11 may. 2024

El país necesita una conducción cierta y prioridades definidas

Mientras los problemas sociales, políticos y económicos se acumulan, el presidente Santiago Peña –que había repetido hasta el cansancio durante su campaña que estaríamos mejor– lleva adelante su gestión en medio de la confusión y las banalidades. Sin una base política propia, se encuentra, además, presionado por el sector cartista, lo que nos convierte en un país con un presidente en ejercicio y un ex presidente prácticamente gobernando en la sombra. Los paraguayos debemos respetar la investidura de la presidencia. El presidente también.

En los primeros días del actual Gobierno, en noviembre de 2023, celebrando sus primeros cien días, Santiago Peña hizo la presentación del nuevo sistema de iluminación en la histórica calle Palma. El aspecto había cambiado y se ganó una vista encantadora de la tradicional calle en el centro histórico de Asunción, sin la maraña de cables que contaminaban la visual y ocultaba la elegancia de nuestro sobreviviente patrimonio arquitectónico.

El millonario proyecto quedó, no obstante, en una acción sin consecuencias ni proyección. Al poco tiempo, se pudo notar que las calles transversales exhibían el desordenado paisaje de cables. Pues un operativo de maquillaje no modifica la realidad.

Un acto del Gobierno central resulta irrelevante si no se proyectan otras acciones para resolver los graves problemas que le aquejan a la capital del país: Edificios históricos abandonados, derruidos y ocupados por delincuentes; salones comerciales cerrados, oscuridad, veredas rotas e inseguridad. Ciertamente, es competencia del municipio, pero a este Ejecutivo le falta la mirada global sobre la actual imagen paupérrima que ofrece Asunción.

Lamentablemente, esa está siendo la característica del Gobierno y no se ven intenciones de un cambio de rumbo, al contrario. Hace pocos días, Peña visitó la capital de Argentina para reunirse con el mandatario argentino; sin embargo, la reunión entre Peña y Milei en Buenos Aires pasó tan desapercibida que ni siquiera hubo la protocolar fotografía oficial.

Lo que sí hubo fue una innecesaria e intrascendente participación de Peña en un programa de televisión. Mientras nuestro país debe resolver asuntos de relevancia como la situación de la hidrovía, Yacyretá, el Mercosur, además de las relaciones comerciales entre ambos países, el presidente prioriza lo insustancial.

En los 224 días que lleva en la Presidencia hubo numerosas crisis y escándalos y en una rápida evaluación se puede afirmar que el saldo de su gestión es negativo. A nivel país, nos vemos como un barco que navega sin rumbo en medio de sucesivas tormentas; a nivel internacional no se resuelven ni los más urgentes y básicos asuntos: La negociación de Itaipú, la de Yacyretá y el tema de la hidrovía Paraguay-Paraná.

No obstante, el aspecto más preocupante es la emergencia desde las sombras de un poder más influyente que el de la Presidencia. Mientras Peña pierde el tiempo con cuestiones fútiles, la presión política del sector cartista que ha logrado el copamiento de prácticamente todos los poderes del Estado paraguayo, se está volviendo incontenible. Nótese que ciertos referentes del cartismo han desafiado las decisiones de Peña al criticar la vocería, precisamente, con la intención de convertir esta labor en más política que técnica.

Lo más grave, sin embargo, respecto a este poder que se erige paralelamente, es su naturaleza autoritaria y profundamente antidemocrática. No desprecian a Santiago Peña, en particular, sino que le faltan el respeto a la propia investidura, a la institución.

El Paraguay enfrenta numerosos e importantes desafíos; los problemas sociales, económicos y políticos se acumulan y se suman a otros también considerablemente complicados, como la corrupción endémica que nos afecta, la impunidad y los ataques al Estado de derecho por parte no solamente del narcotráfico y el crimen organizado, sino de los intereses de grupos y claques económicas y políticas. Al mismo tiempo, este Gobierno debe comenzar a pagar su antigua deuda social con una ciudadanía que reclama por salud, educación, empleo, seguridad y mejores servicios públicos. Para todo eso nos urge una conducción decidida que tengan claras sus prioridades.

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