José Madai
@josemadai
Son las cinco de la mañana, en puntos distintos de la Gran Asunción. Ambos se despiertan y preparan el mate. Mientras uno lee hasta que el reloj marque las seis, a esa hora el otro ya se encuentra en su local aprovechando el silencio para empezar su primera lectura del día hasta las 8.00, horario en el que el primero llega hasta su puesto para iniciar la jornada laboral. Además del hábito de la lectura acompañada de la bebida caliente a tempranas horas, los dos comparten una pasión que los rodea hace varios años: Los libros.
Julio Francisco tiene 70 años. Hace más de una década, luego de jubilarse tras 30 años trabajando en una de las principales tiendas editoriales del país, juntó 200 libros y alquiló un puesto sobre 25 de mayo casi México. Hoy, Domínguez Libros acumula casi 7.000 de los más diversos títulos. Mientras algunos están ubicados en extensos estantes que esconden las paredes, otros están apilados a lo largo de varias mesas ubicadas una al lado de la otra, en medio del local.
Juan Carlos tiene 57 años y hace casi 3 décadas se ubicó con una casilla de revistas en Herrera casi Estados Unidos, en la que estuvo por ocho años, hasta que el interés por los magazines disminuyó y se orientó a la venta de los libros, que fueron en aumento obligándolo a alquilar un salón al que bautizó Librería San Cayetano, en el que hoy día reúne una infinidad de textos que van desde el suelo hasta el techo, en los diferentes rincones del amplio recinto.
INFINIDAD
De diversos tamaños, con señales del paso del tiempo en el color, en la textura y en algunos casos en la propia tapa, ambas librerías resguardan en su interior un cúmulo de información contenida en distintos libros, presentada en varios idiomas y abordando asuntos referentes a la tecnología, política, informática, historia, medicina, biología, filosofía, arte, deporte, sicología, legislatura y un sinnúmero de otros temas.
Para formar su amplio acervo, ambos coinciden en la misma forma a la hora de nutrirse de los libros. Estos les son ofrecidos y de acuerdo a un riguroso criterio que incluye el estado, el tamaño, el tema, el año de edición, el título, el autor, entre otros aspectos, evalúan el material para ofrecer un monto, adquirirlo y luego ponerlo a disposición de sus clientes, que van desde jóvenes estudiantes hasta adultos amantes de la lectura.
“Vender libros usados no es como comprar por kilo, que te vas a pesar y listo. Hay muchos factores, como la edición, la fecha, la calidad, si es edición económica, de bolsillo, es un trabajo que no es fácil con la cantidad que tenemos”, manifiesta Juan, mientras que Julio señala: “Hay algunos que tienen antigüedad y ya nadie tiene, entonces se cotiza más. A veces te traen títulos que son incunables, como una vez, me trajeron uno que me fijé que tenía la foto del autor, su firma, la gráfica de la primera edición, sabía que eso costaba una inmensidad, era valioso”.
APORTE
“Servicio” es la palabra en común a la hora de definir la manera con la que encaran el trabajo que realizan, además de mencionar la relación existente con los clientes y aludir al vínculo con los demás locales similares a los suyos.
“Cuando la gente viene y no encuentra acá lo que busca, le envío a otra librería. Una vez me dijo una persona ‘sos tonto, por enviarles a tu competencia’, y le dije que no son mis competidores, son mis colegas, además esta persona que acude está necesitando libros viejos agotados, entonces es para ayudarla, esto es como un servicio”, explica el titular de Librería San Cayetano.
Por su parte, el dueño de Domínguez Libros cuenta que él también acude a sus colegas cuando su cliente va en búsqueda de un título que necesita. “Me voy a buscar un libro si me piden, le dejo acá a la persona, traigo y le entrego, se pone feliz y yo también me pongo contento y de paso hago mi platita. Es el espíritu de servicio que debe existir pero que ya no hay”, expresa.
DESAPARICIÓN
“Para mí que no va a desaparecer nunca”, exclama Juan al ser cuestionado sobre la varias veces vaticinada muerte de los libros, la cual refiere que aspectos como el costo de la materia prima y el espacio físico lo podrán ubicar más adelante como un artículo de lujo.
Mientras que Julio mantiene un panorama más alentador al incluir a los autores a la discusión y afirmar que “siempre van a existir, siempre van a haber escritores”.
Al ser consultados cómo sería su existencia sin los libros, Julio confiesa tener una serie de opciones y alternativas que lo llevarían al campo, mientras que Juan sentencia que esa posibilidad no existe en su cabeza y sostiene: “He de trabajar con ellos hasta el día que me muera”.
Su sustento y su forma de vivir, un conjunto de conocimiento, prácticas y hábitos aprendidos con las lecturas, son algunas de las respuestas que ambos personajes consideran al momento de definir el sentido de los diversos títulos que se cruzaron en sus vidas. Dos protagonistas que escribieron sus propias historias guiados bajo la intensa pasión por los libros.