Vanessa Rodríguez
MISIONES
Este espacio, cargado de arte, fe y humanidad, fue terminado siguiendo al pie de la letra las indicaciones que Koki dejó antes de partir. La obra no solo emociona por su belleza, sino por su profundo simbolismo: En el mural central, la Última Cena es recreada con los rostros de ancianos, una representación conmovedora y humanizada del mensaje cristiano.
Es, sin duda, un homenaje vivo al espíritu de solidaridad que siempre impulsó al artista, mentor de la emotiva celebración de Semana Santa en Tañarandy, una de las mayores expresiones de la religiosidad popular en el país. “Koki era un artista de la solidaridad, un arquitecto de la esperanza. Creía que hasta el más marginado merecía ser rodeado de belleza. Esta capilla es un lugar de paz, un refugio espiritual donde el miedo, la tristeza o la soledad pueden transformarse en serenidad y esperanza”, expresó entre lágrimas su viuda, Norma Fretes, durante la emotiva inauguración.
El encargado de culminar la obra, el artista plástico peruano Fidel Aquise, compartió con los presentes en el acto detalles del proceso: “Esto fue una donación de él para San Ignacio. No pudo terminarla, pero nosotros lo hicimos como él quería, como él soñaba. Comenzamos en 2017 armando el retablo con molduras recicladas de marcos de galería que Koki mandó a recolectar. Las fuimos cortando y ensamblando. Trabajamos incluso en el techo y llegamos a hacer una primera prueba cuando él aún vivía”.
La capilla, ubicada en la esquina de Iturbe y Capitán Alfonso del Puerto, es más que una construcción: Es una ofrenda de arte al servicio del alma. Fue pensada como un espacio donde los adultos mayores encuentren consuelo, belleza y espiritualidad.
Diseñada con amor, está destinada a perdurar como testimonio del compromiso de Koki Ruiz con su comunidad y con la dignidad humana. Así, su legado no solo sobrevive, sino que florece. En cada rincón de esta capilla vive el espíritu del artista que creyó, hasta el final, que el arte podía sanar, consolar y dignificar.