Los nenes no deben llorar, tienen que ser fuertes y rudos. Las tareas domésticas son para las niñas, no para los niños. No se aconseja que un niño juegue con niñas y, ah, la cancha del colegio es sobre todo para que los niños practiquen fútbol. Las nenas miran.
La lista es interminable y la mayoría de los paraguayos crecimos con estas expresiones naturalizadas, latentes y aplaudidas por amplios sectores de la sociedad y que, por diversas razones, entre ellas, la dictadura que hemos vivido y la educación que recibimos, se reafirman cuando desde el poder político se atizan los ánimos, se instalan miedos e inventan amenazas. Tal como lo hicieron durante los cartistas durante la última campaña electoral al instalar lo de “Dios, Patria y Familia” y avivar a la masa difundiendo deliberadamente noticias falsas y satanizar la palabra género.
Hasta ayer, entre los ministros del gobierno, el de Agricultura no me había llamado mucho la atención, salvo porque hace unos días en una emisora de radio decían que de los colaboradores del presidente, era el más flojo. Pero fue ayer, cuando bien temprano en la mañana, en una radio pasaban el audio de lo que había dicho este ministro en la apertura del año lectivo en una escuela de Educación Agrícola en Santa Rosa del Aguaray: “Personas de tendencia homosexual no quiero ni uno en esta escuela”. Mi reacción fue: “’¡CÓMO PUEDE DECIR ESTO UN MINISTRO!! Y que , para colmo, haya gente que lo aplauda.
Mi asombro aumentó luego al escucharlo referirse a sus propias expresiones, y “arrojar más combustible al fuego” al decir que a ningún padre le gustaría que se admita a pervertidos en una escuela agrícola donde los chicos quedan internados. Es decir, para él toda persona homosexual es igual a pervertida. Buscando atenuar sus propias palabras habló de que ni siquiera la infraestructura está preparada porque las instituciones solo tienen sanitarios para varones y mujeres “y no para una tercera opción”.
Cuánta discriminación, una tras otra, en boca de una autoridad que recorre el país y está en contacto con todo tipo de gente a lo largo y ancho del territorio. Cuánta ignorancia en una sola persona respecto a la historia de la humanidad, a las luchas por conquistar los derechos humanos y la dignidad humana; y que grave que un ministro desconozca la Constitución Paraguaya. La ley suprema de la nación consagra que “Todos los habitantes de la República son iguales en dignidad y derechos. No se admiten discriminaciones. El Estado removerá los obstáculos e impedirá los factores que las mantengan o las propicien” (art. 46).
Independientemente de su opción sexual, una persona tiene derecho a acceder a educación, salud, vivienda, recreación, trabajo, etc, etc. Por más que desde el propio gobierno existan personajes como el ministro Giménez que pretende erigirse en el soberano que establecerá quiénes pueden estudiar en una escuela agrícola y quiénes, no.
Su discurso de odio y oscuramente discriminativo está demasiado presente hoy en el Paraguay. Lo del ministro es apenas un botón de muestra. Hay una clara tendencia a retroceder en materia de derechos humanos. Ahora proponen derogar la Ley de protección integral a las mujeres contra toda forma de discriminación. En cualquier momento propondrán un proyecto de ley para castigar las críticas y regular a la prensa o fijarán que solo los chicos que tengan una estatura X y color de piel determinada serán admitidos en la evaluación para acceder a una beca, estudiar ingeniería, trabajar en el Estado o sentarse en una de las plazas enrejadas de Asunción.