oportunidades para mucha gente, que hoy deambula en la pobreza, la precariedad y la informalidad.

Con un escenario internacional de guerra en Ucrania, de enfrentamiento geopolítico entre Estados Unidos y China y con un escenario regional con Argentina y Brasil en crisis, no podemos esperar que desde el exterior soplen vientos favorables como en el pasado.

Si queremos crecer en los próximos años en gran parte dependerá de nosotros y uno de los cambios imprescindibles es una profunda reforma de nuestro Estado, que permita brindar servicios públicos de calidad, en infraestructura, en educación y en salud.

El presidente electo, Santiago Peña, conoce muy bien todos estos desafíos y las reformas que deberían ser hechas, pero la gran duda que tenemos es si el Partido Colorado –que es su sostén político– le permitirá hacerlo.

Porque el Estado ineficiente que hoy tenemos es producto de una forma de hacer política, por medio del clientelismo y de la corrupción, que le ha permitido al Partido Colorado mantenerse en el poder por más de 76 años.

El clientelismo consiste en conseguirle a una persona un cargo público con altos salarios o beneficios indebidos, a cambio de operar y votar por el político que le otorgó esos favores.

La corrupción tiene muchas formas, pero la más importante es por medio de empresas contratistas del Estado que ganan licitaciones amañadas, entregando productos y servicios con altos precios y con calidad deficiente. El político recibe un porcentaje de dicha operación y además la lealtad del contratista.

El 15 de agosto de este año llega a la presidencia de la República una persona que conoce perfectamente la urgencia de las reformas mencionadas anteriormente pero también llega al poder –con mayoría en ambas cámaras del Congreso– un partido político cuyas bases de sustentación se verían afectadas por esas reformas.

Ante estas condiciones, nos preguntamos: ¿será viable políticamente implementar las reformas del Estado que son imprescindibles para permitirnos crecer?

En poco tiempo lo sabremos.

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