Sudamérica está en llamas y las crisis han estallado en octubre.
En Perú, el presidente Martín Vizcarra (quien asumió tras el escándalo de corrupción que tumbó a Kuczynski) disolvió el Congreso tras un largo enfrentamiento con el fujimorismo que controla el Parlamento. Y aunque la Constitución le permita esa salida, su decisión ha sido muy criticada por el sesgo autocrático.
Casi al mismo tiempo, en Ecuador empezaba a inflamarse la protesta social tras la decisión del presidente Lenín Moreno de decretar el alza de combustible eliminando 40 años de subsidio y otras medidas de ajuste condicionadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Quiso curar con represión la convulsión social, no lo logró y para evitar su caída anuló las medidas de ajuste. Hoy, Ecuador intenta volver a la normalidad con un diálogo con altibajos entre las partes y la ONU como árbitro.
Evo Morales ha dado igualmente la nota contribuyendo al tembladeral de la región al ser declarado ganador en primera vuelta con denuncias de fraude. Tanto la OEA como la Unión Europea recomiendan el balotaje para que el proceso electoral recupere credibilidad. Hay tensión en Bolivia y no se sabe en qué terminará el conflicto. A diferencia de sus compañeros de ruta ideológica, Evo puede jactarse del éxito económico y reducción de la pobreza elogiados por los neoliberales Banco Mundial (BM) y FMI. Su problema es político.
PARAÍSO E INFIERNO. Luego sobrevino la bomba que dejó atónitos a todos: Chile, el oasis, el espejo en el que todos querían mirarse, explotaba con un decreto de Sebastián Piñera (derecha), de elevar la tarifa del metro. En días, el escenario cambió radicalmente: los reclamos derivaron en violentas manifestaciones, saqueos, a lo que el Gobierno respondió con mano dura: las FFAA salieron a las calles y Santiago reprisaba postales de la dictadura de Pinochet. ¿Cómo Chile, el único de la región que redujo la pobreza de 40 a 10 en 30 años, el más exitoso en todos los rubros, con una clase política responsable, instituciones fuertes, estaba en llamas? La primera reacción del Gobierno fue tomar el atajo fácil, culpar a las fuerzas externas, a “enemigos poderosos”, fogoneando la guerra derecha vs. izquierda en la región. No convenció a la ciudadanía que perdió miedo a la represión y desafió el toque de queda. Al perder el control del país, Piñera recapacitó, pidió perdón, suspendió el alza del pasaje y planteó un paquete social.
Lo del pasaje no era sino la punta del iceberg que escondía un problema mayor: Chile no resolvió el problema de la desigualdad, acumulada desde hace décadas, lo cual responsabiliza también a los sucesivos gobiernos de izquierda, como lo admite el propio ex presidente Ricardo Lagos.
A diferencia de otros países de la región, tiene mejores posibilidades de salir de esta crisis por su calidad institucional, a diferencia de Venezuela, Cuba o Nicaragua, donde los gobiernos han destruido el aparato productivo y reducido a cenizas la democracia.
LA ISLA. Paraguay tiene todas las condiciones para una explosión social. Su crecimiento macroeconómico no ha logrado reducir la desigualdad. Tanto el BM como el FMI coinciden en que si bien hubo crecimiento en los últimos 15 años y se alcanzaron algunas metas sociales, un cuarto de la población sigue en la pobreza y aconsejan “reducir la concentración de la riqueza y el poder”. O sea, la DESIGUALDAD.
¿Por qué no explota Paraguay si sobran los ingredientes para el cóctel mortal? Simplemente no sucede porque tiene válvulas de escape: el contrabando, la migración (los pobres van a buscar refugio especialmente a la Argentina que además aportan a la economía con sus remesas), la narcoeconomía (la Senad estima que el narcotráfico mueve USD 650 millones al año), un Estado empleador principal. Otro factor que atenúa la desigualdad es la solidaridad entre los pobres, los lazos familiares y comunitarios, que actúan de colchones frente a los factores imponderables, como la enfermedad, la muerte, las inundaciones, etcétera.
Puede haber conspiraciones y manos negras detrás de las movilizaciones, pero la cuestión de fondo es una sola: más allá de gobiernos de derecha o izquierda, la desconexión de las élites políticas y económicas del resto del país se traduce en desigualdad.
La olla a presión está en su máxima ebullición. Las condiciones están dadas y si el presidente Mario Abdo Benítez, el Congreso y los sectores económicos privilegiados no toman conciencia y empiezan a ceder para reducir la desigualdad, la válvula no aguantará y sobrevendrá la explosión.
Y no habrá mano dura que detenga el estallido social.
“Este pueblo está con los ojos abiertos que no se dejará manipular por nadie. Muchas veces quieren utilizar al pueblo, aquel que más sufre y necesita de estabilidad, de trabajo y coordinación, con fines netamente electorales y políticos. La gente va a salir de sus casas para ir a las chacras a trabajar y no a cerrar rutas y no a generar desestabilización para que otros lucren con el luto de nuestro pueblo. Muchos están buscando eso: su muerto para tratar de tumbar al presidente de la República. Y no les vamos a dar el gusto”.
(Presidente Mario Abdo Benítez)
Lo que hay que saber
REELECCIÓN. La propuesta de reforma constitucional del consejo de presidentes de seccionales causó indignación. Esto obligó al presidente a ratificar que no quiere ser reelecto.
FFAA. Una llamativa intervención se dio en la Escuela de Inteligencia del Ejército. Incluso se habló de conspiración. Aparentemente la indisciplina fue porque algunos pasarán a retiro.
ARROMTOUR. Tras el refugio otorgado a Arrom, Martí y Colmán, el Senado decidió enviar una comitiva a Finlandia. La noticia causó malestar y el senador Martín Arévalo optó por no viajar.
BLOQUEO FINANCIERO. Se aprobó la ley que “regula la inmovilización de activos financieros de personas vinculadas con el terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva”.