Si hubo quien elogió la locura (Erasmo de Rotherdam), ¿por qué no puedo elogiar la pereza, eh? No exalto la pereza absoluta, la haraganería, que le dicen, sino eso que también dieron en llamar ocio creativo.
El tiempo libre posibilita, a quien disponga de él, cultivar el intelecto mediante la lectura y varios otros medios de absorber conocimientos y esparcimiento llano, como escuchar música o estudiarla.
Abre paso a la meditación y a la práctica de deportes –encarar por separado estas actividades, por favor– y propicia la inclinación a la buena mesa, en compañía conveniente, desde luego, con la que prolongar mediante amenas charlas sobre disparates, generalmente, la sobremesa. Sin tiempo libre, esto no es posible.
Los sobrevaluados trabajadores, por su parte, son útiles para sí mismos, su familia y para la sociedad. Pero mientras no se pasen de la raya. Los trabajólicos son víctimas de una afición tan vehemente que no les deja tiempo para nada más. Ni su familia puede distraerlo de su pasión por el trabajo. Al final, el pobre fanático termina enfermo, con la familia en tren de desbaratarse, sin amigos y, lo que es más penoso: sin suceso económico.
Según un estudio hecho en los Estados Unidos en los 90, cualquiera puede tener el gen de la adicción. Y si tuvo la desgracia de portarlo, puede volverse adicto a cualquiera de los siguientes vicios: tabaquismo, alcoholismo, ludopatía (juego), drogadicción y el trabajo desmedido. Como se ve, la pereza no figura entre las posibles consecuencias de portar el gen de la adicción.
Con todo, no hay que demonizar a todos los que gustan de trabajar mucho. Hubo y hay gente trabajadora a la que el mundo le debe mucho. En un repaso rápido: Alexander Fleming, Jonas Salk, Albert Einstein, Albert Schweitzer, Albert Sabin, Pasteur, madame Curie, Miguel Angel, Da Vinci, Teresa de Calcuta, Steve Jobs y todos los grandes maestros cerveceros que anónimamente luchan por un mundo cada día mejor.
Su contrapartida está en la gama de gente inquieta a la que debemos los mayores quebrantos de la humanidad: Hitler, Stalin, Mussolini, Torquemada, Mao Zedong, Nixon, Mc Carthy, Lyndon Johnson, los tres monarcas comunistas de Corea del Norte, los fabricantes de veneno en forma de fertilizantes agrícolas, los depredadores de bosques, los fanáticos religiosos, en especial los musulmanes.
Y hay muchos ejemplos más, pero me da pereza seguir escribiendo.