20 ene. 2025

En el partido de la vida Rodrigo sueña en grande por él y su familia

En enero, el niño de 11 años, oriundo de Villeta, culminará su tratamiento con la quimioterapia. Continuará con sus controles mientras chuta la pelota y hace goles. Anhela ser un gran jugador de fútbol algún día.

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Ganador. En cada golpe del balón, el niño sueña con vestir la Albirroja y que su nombre sea coreado por la multitud por los cuatros costados del estadio.

DANIEL DUARTE

No es solo fútbol. Detrás de una pelota están 22 personas, el árbitro, los líneas y la pasión de millones de personas.
Detrás de ese balón, en el césped o la arena, existe un mundo de historias poco conocidas. “Yo siempre sueño que viajo en un colectivo para jugar en Brasil y que soy millonario. También sueño con ser un futbolista profesional para ayudar a mi familia”, cuenta Rodrigo Sebastián Leiva mientras patea la pelota y pelea contra la leucemia. El niño alimenta sus sueños de ser un futbolista destacado en el patio de su casa en el barrio San Expedito de Villeta. Patea hacia la pared, practica a meter un gol de chilena en el improvisado arco del patio, como el que Tonny Sanabria le hizo a Argentina hace casi un mes. Rodrigo vio el partido de la en la casa de un vecino. Otro de sus sueños es ir alguna vez al estadio a ver un partido de la selección. Nunca pudo ir a ese partido u otro.

En la escuela de fútbol del club Libertad de Villeta, es indiscutido número 9. Mientras patea la pelota, desde un rincón le ven sus hermanitos.

El niño puede volver a jugar gracias a las indicaciones de los médicos. En enero será uno de los pacientes de Clínicas que toque la campana donde anuncia el fin de una parte de esta etapa de su vida que es el tratamiento. Culminarán así tres años de quimioterapia contra la leucemia.

Previa. Rodrigo es el mayor de los cuatro hijos de Alba Leiva. Antes de la enfermedad, le habían diagnosticado artritis idiopática juvenil, que afecta a los huesos.

Un día, Rodrigo tuvo complicaciones de salud. A ello le acompañó una fiebre persistente que no bajaba.

Su madre lo llevó primero al Acosta Ñu y luego al Hospital de Clínicas donde le realizaron diversos estudios.

El niño tuvo que ser internado y padecía de fuertes dolores. Entonces, los médicos resolvieron realizarle una punción lumbar.

Alba recuerda el día que le dieron a conocer el resultado del estudio. Eran las 15:00 cuando la doctora tratante la llamó a su consultorio.

Al ingresar se encontró con una junta de médicos. Le pidieron que se sentara para escucharlos. “Me senté y les dije que estaba lista. Después la doctora me dijo “tu hijo tiene cáncer”. En ese momento me quedé en blanco y agaché la cabeza”, relata Alba.

“Lo primero que se me vino a la mente fue preguntar, ¿tiene cura la enfermedad de mi hijo? Sin saber qué tipo de cáncer tenía”, contó.

Otra doctora que la conocía de vista y sabía que estaba todo el tiempo con su hijo le pidió que levantara la cabeza y le dijo que era fuerte.

A Alba le informaron que su hijo podía curarse del cáncer. Le adelantaron que recibiría quimioterapia e incluso podían haber complicaciones.

Luego madre e hijo fueron traslados al cuarto piso en el área destinada a Hemato Oncología Pediátrica del Hospital de Clínicas. Al día siguiente le informaron sobre cómo sería llevado adelante el tratamiento en los siguientes meses..

Alba no solo estaba preocupada por Rodrigo. En su casa de Villeta habían quedado Sara, Enzo y Alison, quienes actualmente tienen ocho, cinco y cuatro años.

“Estaba preocupada en dos lados, en el hospital y en mi casa. Me preguntaba si a mis hijos les faltaba algo, si estaban comiendo. Fue muy difícil porque yo sabía que ellos estaban desamparados”.

La madre de los niños no se cansa de agradecer a las personas que estuvieron cuidándolos mientras estaban en el hospital. Desde parientes hasta los vecinos.

“Habían personas que ya estaban organizando actividades para ayudarnos, porque yo estaba sin dinero. Siempre tuvieron ayuda y estaban muy protegidos. Nunca voy a decir que pasaron hambre o frío”.

Contó que todo el tiempo le informaban sobre cómo estaban sus pequeños. “Yo sabía que lloraban, que me extrañaban. Pero como mamá me faltaba una pieza, una parte de mi corazón”.

Retorno. Luego de salir del hospital, Rodrigo y su madre volvieron a su hogar donde debían seguir al pie de la letra los cuidados.

Mientras su hijo estuvo internado y luego de salir, Alba realizó trabajos esporádicos de limpieza doméstica para poder conseguir algo de dinero.

Hace poco consiguió un trabajo estable. Sin embargo las necesidades diarias siguen presentes. Sobre todo cuando debe desplazarse desde Villeta hasta Clínicas para los controles a los que su hijo deberá seguir asistiendo a partir de enero. Además el chico necesita medicamentos muy costosos. Alba tuvo que recurrir a un recurso de amparo para acceder a uno que cuesta G. 800 millones)

Su anhelo es poder construir otra habitación para su hijo y un baño moderno en la casa. Quienes deseen ayudar a la familia pueden comunicarse al (0981) 933-204.

Rodrigo, quien además de jugar a la pelota le gusta dibujar, hace poco recibió de regalo una pelota y una remera de parte del futbolista Derlis González. Otra persona le regaló un par de botines con los que pudo reemplazar los que ya estaban rotos. “También me gustaría conocer en persona a los jugadores de la Selección, a Enciso y a Almirón”.

La casa de Rodrigo está a pocos kilómetros del Centro de Alto Rendimieno (Carde), donde entrena la Selección Paraguaya.

“Me gusta mucho jugar, cuando estoy en la cancha me siento libre y solo pienso en ganar y ayudar al equipo”, dijo el niño y contó que cuando arman los partidos en su barrio o en la escuelita, cada equipo quiere contar con él.

En una canchita de Villeta, en una con base de tierra, el niño futbolista vive y siente el deporte que ama a su manera mientras va ganando este partido de su vida.

Por mi mente pasaron muchas cosas en una situación así. Pero cuando le veo que puede jugar y sonríe, lloro. Alba Leiva, mamá de Rodrigo.
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Fortaleza. Alba sustenta los sueños de su hijo cuidándolo.

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